Desde Helsinki la artista madrileña nos revela las claves de sus principales obras
Leonor Ruiz Dubrovin (Madrid, 1978) es una artista que con su trabajo abre ciertas incógnitas en nuestra percepción que nos llevan a cuestionarnos nuestros principios existenciales.
Su obra funciona como un revulsivo estético señalando a los espectadores caminos intelectuales que suman experiencia y saber.
Conversamos con ella para comprender mejor su espectacular y enigmático trabajo:
P. Frente a otros artistas que nos presentan objetos, tú, en tus obras, nos alejas de ellos. ¿Cuál es el porqué de ese camino inverso?
R. El hilo conductor que de alguna forma une mi obra desde los comienzos es el concepto de la presencia de la ausencia. A medida que mi enfoque se ha expandido y tomado diversas formas la anulación de la figura y la materia ha permanecido. Es algo abstracto e intrínseco dentro de mi trabajo.
P. En tu serie Behind the scene los telones que nos sumergen en un teatro, ¿esto está de alguna manera relacionado con la idea barroca de la vida como teatro o tus referentes son otros?
R. Me interesan los intercambios e interacciones entre las artes visuales, como la pintura y la escultura, con otras disciplinas, como la cinematografía y escenografía. Si bien utilizo una variedad de materiales y procesos distintos en cada proyecto, mi metodología es consistente. Aunque puede que no siempre haya similitudes materiales entre los diferentes proyectos, están vinculados por preocupaciones formales recurrentes y por el tema. El tema de cada cuerpo de trabajo determina los materiales y las formas del trabajo. Cada proyecto a menudo consta de varios trabajos, a menudo en una variedad de medios diferentes, agrupados en torno a temas y significados específicos. Durante la investigación y la producción, surgen nuevas áreas de interés que conducen al siguiente cuerpo de trabajo. Si bien mis instalaciones tienden a adquirir una atmósfera barroca los arreglos de mis pinturas son esquemáticos, fragmentarios, invitando al espectador a moverse hacia un espacio de especulación. Es una forma de encontrar un equilibrio entre mis métodos de trabajo.
P. En tu serie Ars Moriendi – The Art of Dying proyectas una idea de la muerte fantasmagórica y enigmática, ocultado rostros y aglutinando materias a modo de montañas de putrefacción. Se trata de una poética muy emocionante. ¿De dónde viene ese simbolismo de la muerte?
R. Mi trabajo gira en torno a diversos conceptos y dilemas existenciales que me preocupan. Con este proyecto en concreto exploro el tema de la mortalidad y el paso del tiempo. Considero la muerte, en toda su complejidad y absurdo, un desafío existencial que deconstruyo a través del arte. El título Ars Moriendi- El arte de morir se refiere a los textos latinos del siglo XV que brindan orientación sobre cómo recibir la muerte de manera correcta. Mi enfoque artístico en esta exposición gira en torno a la figura humana a través de su ausencia, simbolizando refugio y vulnerabilidad. Este resultado es fundamental para la comprensión estética de estas piezas.
P. En esta misma serie la materia se «escapa» del plano bidimensional para convertirse en escultura. ¿Cuál es la razón de esta mutación?
R. Durante estos últimos tres años me he centrado en desarrollar y ampliar mis métodos de trabajo. Mis obras han dejado de estar ancladas en un lenguaje meramente bidimensional y pictórico a pasar también a un plano espacial y lo escultórico. Mis obras tridimensionales se han formado a partir de mis dibujos y pinturas y a la necesidad de interrumpir mis propios procesos establecidos y darles volumen. Incluso cuando las esculturas son completamente tridimensionales, permanecen ancladas en la tradición pictórica.
P. Utilizas una serie de veladuras en tus obras que funcionan como una pátina del tiempo. ¿Se podría relacionar esta técnica con el concepto de memoria?
R. Con mi trabajo he desarrollado formas de expresar el fenómeno de la impermanencia y el declive, la fragilidad de la vida y la preocupación por el paso del tiempo. Las imágenes de destrucción y creación siempre están estrechamente vinculadas en mis obras y, a menudo, son imposibles de distinguir unas de otras. Es una paradoja que está siempre presente en mi trabajo. Se podría decir que al simular la marca y la atrofia dejada como resultado del proceso de deconstrucción y destrucción, doy forma a lo efímero, a la pérdida y al proceso de olvidar.
P. Naciste en Madrid, viviste en Galicia y desde hace veinte años resides en Helsinki. ¿Es muy difícil establecerse como artista en Finlandia?
R. Estudié en la escuela de Bellas Artes de Helsinki y desde que me gradué, en el año 2008, he ejercido como artista. Los principios de mi carrera fueron duros pero a base de esfuerzo, mucho trabajo y continuidad he logrado conseguir un equilibrio. En Finlandia se le da mucha importancia al arte y por lo tanto hay bastantes ayudas y posibilidades para ejercer como artista. Pero Finlandia es un país muy pequeño donde hay mucha competencia y hay que mantenerse firme. De todas formas cualquiera que pretenda vivir del arte sabe que más tarde o más temprano te das de bruces con la realidad. Es un choque obligado y todo depende de la actitud con la que lo afrontas. Hay que mezclar la fe en lo que uno hace con una buena dosis de fuerza y confianza en uno mismo.
P. El movimiento feminista lucha por la paridad de artistas hombres y mujeres en ferias y exposiciones españolas. ¿Cómo ves este asunto ahí en Finlandia?
R. Finlandia es claramente un país matriarcal donde las mujeres tienen un peso considerable y son valoradas en todos los sentidos Pero aun así el porcentaje de la presencia de los hombres en el mundo del arte y en general es más grande. Igualmente hay movimientos feministas que luchan por la igualdad de género y de posibilidades.
P. ¿Cuáles son los artistas que más te han influenciado?
R. Esta es una pregunta muy complicada, ya que me han influenciado muchísimos artistas de todos los campos. Pero si he de nombrar a algunos que están especialmente presentes estos son: Louise Bourgeois, Hans Bellmer, Berlinde de Bruyckere, Francis Bacon, Roy Andersson, Andrei Tarkovski, Sergei Parajanov…
P. ¿Cómo es el día a día en tu espacio de trabajo?
R. Mi estudio de trabajo es un lugar feliz. Se trata un espacio cerrado sin ventanas pero con buena ventilación. La luz es artificial pero de tono un diurno e intenso. No suelo comer mientras trabajo, lo procuro hacer antes de cada sesión. Bebo muchísima agua. No tengo horario fijo, ya que depende del día y de si tengo que ocuparme de burocracias o escribir solicitudes etc. Pero trabajo casi cada día y normalmente más de 8 horas por sesión. Trabajo muy duro y me tengo que obligar a tomar días libres para descansar la mente y distanciarme del trabajo que estoy llevando a cabo para tomar perspectiva. En mi estudio nunca faltan libros de arte, de fotografía y de intereses varios. Siempre tengo un altar de recortes y collages de imaginería variada que me sirven de inspiración. Normalmente mientras estoy haciendo trabajos meticulosos que requieren de mucha concentración escucho la radio clásica española, ópera barroca o música clásica en general. Pero cuando el estado anímico está en alza y el trabajo es, quizás, más mecánico hay más espacio mental para toda clase de música y más cañera.
P. ¿Qué nuevos proyectos te va a traer el 2019?
R. En estos momentos estoy preparando una exposición individual que será presentada en una galería en Tammisaari, Finlandia, en abril. Esta será la exposición más extensa e importante de mi carrera ya que el espacio a cubrir es de 112 m². La exposición está comisariada por una fundación sueco-finlandesa.
P. ¿Puedes avanzarnos sobre qué temas versa?
R. Mi obra más reciente está inspirada en la estética cinematográfica. Con mi nuevo trabajo no trato de imitar o recrear escenas de películas, pero sí exploro a través de diferentes medios y técnicas pictóricas y escultóricas una vía que puede generar un espacio y una atmósfera similar a la estética cinematográfica para lograr el mismo impacto emocional que ofrece el celuloide. Mis nuevos trabajos hablan sobre la presión social de los días actuales. La batalla constante por la que luchamos para cumplir con un estándar esperado al intentar preservar nuestra propia identidad y autenticidad. En éstos momentos estoy especialmente interesada en el concepto de representación del tableau vivant, un cuadro vivo (a menudo abreviado como cuadro, plural: “cuadros vivientes”), francés para recrear una «imagen viva». Se trata de una escena estática que contiene uno o más actores o modelos. Son estacionarios y silenciosos, usualmente disfrazados, posados cuidadosamente, con accesorios y/o escenografías, y pueden ser iluminados teatralmente. Así combina aspectos del teatro y las artes visuales.
Leonor Ruiz Dubrovin es una artista con una carrera llena de referencias intelectuales y artísticas que enriquecen sus obras. Un compendio del saber con un estilo propio inimitable y una estética fascinante.
Su trabajo refuerza a quien lo visita, de manera que nos completa como personas y espectadores, dejando un poso en nuestra memoria difícil de olvidar.
Un arte a la manera de los grandes genios de la Historia del Arte de mano de una mujer que plasma su fuerza y su carácter en todo lo que hace.
Puedes consultar más obras de Leonor en su página web o acompañarla a través de su perfil de Instagram.