La artista nos habla de su carrera, su actual proyecto en África y ‘Pintoras’, su libro recién publicado
Laura López Balza (Santander, 1984), es una artista realiza un labor que proyecta alegría más allá de cualquier soporte sobre los que trabaja. Los trazos, los colores y los temas elegidos son una suerte de sinfonía fantástica que atrae al espectador en la misma medida que lo envuelve en un discurso embriagador sobre cómo ve ella la vida.
El trabajo de la artista desprende una dulzura especial que hace que nos olvidemos de todos los males mundanos mientras disfrutamos de sus obras.
La experiencia adquirida tras el visionado de las mismas no puede hacer otra cosa que convertirnos en mejores personas. Y, tal vez, esa sea la magia de su trabajo.
Laura López Balza se licenció en Bellas Artes por la Universidad del País Vasco y se graduó en Filosofía por la Universidad de Valladolid. Premiada en diversas ocasiones, sus obras ya han sido vistas en gran parte del territorio nacional.
Conversamos con ella desde su residencia en Senegal.
P. ¿Cómo ha determinado tu paso por Bellas Artes la configuración de tu estilo?
R. El paso por Bellas Artes en Leioa supuso el descubrimiento del arte y su mundo. Lo recuerdo como un caos de infinita información (era imposible absorber todo lo que te enseñaban) y en muchas ocasiones un caminar a ciegas. Lo que sí que tuve claro desde el principio fue la orientación hacia la pintura. Durante los cinco años de licenciatura mi interés pasó de querer aprender a pintar «bien» –los cuatro primeros años los dediqué a la observación y copia de imágenes: calcar los colores, proporciones– a aprender a pintar «mal». El último año descubrí el trabajo de un grupo de alumnos que hacía un tipo de pintura en el que el color y la forma eran más libres y expresivos y me quedé absorbida por esta manera de trabajar la pintura. ¡Eso es lo que yo quería hacer! Y pintar de esta manera, liberarme de lo que había aprendido, costó casi tanto trabajo como hacerlo de una manera más académica. Recuerdo los primeros cuadros-laboratorio, de trazos rápidos y cargados de pintura directamente salida del tubo de óleo, una mezcla entre no saber qué estaba haciendo y empezar a recorrer un camino en el que encontraba cosas fascinantes, me sentía a gusto y que poco a poco iba haciendo mío.
P. ¿Qué peso emocional crees que proyecta tu obra gracias a tu estilo tan personal y la elección de la gama cromática?
R. El color y el estilo que caracterizan mis obras va unido a la narración, me permiten exteriorizar de la mejor manera aquellas ideas o sentimientos que me invaden. Generalmente son obras cálidas, oníricas, cómicas y festivas que nos sitúan dentro de una historia cuyo componente personal está muy pronunciado. El color es mi obsesión y disfruto componiendo con él, viendo el resultado de la interacción entre colores y de su relación con la forma. En cuanto al estilo, hasta el momento me siento cómoda en aquel que tiene un aire despreocupado, ingenuo e infantil.
P. ¿Qué tal la experiencia como ilustradora del libro Pintoras donde caracterizas a artistas mujeres de la Historia del Arte?
R. Pintoras es un proyecto del que estoy muy satisfecha y contenta por varias razones. En primer lugar, porque pienso que es una gran labor dar visibilidad y reconocimiento a algunas de esas grandes artistas pintoras que poblaron la Historia del Arte, de la que soy heredera, y este libro tiene la noble tarea de acercarnos a su vida y obra. En segundo lugar por trabajar junto a Ángeles Caso, una extraordinaria persona y profesional que ha hecho tan fácil y agradable el trabajo y de la que se aprende a cada momento. Por último, haber podido publicar el libro gracias al mecenazgo de tantas personas que han apoyado y hecho posible que haya salido se haga realidad. Es un proyecto que aún está muy fresco y continúa su recorrido y del que casi a diario recibo alegrías.
P. Cuéntanos cuál es la labor que estás desarrollando ahora en Senegal. ¿De qué manera está influyendo tu estancia en Senegal a tu trabajo?
R. A Senegal llegué hace dos años a través de un proyecto de pintura, como profesora de pintura para adultos y jóvenes del instituto en una pequeña aldea. Este primer contacto fue tan intenso que decidí volver para seguir impregnándome de la cultura, tradición y forma de vida del oeste africano. Y así llevo ya dos años, a mitad de camino entre España y Senegal. Mi experiencia aquí es desbordante y me está llevando a generar una obra cuya temática es lo vivido y aprendido dejándome llevar y sorprendiéndome en ocasiones del camino que va tomando mi propio proceso creativo. A parte del trabajo personal (las pinturas sobre diferentes soportes: tablillas, calabazas, telas, palmeras, y el cuaderno de viaje con material cotidiano observado) formo parte de dos colectivos artísticos integrados por artistas europeos y africanos, en lo que hay un compartir y fluir de ideas muy enriquecedor.
P. ¿Cuáles son las principales diferencias entre el mundo del arte senegalés y el español?
R. Soy una recién llegada a Senegal y al vivir en una pequeña aldea no frecuento los circuitos artísticos como si residiese en Dakar, donde se centraliza todo el mundo del arte, por lo que no tengo una opinión muy elaborada al respecto. Pero algunas observaciones en torno al arte es que se vive de una manera muy cercana y natural; por ejemplo, la pintura invade lo cotidiano, las casas y tiendas, los vehículos o los objetos del día a día, y no existe ese miedo al color, estando vinculado a querer embellecer el medio que habitan las personas. La tradición y cultura van ligadas al arte y tienen una fuerte presencia tanto en el contenido como en el aspecto formal y esto hace que, de alguna forma, la línea que separa la artesanía y el arte en ocasiones se difumine y se funda.
P. ¿Cómo abordas tu día a día para ponerte trabajar?
R. Trabajo casi todos los días aunque no con la misma intensidad y concentración. Hay periodos en los que se convierte en una verdadera obsesión y casi lo único que quiero hacer de la mañana a la noche. En cuanto a mis horarios soy diurna, aunque no muy madrugadora. Trabajo sola, no comparto estudio desde la facultad, y en cuanto a mi estudio es siempre nómada: una pequeña habitación en las casas en las que he estado viviendo que ocupo con el material que necesito para crear. Esto condiciona sobre todo el formato que suele ser pequeño o mediano; suele convertirse en una odisea el hecho de pasar a grandes tamaños pues el pequeño estudio no hace que sea muy cómodo trabajar. Hay ocasiones en que el estudio pasa a estar fuera del hogar: una calle, un avión, una playa, un bar, una clase. Dependiendo de si viajo (suelo acompañarme de un cuaderno de “garabatos”) o de si aquello que quiero registrar está en la observación del exterior. Algo que siempre hay en mi estudio es música que me hace compañía y motiva. Hay temporadas en que escucho un género de música, un grupo, una lista de reproducción o un programa de radio, las obras que realizo durante este periodo, si las reviso una vez pasado el tiempo, me llevan a recordar aquello que estaba escuchando en aquel momento.
P. ¿Cuáles son tus referentes dentro y fuera de la Historia del Arte?
R. Son tantos y variados que me resulta muy difícil sintetizar. Además en ocasiones suelen cambiar a lo largo de los años. De todos modos nunca me canso de ver, por ejemplo, las pinturas antiguas de las cuevas, de otras civilizaciones o de las iglesias románicas, artistas como el Bosco, Gauguin, Picasso, Rousseau o Hockney. Hay una gran cantidad de artistas contemporáneos que me sorprenden y fascinan, y cuyo trabajo conozco, en buena parte, gracias a las redes sociales. El arte naif, el dibujo infantil, la ilustración también están dentro de aquello que me atrae e influye.
P. ¿Cómo te posicionas ante las exposiciones sólo para mujeres?
R. En cuanto a dar visibilidad y reconocimiento a la obra de mujeres artistas es interesante, pero no debería ser la única manera de poder exponer. Pienso que el ideal sería que llegue ese momento en el que no se encuentre ni discriminación ni privilegios en el mundo del arte, sino que a la hora de valorar o de exponer colectivamente la obra se hiciese una manera justa y equitativa.
P. ¿Qué consejos le darías a alguien recién licenciado en Bellas Artes?
R. Creo que no serían consejos en cuanto a su trabajo, esa es su responsabilidad y decisión, sino que serían más prácticos, pequeñas pistas basadas en mi recorrido hasta el momento, orientadas a cómo actuar o qué hacer una vez que sales de la Facultad. Durante mi formación en Bellas Artes fue una gran carencia (al terminar me sentí sola en medio del desierto) no decirnos lo que había fuera de la burbuja de esos cinco años de estudios, y orientarnos para comprender un poco cómo funciona el sistema y poder moverse dentro, creo que hubiese ahorrado mucho tiempo, facilitado muchas cosas y evitado algunos despistes. También le aconsejaría que sea fuerte, constante y persistente, si es que de verdad quiere hacer del arte su vida.
P. ¿Qué nuevos proyectos están por venir este año?
R. En mi caso, los proyectos suelen presentarse muchas veces por sorpresa de un día para otro, pues suelo estar bastante receptiva a las propuestas de otros agentes de la cultura. Por el momento hay una exposición individual en el mes de noviembre y otra colectiva en mayo en España y espero que antes de que acabe el año salga a la luz y se publique el cuaderno de Senegal en el que llevo trabajando desde hace dos años. En Senegal seguiré con el trabajo dentro del colectivo, llevando la pintura mural a cualquier rincón del País. Y por último una colaboración para NÁCAR, trabajo que realizo junto mi hermana Tamara Balza, diseñadora de moda, de pintura tejida.
Puedes descubrir más trabajos de Laura López Balza en su página web, Facebook o su perfil de Instagram.