José Luis Losa: «La gente joven es a la que más fácil le debería ser ir al cine»

Javi Camino Por Javi Camino
23 Min lectura
El director de Cineuropa nos habla de la historia del festival, del papel de la crítica, de los cambios generacionales y, por supuesto, de películas

En Santiago de Compostela, noviembre es el mes de Cineuropa. Una cita cinéfila con una trayectoria de 32 años que ya es toda una institución en la ciudad. Gracias a su director, el veterano crítico cinematográfico José Luis Losa (Mieres, 1965), los compostelanos hemos podido acceder a un tipo de cine que no suele llegar a las salas comerciales. Desde los últimos bombazos de festivales como Cannes o Berlín hasta ciclos dedicados a outsiders japoneses como Kōji Wakamatsu pasando por joyas olvidadas del fantaterror español, el giallo o los documentales: todo tiene cabida en la ecléctica e inabarcable fórmula de Cineuropa. Un festival que apuesta por el buen cine, más allá de prejuicios y etiquetas.

 

José Luis Losa y Ángela Molina, premiada en el Cineuropa32. 2018. Foto: Cineuropa

 

P. Naciste en Mieres pero creciste y viviste prácticamente toda tu vida en Santiago. Para mi generación gracias a Internet y Cineuropa siempre ha sido sencillo acceder al cine más underground. Pero ¿cómo hacíais antes, cuando ni Internet ni Cineuropa todavía existían?

R. Aquí en Santiago en los ochenta era terrible, había tres o cuatro salas en toda la ciudad y sólo estrenaban cosas como El Príncipe de Zamunda. Teníamos mucha menos información, no había los circuitos de distribución que hay ahora, ni salas de versión original. Los estrenos no eran simultáneos y películas que estrenaban en Madrid o Barcelona podían tardar meses en llegar aquí. Mis fuentes esenciales eran los festivales de San Sebastián y Valladolid. Hace treinta años eran contados los que podían permitirse ir a Cannes o Berlín.

P. ¿No había ningún cineclub?

R. Existía en las postrimerías del franquismo un cineclub, cuyo nombre no recuerdo, pero programaba una película cada mes o cada dos meses. Yo lo viví ya más como una cosa conmemorativa que como un cineclub con programación regular.

P. Lo que sí que tuviste que vivir fue la época dorada de los videoclubs. ¿Eras muy asiduo?

R. ¡Claro! A través de los videoclubs se recuperaba mucho cine que no llegó a las salas por culpa de la censura franquista. Por ejemplo, Más allá del bien y el mal de Liliana Cavani, una película que programamos este año, yo recuerdo descubrirla a través del videoclub. También películas del destape como La oscura historia de la prima Montse de Ana Belén. Sí, sí, yo eran un gran consumidor. Antes de eso estaba el alquiler en Super 8. Películas que era demasiado joven para ver en el estreno como Perros de Paja o Chinatown recuerdo verlas en ese formato. Las alquilaba en Tadel, un sitio que creo que sigue existiendo como tienda de fotografía en San Pedro de Mezonzo.

 

Público en el Teatro Principal de Santiago de Compostela. 2018. Foto: Cineuropa

 

P. ¿Tenías algún crítico de referencia? ¿Alguien a quien siguieras especialmente?

R. De crío, imagino que como todos los de mi generación, Alfonso Sánchez. Un señor muy mayor con una voz que temblaba mucho (risas). Solían imitarlo los humoristas del momento. Ése es el primero que recuerdo pero el crítico que realmente me influyó, quizás más en estilo que en gustos, es Ángel Fernández-Santos. Me parece que es el crítico más brillante que ha habido en España. Un tipo que además había escrito guiones como El Espíritu de la Colmena. Hemos pasado de ese nivel a Carlos Boyero, un tipo que solo escribe sandeces e insultos.

P. Parece que es lo que vende.

R. Sí, también el Premio Planeta en 1977 lo ganaba Jorge Semprún y ahora lo gana Màxim Huerta. La degeneración cultural es a todos los niveles y también pasa en la crítica. Lo que hace Carlos Boyero no me parece crítica de cine, es un monstruo que ha creado Prisa. Una persona que critica muchas películas que no ve, no analiza, simplemente habla de cómo le fue el día.

P. Lo bueno que tiene es que es muy claro con sus filias y fobias. Hay películas que si las pone mal sabes que van a ser buenas.

R. También al revés. Película que dice “me ha encantado” es casi automático que yo la he detestado (risas).

P. ¿Te han censurado alguna vez una crítica de cine?

R. Depende del medio para el que trabajes y las relaciones que tengas con los grupos de comunicación. Yo tengo la fortuna de que al hacer crítica desde Galicia no tengo relación directa con las películas y nunca he tenido problema. Puede haber alguna película que tú mismo intuyes que ser durísimo con ella quizás no es lo más conveniente pero poco más.

P. El director Uwe Boll retó a varios críticos de cine a un combate de boxeo por poner mal sus películas. ¿Te pasó algo similar? ¿Alguna vez tuviste algún enfrentamiento con un director por una mala crítica?

R. (Risas) Sí, hay un tipo que tiene un ego insoportable que es Álex de la Iglesia. Las brujas de Zugarramurdi me pareció una película espantosa. La pusieron fuera de concurso en el Festival de Donosti. Bien protegida, con todos los medios de Prisa poniéndola de maravilla, como pasa con todas las películas de Álex de la Iglesia. Yo le hice una crítica dura y él la rescató en Twitter con un par de comentarios humorísticos. Se armó algo de lío y fue un poco desagradable.

 

La Real Filarmónica de Galicia puso la banda sonora a «El Gabinete del Doctor Caligari». 2018. Foto: Cineuropa

 

P. Las malas lenguas dicen que tras muchos críticos de cine hay cineastas frustrados. ¿Qué opinas de eso?

R. (Risas) No, en absoluto. En todo caso podría ser guionista frustrado. A mí me gusta escribir. He publicado una novela y un par de ensayos. Considero que a nivel creativo lo que podría desarrollar es la escritura, pero no la escritura cinematográfica específicamente.

P. ¿Cómo se llama la novela?

R. Se llama Caza de rojos (2005). Es una especie de autoficción a partir de entrevistas con Santiago Carrillo y Jorge Semprún. Una novela sobre la clandestinidad del comunismo en el Madrid del franquismo y cierta polémica que hubo entre ambos. Fue complicado porque ninguno quería hablar del tema pero al final conseguí comentarios de ambos.

P. ¿Se puede vivir de la crítica?

R. Es muy complicado. Ahora mismo solo hago crítica de festivales para La Voz de Galicia. Mi tarea profesional básica es la de programador de cine, ahora en Cineuropa. Si tuviera que vivir de la crítica no podría. Tendría que plantearme colaborar en seis medios más. Los compañeros que tengo críticos de cine son profesores de Universidad. El único que vive de la crítica es Boyero que es el mejor pagado y el menos profesional. Un hombre que no domina ninguna lengua que no sea el castellano. Antes iba a Venecia y a todos los festivales internacionales con Oti Rodríguez Marchante del ABC, que era como su lazarillo, le tenía que contar las películas porque Boyero no entendía nada al no conocer el idioma. Ahora como tiene que ir solo ya ha dejado de ir a muchos festivales porque no se entera de nada.

P. ¿Hay alguna película que te haya dejado marcado de lo mala que era?

R. Recuerdo una muy mala, muy mala. Se llama Tánger. La única película que dirigió Juan Madrid, el escritor de novela negra. Una película con Ramoncín todo engominado haciendo de facha, con Jorge Perugorría interpretando a un marroquí que hablaba castellano perfecto, mataban a Ramoncín y parecía los payasos de la tele. Hubo un encadenado de carcajadas tan grande en la sala que la recuerdo como una de las experiencias más felices de mi vida. En ese sentido de lo agradezco muchísimo a Juan Madrid. Ojalá vuelva pronto a dirigir alguna vez otra peli (risas).

Otra mala pero de cabrearme fue Cafarnaúm que se pasó este año en Cannes. Este cine que intenta ir de comprometido y es una pura farsa me pone muy nervioso. Es la historia de un niño de siete años y un bebé en medio de un Líbano en ruinas. Una inmundicia moral. Una de esas películas prefiguradas para engatusar con los sentimientos. El embellecimiento de la miseria y el postureo me pone muy nervioso. Esa pseudomodernidad de algunas películas que no terminas de entender, ni después de ver ocho películas de ese director, pero que a tu alrededor parece que hay unanimidad sobre su excelencia y sospechas que puede haber algo de postureo.

 

Michaela Duma puso música a «La guerra de la independencia». 2018. Foto: Cineuropa

 

P. Hablando de postureos y pseudomodernidades, ¿qué fue de Apichatpong Weerasethakul? ¿Aquel encumbramiento de Tío Boonmee recuerda sus vidas pasadas fue una conspiración de la crítica?

R. (Risas) Yo la primera vez que la vi me quedé dormido. Vi la escena del cunnilingus del pez y alguna otra secuencia curiosa. Después la vi entera, eh (risas). Todo mi grupo de amigos eran muy groupies de Apichatpong. Yo la verdad es que no conecté, aunque tampoco me cabreó. Apichatpong me puede interesar algo pero aquel entusiasmo, esa idea de que era el nuevo Ciudadano Kane para mí era algo muy marciano. Me alegré por mi amigo, el productor Luís Miñarro, pero bueno, la película se estrenó con Palma de Oro y todo, y no dio un duro. Lo cual demuestra para que valen al final los premios.

Pasó un fenómeno parecido con los filipinos, con Brillante Mendoza o con Lav Díaz ahora. Yo creo que en cierto sector de la crítica, no en todos por supuesto, pero quizás en el sector más joven, hay un cierto adanismo. Llegan con veinte años y dicen “Bueno, como va ser imposible que yo me ponga al día con Minelli, Fritz Lang, Douglas Sirk, Antonioni, etc. Lo importante es que esté al tanto de lo último y sea el primero en decirlo”. Defienden lo que ellos pueden vender como primicia y a veces se reivindican cosas que no se entienden.

A mí incluso me pasa con Godard, quizás tengo un problema. Godard es un señor con una trayectoria interesantísima y que ha influido muchísimo en la historia pero a mí sus películas de la última década no me han aportado nada. Sin embargo, estoy rodeado de amigos con un gusto excelente que tienen orgasmos con cada película de Godard. Son como misas laicas sus proyecciones (risas).

P. Dejemos aparcado el mundo de la crítica y sus fenómenos paranormales. Hablemos de Cineuropa. ¿Cómo empezó todo?

R. El primer año fue en 1987 bajo el gobierno municipal de Xerardo Estévez. Era una muestra de cine dentro de un proyecto llamado Encontros no Camiño de Santiago. Es interesante, porque toda esta historia del Xacobeo, que parece que fue cosa de de Fraga y el PP fue en realidad un invento de Xerardo Estévez. Un alcalde socialista que tenía muy buena relación con la gente. Recuerdo que le decíamos “¡Qué pesado estás con estas cosas tuyas de los curas! ¡Eres un carca!” (risas). Él fue quien habló con Marcelino Oreja y sacó adelante todo esto. Después Fraga se encargó de rentabilizarlo. En fin, esto es una pequeña nota al margen. El primer año de Cineuropa fue una semana de proyecciones dentro de aquellos Encontros.

P. ¿Ya eras el programador en aquel momento?

R. Sí, aquel año a medias con Manuel Dapena, un redactor de La Voz de Galicia. El segundo año ya yo les propuse esta fórmula de festival no competitivo de un mes de duración. Funcionó muy bien, que de repente a Santiago llegasen las películas de Wenders, Greenaway, Ken Loach, Kieslowski… era insólito. Estévez estaba encantando y siempre dio su apoyo para hacer el festival.

 

Alisa Berger presentó «The Astronauts’ Bodies». 2018. Foto: Cineuropa

 

P. ¿Cuál ha sido el mayor cambio que has percibido en estos años?

R. El cambio más brutal ha sido el cambio de público, es un reflejo del cambio que ha pegado la sociedad. En sus inicios el 90% del público de Cineuropa eran universitarios. Gente de 18-23 años. Ahora la mayoría son de 40 para arriba. Pienso que tal vez los nativos digitales ya no son capaces de estar dos horas en una sala sin encender el móvil o que prefieren esperar a que las películas se estrenen en salas comerciales. No lo sé. La gente joven es a la que más fácil le debería ser ir al cine. Esto es muy problemático. Parece que no hay relevo y como esto siga así dentro de nada no habrá nadie en las salas de menos de 50 años.

P. ¿Te sueles llevar sorpresas con las votaciones del público?

R. Antes sí (risas). Pero en realidad el público vota igual en todas partes. La película que se lleva el premio del público en San Sebastián es muy probable que se lleve el premio del público en Santiago, Sevilla o Valladolid. Gana el tipo de película amable, que no ofende, con un punto reivindicativo pero sin dejarte mal cuerpo, con un toque demagógico que engatusa.

P. Sin embargo, si revisamos el premio en anteriores ediciones sorprende encontrarse premios a películas bastante oscuras. A principios de los noventa ganaron Justino, asesino de la tercera edad y Toto, le héros, por ejemplo.

R. Sí, es justo el cambio de público del que hablábamos. El público de aquellos años era más joven. Pero, ¡ojo!, porque hoy en día hay algo incluso más reaccionario y conservador que el premio del público y es el premio de la juventud. Aquí aún estamos empezando pero el premio del jurado joven en Donosti es siempre incluso más reaccionario que el premio del público. No quiero sonar yo mismo reaccionario hablando de que los jóvenes de ahora sean un desastre (risas) pero sí es cierto que los noventa eran otros tiempos y había otra mentalidad. Creo que aquella juventud tenía respecto al cine un punto de madurez y de curiosidad por la transgresión mayor que los jóvenes actuales. Actualmente sería impensable que una película como Justino se llevase el premio del público. Como mucho quedaría por la mitad de la tabla (risas).

 

Vistas de la Rúa Nova, en frente al Teatro Principal en Santiago de Compostela. 2018. Foto: Cineuropa

 

P. Tras todas estas ediciones. ¿Cuáles crees que han sido los grandes logros de Cineuropa?

R. Evidentemente el privilegio de convertir a Santiago en una de las ciudades mejor abastecidas de cine. Brindar al público de Santiago la oportunidad de ver esas películas que los críticos ven en los festivales de todo el mundo. Democratizar el cine, vaya. También me produce mucha satisfacción personal, cuando profesionales como Luis Tosar me comentan “pues yo descubrí el cine de autor o me dediqué al cine gracias a Cineuropa” porque ves que lo que haces ha servido de estímulo a mucha gente.

Por otra parte reivindicar a ciertos cineastas esquinados por cierta parte de la modernidad como Arturo Ripstein o especialmente Carlos Saura o Costa-Gavras. Tres directores que me gustan muchísimo. En concreto el caso de Saura es sangrante. Hubo un tipo estilo Boyero que escribía en El País crítica de televisión en los noventa que empezó a insultarlo y llamarlo casposo. Le ponía un cero a todas sus películas por sistema. Se puso de moda sacudirle a Saura, con la influencia que de aquella tenía El País, y eso dañó mucho su cine. A mi reivindicar este tipo de cineastas que han sido valientes e interesantísimos me produce un gran placer.

P. Yo confieso que a Saura lo descubrí bastante tarde. Sus pelis de los últimos años no me acaban de llegar pero toda la etapa con Geraldine Chaplin me alucina: Peppermint Frappé, La Madriguera, Cría Cuervos

R. ¡Son brutales! Con La prima Angélica de 1973 tuvo amenazas de bomba de la extrema derecha. Incluso pelis suyas ninguneadas como Taxi son interesantes, una peli de 1996 que habla de un grupo de taxistas que se dedican a matar prostitutas, travestis, homosexuales… Es un tipo que nunca da puntada sin hilo porque hay una cosa que poca gente sabe y es que el tópico de que los taxistas en Madrid son muy fachas tiene un sustrato real terrorífico. Fuerza Nueva, el partido de extrema derecha de Blas Piñar tenía un sindicato que se llamaba Fuerza Nacional del Trabajo y era aplastantemente mayoritario en el sector del taxi. Porque en la dictadura, como en todas las dictaduras, las licencias se le daban a gente que era medio taxista, medio informante. Tampoco estoy diciendo que todos los taxistas fueran informantes. Pero bueno, había ese sustrato. Esta película te habla de este código que mucha gente desconoce.

P. Por desgracia estamos ya en la recta final de esta edición de Cineuropa. ¿Nos queda todavía algún plato fuerte por degustar?

R. Queda In fabric que me parece una de las películas del año, Las hijas del fuego, Gräns que es una película bastante bizarra sobre dos trolls, La flor que es toda una experiencia, Loro, la nueva de Sorrentino que tenemos en exclusiva, Galveston, que está muy bien, Las herederas, una película uruguaya que me encanta, Cómprame un revólver, una distopía mexicana que seguro se verá poco, Fleuve noir, una serie negra muy buena, Coincoin contra los extraterrestres, una frikada de Bruno Dumont, y bueno, Cuchillo y corazón de Yann González que también es de mis favoritas de este año. Es como una mezcla de Argento, de Palma y el Antonioni de Blow up. Una peli muy interesante.

P. O sea que aún nos queda mucho Cineuropa por delante.

R. (Risas) Sí, sí, ¡claro que queda!




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Director de cine y periodista. Colaboró con Vice, Tentaciones, entre otras publicaciones. "Jacinto" es su nuevo largometraje.