‘Sabrina’ y el control de la narrativa

Danielle Cruz Por Danielle Cruz
7 Min lectura
El cómic de Nick Drnaso es un retrato psicológico de la construcción de la realidad en la era Trump

Sabrina imprime de manera brillante el panorama deprimente de la circulación de la información en los tiempos actuales. La soledad, plasmada en colores apáticos, en viñetas muchas veces silenciosas, y en escenarios nada glamurosos donde poco o casi nada ocurre, hace contraste con la intensidad de la desesperación de sus personajes.

«Apartarse de Internet», una de las necesidades expresadas por Sabrina Gallo poco antes de desaparecer, tiene sentido para muchos de nosotros. Temas como el acoso, la depresión y las conspiraciones son centrales a la hora de conformar un sentido y una visión general de lo que pasó con ella por parte de los demás personajes. Todas estas cuestiones hacen que Sabrina sea una obra de plena actualidad.

 

Nick Drnaso, Sabrina, 2018

 

La mayor parte de la trama ocurre entre su novio Teddy, el amigo de infancia, Calvin, que le acoge justo después de la desaparición de Sabrina, y Sandra, su hermana. Los tres sufrirán las consecuencias del desconocimiento, la falta de control sobre el desarrollo de la historia del suceso y la proyección de sus miedos. ¿Qué es real? ¿Quién tiene la razón?

Si bien llegamos a preguntarnos eso todos los días con media hora en las redes sociales, estar en el epicentro de un drama como el de Sabrina puede tener consecuencias devastadoras. Al fin y al cabo, ¿qué sucede cuando la «realidad» se construye por muchas manos y muchos canales?

Con razón el filósofo Gianni Vattimo dice que la «llamada a la realidad» por aquellos que publicitan lo que consideran el «sentido común», es solo un instrumento para la aceptación de un orden establecido. Para él, el concepto de realidad no se distingue de una imposición, por ende, de una suerte de autoritarismo.

Sin embargo, en los tiempos de posverdad, las opiniones se confunden fácilmente con los saberes consolidados y con los hechos contrastados, por lo que es posible entender que el discurso autoritario se expanda tanto cuanto la miseria emocional que provocan.

 

Nick Drnaso, Sabrina, 2018

 

La facilidad de expansión de estos discursos no tiene solo que ver con la retórica sino también con su infraestructura. Las redes sociales han posibilitado la emergencia de múltiples canales de información. Ellas distribuyen el tráfico y curan a través de algoritmos el contenido que recibiremos en nuestros feeds. Al mismo tiempo, funcionan como un ágora para la opinión pública que compite, ante la perplejidad de muchos, con el saber producido en las universidades, divulgados en las revistas especializadas y la prensa tradicional. Los ídolos son otros.

Así tenemos movimientos anti-vacunas, Tierra plana, amenaza comunista, entre muchas otras barbaridades que nos hacen pensar en la necesidad de una ecología digital, o cómo dijo Sabrina Gallo: «apartarse de Internet». Lo que vemos con tanta frecuencia por pura indignación, morbo y otros sentimientos, nos perseguirá hasta el fin de los tiempos a raíz de la programación algorítmica en base a las preferencias del usuario.

Precisamente por eso, con el paso de los años, las redes de distribución dentro de las redes sociales se han establecido con tanta intensidad. Bulos y memes malintencionados ayudan a impartir desiformación y «llamadas a la realidad» con la rapidez de la inmediatez visual y el pulsar de un botón; sea por la credibilidad estética, o el poder económico y de influencia de sus transmisores. En la economía de la atención que vivimos, las narrativas más dramáticas son las más sobreexplotadas. Es sencillo entender que, en estas condiciones, una llamada al ataque y a la furia hacia determinada persona o situación tenga éxito.

 

Nick Drnaso, Sabrina, 2018

 

Sabrina sucede en este vórtice de opiniones, conspiraciones y acoso de los que se alimentan de la miseria ajena y se sienten tentados a «hacer justicia». Una buena noticia es que las políticas alrededor del tema van avanzando y obras tan importantes como ésta hacen eco de la cuestión.

En The Internet of Garbage (2018) por ejemplo, Sarah Jeong ofrece una taxonomía del acoso virtual, donde los clasifica por criterios de inversión e impacto, y además incluye algunas prácticas comunes, como el doxing, la distribución ilegal de datos personales que puede derivar en denuncias falsas. Algunos estos puntos también los podemos ver en Sabrina.

El tema es tan fascinante como urgente. Es posible que cualquiera que lea la entrevista que Nick Drnaso dio a Vulture en razón de la nominación de Sabrina al The Man Booker Prize de 2018 considere que se trate más bien de una sesión de terapia. Es la impresión que da. El autor trata de evitar ser acusado de una falsa modestia cuando dice que cree que su obra está sobrevalorada debido a la atención masiva que ha recibido, pero explica sus sentimientos y el gran esfuerzo en su consecución.

Escribir y dibujar Sabrina no ha sido fácil. Drnaso por aquél entonces acababa de mudarse con su novia, con la que finalmente se casó, y vivía un sinfín de inseguridades. Para colmo, pensar en las personas que hayan pasado o pasan por las mismas situaciones que sus personajes le produce muchísimo respeto. La obra no se trata de una caricatura o una broma, todo lo contrario. Puede que por eso el pánico ante las prácticas de acoso por Internet, cada vez más frecuentes, también se le haya invadido.

 

Nick Drnaso, Sabrina, 2018

 

Nick Drnaso, Sabrina, Salamandra Graphic, 2019. 204 páginas. 24€

 

Referencias:

DRNASO, N. (2018): Sabrina, Granta.

JEONG, S. (2018): The Internet of Garbage, The Verge. Disponible gratuitamente.

VATTIMO, G. (2013): De la realidad, Herder.

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Es editora de elemmental. Doctoranda en Comunicación. Estudió Edición y Filosofía. Amante del arte y los nuevos medios. Estuvo antes en el Cultura/s del diario La Vanguardia.