Sara Morante: «La única forma de ilustrar un libro es sumergirse de lleno en la historia, hacerla tuya»

María von Touceda Por María von Touceda
17 Min lectura
La ilustradora cántabra nos habla en profundidad de su proceso creativo, su imaginario y sus inspiraciones

Sara Morante (Torrelavega, 1976) es una de las ilustradoras más demandadas de este país y no precisamente porque esté de moda, sino porque lleva años forjándose un estilo personal que reconoceríamos entre un millón de dibujos.

Se formó estudiando Artes Aplicadas entre Santander y Dublín y ha sido galardonada con el Premio Nacional de Arte Joven 2008 del Gobierno de Cantabria, categoría Ilustración, y con el Premio Euskadi de Ilustración 2012 por su trabajo en el libro “La flor roja”.

En su recién estrenada web nos recibe un dibujo de una mujer con un incendio sobre su cabeza que resume a la perfección la fuerza de un imaginario flamígero, dentro de la mente de esta cántabra asentada en Hendaya que nos roba el corazón a golpe de ilustración.

Hemos charlado con ella.

Ilustración de Sara Morante. Cortesía de la artista

 

 

 

P. Sobre algunos artistas se puede hablar de estilo propio pero de tu trabajo hay que decir directamente «Universo Morante». ¿Dónde se forjó este apasionante imaginario?

R. Pues no tengo ni idea de dónde se forjó. Supongo que es algo acumulativo. Sé que durante toda mi vida «atesoraba» imágenes que veía, sensaciones, objetos, que no tenía ni idea de por qué sentía que tenía que retener todo eso en mi memoria, ni para qué, y que, cuando empecé a trabajar como ilustradora y pude «volcar» todas esas imágenes, sensaciones o emociones que antes había experimentado en mis ilustraciones, entendí por qué lo había guardado todo.

De mi infancia conservo la querencia por muchas cosas, eso sí. Las casas que se caen a pedazos, las tapicerías y ambientes decadentes y las lecturas; mis libros favoritos de pequeña eran de Tolstoi y de María Gripe, donde se hablaba de cuestiones sociales. Y también Mortadelo y Filemón, que mi madre dice que no quería aprender a leer porque decía que lo entendía todo en los dibujos… Es que me crié en la casa de mi abuela, que cosía, y rodeada de telas. Y el piano de mi madre…

 

 

 

Ilustración de Sara Morante. Edith Wharton, Xingú, Editorial Contraseña, 2012. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Cuáles crees tú que son las principales diferencias entre un dibujante y un ilustrador?

R. Qué pregunta más complicada. Sólo puedo señalar cuáles son las diferencias entre uno dibujo mío y una ilustración mía: qué cambia de dibujo a ilustración. Si dibujo una rama con un lápiz es un dibujo. Si a esa rama le pinto un trozo con pintura roja, es una ilustración, porque hay una narración, hay una intención no sólo de reproducir algo concreto (una rama) sino de ir más allá de esa rama, contar una historia, señalar algo que está sucediendo o va a suceder. Esa es mi línea de división entre el dibujo y la ilustración. Hago retratos pero para mí un busto, un retrato, no es una ilustración; no estoy contando nada. Si a ese retrato le añado un incendio en la cabeza, estoy entrando en la ilustración; te voy a contar algo que le perturba a esa persona, por ejemplo. Hablo siempre de la ilustración literaria, claro.

 

 

 

Ilustración de Sara Morante. Hans Cristian Andersen, Los zapatos rojos, Editorial Impedimenta, 2011. Cortesía de la artista

 

 

 

P. La vida de las paredes es tu primer libro como ilustradora y escritora. Un reto que has afrontado airosa. ¿Piensas repetir la experiencia?

R. La vida de las paredes abrió una puerta, la de la escritura, que me atrajo mucho. La libertad de crear a los personajes y disponer de sus vidas, de la historia, y el placer de escribir, es algo que quiero repetir, pero, al igual que con la ilustración, con la escritura quiero hacerlo cada vez mejor, tomarme más tiempo para hacerlo.

Así que, sí. Lo quiero volver a hacer. En cuanto la ilustración me deje, porque necesito disponer de varios meses «libres» (no soy capaz de meter la cabeza en una historia que estoy ilustrando y, al mismo tiempo, escribir otra historia).

 

 

 

Sara Morante, La Vida de las Paredes, Lumen, 2015. Cortesía de la artista

 

 

 

P. En el Certamen Tipos, expuesto el diciembre pasado en el Palacete del Embarcadero de Santander, nos has sorprendido con una pieza textil. ¿Se abre un nuevo horizonte en la moda para el «Universo Morante»?

R. Tengo un catálogo de telas y papeles pintados enorme, la gran mayoría de estos diseños aparecen en los libros que ilustro, bien en las guardas de los libros, bien en los escenarios que creo o en la ropa de los personajes. La posibilidad de producir telas y papeles pintados surgió hace tiempo, pero ha sido ahora cuando, a partir del Certamen Tipos, lo he hecho realidad. Y sí es posible que toque ese palo.

 

 

 

Ilustración de Sara Morante. Elizabeth von Armin, Elizabeth y su jardín alemán, Editorial Lumen, 2016. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Cómo afrontas el proceso creativo?

R. Cuanto más conozco mi proceso creativo más cuenta me doy de que es imposible conocer su funcionamiento. Me explico, y pongo como ejemplo un libro. Un libro, un encargo, llega a mis manos. Lo leo, le doy una «lectura profesional», que no es lo mismo que una lectura lúdica un domingo por la tarde tranquilamente en mi sofá. No me dejo ni un detalle, por nimio que parezca. En esa primera lectura, y en la digestión posterior de la misma, voy asentando el contexto que voy a crear. Quiénes son los personajes, cómo son los escenarios, qué le sucede a esta gente y cómo voy a representarlo, cuál es el argumento, la trama de la historia y cómo la voy a narrar, de forma directa y de forma paralela. Anoto todo esto y me olvido de todo. Retrato a los personajes, creo los escenarios y, como cualquier lector, fabulo sobre todo ello. Pero el proceso creativo es tan perverso que hace que no entienda nada de lo que estoy haciendo. Me pierdo varias veces y me vuelvo a encontrar. De pronto me doy cuenta de que llevo semanas ilustrando una historia que no he vuelto a leer, y que lo que tengo en la cabeza difiere un poco de esa historia que leí de forma tan «profesional»: ¡me estoy inventando/imaginando cosas/escenas que no aparecen en el libro!

Bueno, da igual, es mi lectura y es algo personal. Esta parte la disfruto cuando veo hacia dónde me lleva el proceso, pero el resto del tiempo me produce mucho desasosiego el pensar que no tendré ideas, que no sabré profundizar o narrar la historia como merece. Me autoboicoteo. No me suelen preocupar los receptores finales de este trabajo (editores, lectores), el plazo de entrega me presiona más que su opinión. Después de trece o catorce libros he aprendido a convivir con este proceso, a no dejarme intimidar y confío siempre en que tendré ideas y en que me meteré en la historia porque, para mí, la única forma de ilustrar un libro es sumergirse de lleno en la historia, hacerla tuya. No vale narrarla de forma superficial, tengo que meterme en la piel de esos personajes.

 

 

 

Ilustración de Sara Morante. VV.AA., Frankenstein resuturado, Alrevés Editor, 2018. Cortesía de la artista

 

 

 

P. Además de los propios materiales de dibujo, ¿qué no falta nunca en el espacio donde trabajas?

R. Mucha luz, música o una película antigua de fondo (la sigo como se seguían los seriales de fondo), porque no soy capaz de dibujar más de dos minutos seguidos, descanso y me distraigo. Hace tiempo que no trabajo en el estudio, me he pasado al sofá de la sala, que mide tres metros de largo, así que por las mañanas ocupo el lado que da a la ventana para trabajar, y, cuando dejo de trabajar me paso al otro lado. Tampoco falta la cocina cerca, la tetera y la cafetera.

En realidad todas mis cosas. Mis muebles antiguos y las bizarradas que tengo de mis viajes al brocante, porque cuando me entra la ansiaputa [risas], me voy al brocante del pueblo a ver lo que tienen. Como quien se va al Zara o al Museo del Prado.

 

 

 

Sara Morante, La ciega y el cuervo. Lámina. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Cuáles dirías tú que son los pros y los contras de las redes sociales en el oficio de ilustradora?

R. Los pros: dan mucha visibilidad. Yo, que vivo ya no en una provincia sino que vivo más allá de la frontera, en el primer pueblo francés de la frontera, las posibilidades de mostrar mi trabajo, sin redes sociales, eran pequeñas. La mayoría de las editoriales con las que trabajo están en Madrid y en Barcelona. Las redes sociales nos acercan a todos. Los contras: me distraen mucho, pero como soy partidaria de la procrastinación como parte indispensable del proceso creativo, lo llevo bien. Como ilustradora no he tenido malas experiencias con esto, al menos no reseñables.

 

P. ¿Tienes algún color fetiche?

R. El rojo en todas sus gamas. Es curioso, pienso en Judith Scott y cómo la creación le ayudó a mejorar su maltrecha autoestima y cómo, poco a poco, se fue convirtiendo en una de sus esculturas, llenándose de collares, sombreros y fulares. Que yo es raro que vista como visten mis personajes. El rojo, sí, porque es un color de carácter polisémico.

 

 

 

Ilustración de Sara Morante. Fabrice Gaignault, Diccionario de literatura para esnobs, Impedimenta, 2011. Cortesía de la artista

 

 

 

P. Sabiendo lo que sabes ahora, ¿qué aconsejarías a tu yo del pasado cuando decidió ser ilustradora?

R. Prestar más atención en las clases de Dibujo Artístico, Volumen II y Dibujo Técnico, la verdad sea dicha. Sobre lo demás, lo dejaría como está. Empecé con las ideas bastante claras, aunque aprendí lo que era la ilustración sobre la marcha.

 

P. Está claro que eres muy buena fisonomista porque proyectas personalidades a través de rasgos. ¿Cómo lo logras?

R. Le doy mucha importancia a los retratos de los personajes, y le dedico mucho tiempo al dramatis personae. Me interesan sus circunstancias en la historia, qué les sucede y cómo reflejar eso en sus rostros. Puedo pasar una mañana entera dibujando los ojos. Un milímetro de lápiz arriba o abajo cambian totalmente la expresión de una mirada. Y me gusta ver en esas miradas lo que he sentido en la lectura del texto. No ahorro ni edad a un personaje (evito la infantilización del rostro; si es una mujer de cierta edad, tendrá arrugas), ni tribulaciones: si el texto habla de un personaje y sus tribulaciones, habrá mirada compungida. Luego está lo que yo llamo «licencias de ilustradora»: si el texto no especifica, aplico mi propio canon estético, el tipo de rostro o cuerpo que me gusta: con miradas intensas enmarcadas en unas bellas ojeras, caderas anchas, etc.

 

 

 

Sara Morante, La poèsie est morte. Lámina. Cortesía de la artista

 

 

 

P. Por tus dibujos de flores, plantas, pájaros, enredaderas… tus fans fantaseamos con que vives en una selva. ¿Qué hay de verdad en esto?

R. [Risas] Yo también fantaseo con que vivo en una selva. Tengo un limonero, un naranjo, una magnolia grandiflora de casi dos metros, cinco hibiscus, una adelfa, un laurel, una monstera que va hacia la luz, un lilo blanco, un aguacate, plantas tropicales varias, dos crisantemos y dos ficus. Y nada de esto es fantasía. Por cierto, de eso también me rodeo cuando trabajo, porque donde me siento tengo luz y veo el laurel, la adelfa, el magnolio, un manzano, un pequeño roble y una peonía… ¡Ah!, y tengo passiflora enredada en todas partes, de la que hurto cuando paseo por Hendaya.

 

P. ¿Cuáles son tus mayores influencias artísticas?

R. Siempre pienso en la tríada Lautrec-Klimt-Schiele.

 

 

 

Sara Morante, La Vida de las Paredes, Lumen, 2015. Cortesía de la artista

 

 

 

P. Cuéntanos un poco que proyectos tuyos veremos en el 2019.

R. Arranco 2019 con unas ganas y unos nervios bestiales, en Nochevieja me temblaba la copa de champaña pensando en todo lo que me viene. Empezamos con una expo muy personal sobre mi trabajo que está comisariando Carmen Lascuraín con mucho mimo en la BCC de Santander. Me contó su «relato» y me está encantando la manera que ha tenido de entender mi trabajo, los detalles personales que rodean los libros que ilustro. Más adelante repito con la editorial Nórdica de la mano de Víctor Fernández, que edita un libro que ilustraré. Hay más, pero tampoco puedo hablar de ello. Proyectos muy bonitos.

El triunfo de Sara Morante no es casual, trabaja en una evolución constante, probando cosas nuevas con las que nos sorprende a la vez que nos encandila cada vez más, hasta formar parte indispensable de nuestra biblioteca y, por lo tanto, de nuestro hogar.

 

La exposición Sara Morante se abre el 18 de enero de 2019 en la Biblioteca Central de Cantabria en Santander. Puedes ver otros trabajos de ella en su página web y también en Facebook.

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Crítica de arte contemporáneo y escritora. Es autora de las novelas 'Crítica del vicio' (2016) y 'Coito Ergo Sum' (2019), ambas publicadas por La Marca Negra Ediciones.