Mujeres, animales y plantas componen un poderoso juego de sentidos en el imaginario de la artista americana
El trabajo de Hannah Yata es un mixto de psicodelia, espiritualidad y movimiento. Flora, fauna y cuerpos humanos dan cuenta de sus inquietudes en relación a la psicología, el paganismo y el feminismo. De ahí que su paleta electrizante llame tanto la atención, y la temática nos deje hipnotizados con cada detalle de sus lienzos.
Sus personajes tribales muchas veces llevan máscaras. Según cuenta la artista, esto se debe a una suerte de juego subconsciente que nos permite ser algo diferente por unos instantes. Hay cierta libertad detrás de una máscara, ya seamos dioses, demonios o nuestra propia sombra.
Las imágenes para ella son vehículos de transformación, es el poder del arte de hacernos mirar más allá de nosotros mismos. Hannah Yata construye una estética llamativa a simple vista pero de lenta digestión. Sus animales son extremamente expresivos: peces fuera del agua, multitudes de pájaros, cerdos, unicornios amputados o calaveras. Hay una evidente dualidad entre luz y oscuridad, entre la vida y la muerte. Eso sí, todo transmite muchísima energía.
Más que una fiesta psicodélica la obra de Yata nos invita a bucear sobre nuestros conceptos y buscar allí algo que quizás ni la artista hubiera previsto. Se trata de un profundo diálogo de la obra con sus espectadores. Un diálogo casi siempre desconcertante.
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