Wong Ping: más allá de la perversión

Danielle Cruz Por Danielle Cruz
5 Min lectura
De la perplejidad al goce con animaciones surrealistas del artista de Hong Kong

Estéticamente, siempre me he preguntado si la abstracción llega a invalidar la perversión representada, por la manera como me hace percibir los dibujos eróticos. Las animaciones de Wong Ping tienen el atractivo de llevarnos hacia la racionalidad más que a los meros prejuicios. Tal como lo hace, confronta situaciones obscenas y profundamente obsesivas con los cuestionamientos sobre la sociedad y uno mismo.

Wong Ping es el retrato de muchos de su generación. Hiperconectado, trabaja solo, escribe sus historias, las anima, crea el sonido. Y también lo son sus animaciones, que por muy apabullantes y surrealistas que parezcan, están jugando con el control, las relaciones humanas, la masculinidad, los afectos y los deseos reprimidos. Tantea así, entre neones y la voz monótona de un narrador, la política o la economía digital.

 

 

 

Wong Ping, Who’s the Daddy, 2017

 

 

 

El artista, nacido en Hong Kong en 1984, sale a estudiar en Australia en 2005. En 2014, funda Wong Ping Animation Lab y empieza a transitar por el círculo underground de Hong Kong. Una de sus primeras instalaciones, Jungle of Desire (2015), trata la historia de un hombre impotente incapaz de satisfacer a su mujer, por lo que deja que ella se prostituya en casa y acabe siendo extorsionada por un policía.

Para exponerla en Things That Can Happen –un espacio artístico sin ánimos de lucro ubicado en un barrio obrero en Kowloon, centro de la industria del sexo de Hong Kong– ha llenado el lugar de maneki neko, estos gatitos japoneses que mueven el brazo, pero trabajados para que los brazos se asemejen a penes. Acompañaban esculturas transparentes de mujeres sin cabeza con sus vaginas iluminadas por neones.

 

 

 

 

 

 

 

El entorno estético pop y optimista no solo agrada como facilita en todos los casos el paso de un mensaje muy valiente, por la complejidad de su provocación. Esto se debe a la mezcla de humor y perplejidad que Ping nos suscita a cada corto.

En Who’s the Daddy? (2017), el protagonista, que se siente parte una minoría porque su pequeño pene no cuenta en las estadísticas, busca a una mujer en Tinder deduciendo de sus fotos su posicionamiento político. El match entre un ateo devoto y una religiosa que acaba por quitarle un ojo desemboca en reflexiones sobre la figura materna actual y de antaño, los fetiches, la paternidad y la política.

 

 

 

 

 

 

 

Como en muchos de sus cortos el lenguaje sexual y de sus impulsos hacen por completo la trama. En Doggy Love (2015), el protagonista no entiende el significado del corazón. Se interesa por una chica de su escuela que tiene las tetas en la espalda y sus fantasías alcanzan la quinta potencia. No es capaz de controlar sus impulsos sexuales hasta que finalmente se enamoran y él logra comprender el significado del amor. Hay que verlo.

 

 

 

 

 

 

 

Sin miedo y sin vergüenza, las reflexiones sobre las animaciones de Wong Ping dan para mucha conversación. Si estás en Nueva York, aprovecha para ver Dear, Can I Give You a Hand? en la exposición One Hand Clapping, en el Guggenheim hasta el 21 de octubre de 2018. La obra, inspirada en un momento en que ve unas cintas pornográficas tiradas a la basura en perfecto estado por un señor mayor, habla de las tensiones entre generaciones y la economía digital. La exposición reúne a cinco artistas emergentes chinos que se cuestionan cómo la globalización afecta nuestro entendimiento del futuro.

Para más, puedes ver todos los cortos de Wong Ping en su canal de Vimeo y también en su perfil de Instagram.

 

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Es editora de elemmental. Doctoranda en Comunicación. Estudió Edición y Filosofía. Amante del arte y los nuevos medios. Estuvo antes en el Cultura/s del diario La Vanguardia.