Con las emociones a flor de piel la artista londinese retrata el cotidiano de su generación
Es difícil ser una joven mujer y no sentirse identificada con las ilustraciones de Polly Nor. Son todo un retrato generacional. También es verdad que hay gente muy capaz de gastarse el tiempo en criticarla, para qué nos vamos a engañar. Para bien o para mal, el arte algo les afecta.
Polly Nor tiene un trazado super atractivo y sus relatos se inspiran en la vida misma. En sus relaciones personales, las indecisiones del día a día, adicción a la tecnología, en las miles de horas que ha pasado en su habitación en su adolescencia.
Su trabajo en sí tiene origen en sus frustraciones. Cansada de no encontrar un trabajo “real”, la artista se encerró en un estudio a dibujar y desde entonces no ha parado. Para hacerlo bien, dice, hace falta estar un poco enfadada.

Los demonios, según cuenta, son una representación de la imaginación femenina. Sirven, además, para contar otro tipo de historias relacionadas sobre todo con sus emociones. Ahí vienen los cambios de humor, las situaciones en grupo, o las luchas personales. Los espejos muestran ese encuentro tragicómico consigo misma en un espacio casi siempre desordenado como reflejo de su interior.

La representación de mujeres «normales» –que no encajan en el patrón de los anuncios, vaya– y la sexualidad femenina son puntos de vital importancia. La artista considera que las mujeres estamos condicionadas a avergonzarnos de nuestra sexualidad, y una de las razones es que nos hemos acostumbrado a unas circunstancias de acoso normalizadas. Lleva mucha razón.
En habitaciones o en florestas surrealistas de Polly Nor podemos esperar buenas sorpresas. También en el formato: además de divertidas ilustraciones digitales, animaciones o esculturas, ha empezado a coquetear con los cómics. Que no pare.







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