Un viaje por «El increíble hombre menguante» (1957)

Danielle Cruz Por Danielle Cruz
3 Min lectura
El clásico de los años 50 es uno de los más filosóficos entre las películas de serie B

Para amantes o estudiantes de cine El increíble hombre menguante (The incredible shrinking man) es un clásico que no puede faltar. La película es una adaptación de la novela de Richard Matheson. Ha sido rodada en 1957 por Jack Arnold –famoso por Tarántula (1955), Llegó del más allá (It Came from Outer Space, 1953) o La mujer y el monstruo (Creature from the Black Lagoon, 1954)– con el guión del propio Richard Matheson, que a diferencia de la novela, construye aquí una narrativa lineal.

Scott Carey (Grant Williams) y su mujer Louise (Randy Stuart) están tranquilamente en un barco decidiendo quién se irá a por una cerveza. Ella decide ir, pero cuando vuelve una nube de radiación ha pasado por el barco dejando a Scott manchado de un producto brillante. Los días siguientes Scott, que ingiere sin querer insecticida, se empezará a quejar de que está adelgazando demasiado rápido, hasta que se entera de que realmente está perdiendo estatura.

La historia se desarrolla entre la aceptación de Scott y Louise de que tienen que afrontar una enfermedad, y de la proyección social este hecho ha causado. A la vez que huye del acoso de los periodistas, la adaptación a las nuevas circunstancias llegan a los límites más insospechados. ¿La pareja podrá aguantar la situación? ¿Qué significa, pues, el matrimonio frente a esta suerte de «encogimiento masculino»?

El increíble hombre menguante, clásico de la ciencia-ficción, es una producción ingeniosa de 78 minutos, con maquetas hechas a escala y poquísimos efectos. El resultado es francamente bueno. El argumento es archiconocido, pero queda decir para los que no la hayan visto todavía, que tiene no sólo un gran elemento político, ya que los efectos de la radiación y los productos químicos eran de los asuntos más sonados y preocupantes de la época, pero también es absolutamente existencial.

El lado más filosófico de la película se ve claramente en la inversión de perspectiva que sufre el personaje principal y sus circunstancias: la reconfiguración de los parámetros del sujeto que desea volver a dominar su mundo. Mientras se encuentra en un camino inevitable hacia la nada luchará incesantemente, con sus recursos físicos e intelectuales, para reafirmar su existencia.

Randy Stuart y Grant Williams en escena de El increíble hombre menguante
Grant Williams y el gato en escena de El increíble hombre menguante
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Es editora de elemmental. Doctoranda en Comunicación. Estudió Edición y Filosofía. Amante del arte y los nuevos medios. Estuvo antes en el Cultura/s del diario La Vanguardia.