Rrose Sélaby: «Hay que jugar con los grandes genios. Es una obligación»

María von Touceda María von Touceda
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El historiador del arte y artista cordobés nos habla de sus proyectos y sus principales influencias

Rrose (Córdoba, 1980) es un personaje misterioso de Internet –no porque él lo alimente, sino por preservar a rajatabla el anonimato– que lleva años deleitándonos con sus collages digitales, los cuales basculan entre la elegancia supina y lo patafísico.

No sabemos cómo es su rostro pero sí que son las cosas que lo apasionan. Las mismas que nos emocionan a los espectadores que esperamos impasibles cada nuevo naipe de este mágico tahúr que siempre tiene un as en la manga.

 

Rrose Sélaby, The Shooting, 2018

P. Eres historiador del arte y artista, ¿qué fue primero el huevo o la gallina?

R. Lo esencial de mi trayectoria artística, si así se le puede llamar, vino después de licenciarme. Durante la carrera había hecho algunos collages en papel pero sin mucho tino. Intentando encauzar mi futuro profesional hacia alguna parte terminé recalando en el mundo de la biblioteconomía y la archivística. Hacia 2007 dediqué mucho tiempo a la digitalización de fondos fotográficos del siglo XIX y XX. Lo que en términos técnicos aprendí en ese momento, unido a mis conocimientos sobre arte y fotografía, fue lo que me impulsó a tratar de encontrar una forma de articular mis propias obras. Desde entonces hasta ahora todavía estoy intentando encontrar un procedimiento de trabajo propio.

 

Rrose Sélaby, Fiat Fluxus, 2015

P. Apasionado del dadaísmo, tal como refleja tu obra, hasta tomas tu pseudónimo del álter ego femenino de Duchamp. ¿Qué es lo que te atrae de este personaje?

R. Como del cerdo, de Duchamp se puede aprovechar absolutamente todo. Si algo le caracteriza son los innumerables puntos de fuga que parten de su obra: el diagrama mecánico, el op art, la instalación, la escultura, el arte conceptual, y un sinfín de caminos que ahora mismo no sabría enumerar. Era, sin embargo, un señor que viajaba por el mundo con dos mudas en una maleta. La gran lección de Duchamp es la levedad, una fuerte anulación del ego, y una posición en torno al proceso creativo dominado por el juego, la distancia y, por extraño que pueda sonar, con unas interesantísimas raíces subterráneas en la historia y la literatura. Duchamp solo puede seducirnos y abrir caminos.

 

Rrose Sélaby, Un tablero para Andrei, 2016

P. Pese a que, en un principio, el collage digital que utilizas como soporte en la gran mayoría de tus obras puede parecer una técnica fría, tus trabajos tienen una potencia indómita. ¿Qué valores crees que le aporta este tipo de collage a lo que tú quieres plasmar?

R. Alguna vez he comentado que lo que me interesa del collage digital es la «asepsia» que permite. Me fascina la materia y adoro un buen puñado de pintores que basan su obra en la mancha y en el gesto (Twombly sería el ejemplo más claro de esto), pero en mi trabajo busco la economía, la concreción, el equilibrio, la higiene. A veces incluso la simetría (esa cosa que, según Peter Greenaway, estaba tan denostada en el siglo XX). Busco la claridad. Y hasta el orden. Si mi obra tiene fuerza (muchas gracias por lo de la potencia, María) creo que es porque busca la condensación, el aquilatar ideas o referencias. Me gusta pensar que cada uno de los collages es un cuerpo cerrado que hay rodear con paciencia para encontrar los puntos de acceso. También quiero pensar (pero no estoy nada seguro de si llego al lugar que quiero) que, una vez dentro, las posibles lecturas se abren en diferentes direcciones, y con profundidad. Otras veces –para no dejar de llevarme la contraria– confesaré que lo que propongo es tan lúdico como superficial. Entre esos polos me muevo, porque el collage, ya sea digital o análogico, es un proceso en el que de forma inevitable interviene el azar. Casi siempre parto de un material dado (un retrato fotográfico), pero desconozco hacia dónde me va a llevar el proceso de recomposición.

 

Rrose Sélaby, collage digital

P. En tus maravillosos naipes homenajeas a artistas y escritores. ¿Qué tienen en común tus elegidos?

R. Una amiga me dijo que mis obras eran «ejercicios de admiración», como el libro de Cioran. Me gustaría decirte, antes de nada, lo que entiendo por «homenaje». Cuando rendimos tributo a alguien, sea quien sea, es preciso bordear siempre –o así me lo impongo yo– la transgresión, e incluso lo violento. Si no hacemos estallar las cosas. ¿Para qué rodearlas? Esos grandes genios no se mantienen vivos por obra y gracia del pedestal, sino porque los releemos una y otra vez. Hay que jugar con ellos. Es una obligación. De otro modo permanecerían intactos. Así que se trata al mismo tiempo de la admiración y del sacrilegio, si me apuras. Lo que unifica a esa galería de personajes no sabría decir qué es. Solo puedo decirte que solo consigo aproximarme a ellos cuando, además de admirarlos, siento una especie de enamoramiento. Georges Perec, o Borges, o Ramón Gómez de la Serna, o Luis Buñuel son seres por los que siento un cariño especial. Por eso los pongo patas arriba.

 

Rrose Sélaby, Orlando’s room, 2018

P. Creo que el equilibro entre el humor y la elegancia es lo que hace único tu trabajo. ¿Eso se aprende o es intrínseco en tu persona?

R. Imagino que hay en mí una disposición personal hacia ese punto de intersección. Sí, definitivamente es algo que yo busco y que solo irregularmente alcanzo. Pero, igualmente, todo se aprende. Mi obra tiene una base literaria, textual, muy fuerte. Hace poco he leído una parte de la obra de Jules Renard, un autor más bien poco conocido en España. Al leerlo te das cuenta de la enorme influencia que tuvo en otro escritor al que adoro: Ramón Gómez de la Serna. De ahí, de Renard, proviene la greguería, que es justamente ese punto de fricción tan singular entre la elegancia de lo breve y el humorismo. Algo de todo eso debe de haber en mi obra, sin duda.

 

Rrose, Cineasta de Pentecostés, 2016

P. La sexualidad también está muy presente en tu trabajo, siempre tratada con la elegancia de la que hablábamos antes. ¿Has tenido algún problema con la censura de las redes sociales?

R. La sexualidad o el erotismo tuvieron una presencia algo más fuerte en los comienzos, ahora ocupa un lugar mucho menor. Estoy tratando de recordar y… no, hasta el momento no he tenido ningún problema de censura en las redes sociales, aunque también es cierto que el volumen de mi obra que pasa a las redes sociales es más bien escaso. Prefiero publicar mis cosas en espacios propios (flickr, blog, sitio web) y luego, en todo caso, publicar el enlace hacia la obra. Pero, incluso esto es algo que hago con poca frecuencia, cada vez menos. En estos momentos ni siquiera utilizo Facebook.

 

Rrose Sélaby, Benito, 2014

P. ¿Cuándo eras estudiante de Historia del Arte fuiste consciente de que casi no había mujeres artistas en el temario o, por el contrario, en ese momento lo percibiste como algo normal?

R. Lo cierto es que no, apenas fui consciente. Este asunto es muy complejo. Los estudios de género tienen ya una trayectoria histórica importante, y sin embargo es desde hace poco cuando la cuestión ha comenzado a ocupar los medios, a popularizarse. Esto es necesario pero, como en todos los procesos de debate colectivos, da lugar a situaciones brillantes junto a otras lamentables. Como otros muchos hombres y mujeres, completé mis estudios sin apenas reparar en lo que me dices. Ahora trato de prestar más atención a las mujeres artistas, y las redes sociales están cumpliendo un rol muy importante en esa labor de difusión. Como artista y como historiador del arte aspiro a un contexto en el que el género se convierta en un asunto por completo indiferente a la valoración de una obra. Ya el mismo hecho de utilizar un pseudónimo como el mío ha sido, desde bien temprano, un modo de romper la inercia en torno a los estereotipos de género. Pero volviendo a tu pregunta: ha sido mi papel como espectador, como flâneur del arte, como mero visitante de exposiciones, lo que me ha proporcionado algún conocimiento de montones de mujeres artistas, y estoy pensando en grandes perfiles como los de Louise Bourgeois o Agnes Martin. Esperemos que esto cambie en futuros planes de estudio. En el fondo, creo que basta con un mínimo de sensibilidad artística real.

 

Rrose Sélaby, Rinoceront d’escullera, 2017

P. Ahora te voy a poner entre la espada y la pared: si tuvieses que elegir un sólo movimiento de la Historia del Arte, ¿con cuál te quedarías?

R. En cuestiones como esta basta con volver a Duchamp, que dijo que él jamás había comulgado con el Dadaísmo ni con el Surrealismo, y que, en todo caso, solo era capaz de definirse como un adepto al Erotismo. Quizás no lo dijo de este modo, o no dijo nada similar, pero merece ser cierto. Los griegos, tan listos, utilizaban el término «eros» (Ἔρως). Quizás Duchamp fue consciente de lo que el eros guarda de pneuma, de fuerza vital incorregible, irracional. Todas las categorías posteriores y polarizadas en torno al amor o al sexo quedan invalidadas por la fuerza real del vocablo griego, por la riqueza visceral y luminosa de ese concepto. Ese eros, para mí, es también la pulsión creativa.

 

Rrose Sélaby, Cuarteto de Cavafis, 2018

P. De todas las exposiciones que has visitado, ¿cuál dirías que te marcó más?

R. He visto que preguntabas esto a otros artistas y he estado pensando en la posible respuesta. Quizás en 1998 o 1999 pasó por mi ciudad una exposición titulada «Ciento y… postalicas a Federico García Lorca». Se trataba de un proyecto asociado al centenario del nacimiento del poeta, y solo después de muchos años trabé contacto, casualmente, en las redes, con su comisario, Agustín de Julián. Cuando visité la exposición yo era muy joven, pero recuerdo con claridad el impacto que me produjo. Una gran parte de lo que hago ahora guarda conexión con lo que allí se podía ver. Había homenaje, literatura, fotografía, apropiación, pintura, collage, y sobre todo mucha transgresión. Agustín de Julián había enviado a una gran cantidad de artistas una «postalica» con una fotografía de Federico García Lorca. Los artistas disfrutaban de libertad total para transformar la obra y devolverla al comisario. Todas las respuestas al envite son fascinantes. Nunca me cansaría de ponderar la fuerza de ese proyecto, entre otras muchas cosas porque, tal y como estaba planteado, giraba en torno a la infinitud, es decir, que la serie de re-creaciones podría, si así lo quisiese el comisario, mantenerse en activo hasta el fin de los tiempos. Aunque también es cierto que solo una obra tan potente y rica como la de Lorca podría alimentar un proyecto de ese tipo.

 

Rrose Sélaby, Anís Picasso, 2019

P. En tu trabajo también haces composiciones fotográficas a modo de poemas visuales. ¿Qué crees que marca la diferencia entre una fotografía «bonita» de Instagram y una obra de arte que se presenta en la misma red?

R. Tengo un perfil en Instagram donde cuelgo algunas fotos, pero a esta faceta no le concedo un estatus artístico, la verdad. Utilizo un móvil chino que ahora se encuentra en pleno proceso de obsoletargo programado, y el resultado es, técnicamente, muy pobre. Instagram, como el resto de redes sociales, alimenta la inmediatez y, por regla general, la superficialidad. Hay grandes fotógrafos que han trabajado en esa brecha de lo documental y lo inmediato, desde Cartier-Bresson hasta Nan Goldin. En mi obra tiendo a aproximarme siempre a un proceso más lento. No es que piense que este sea un camino más válido que otro, pero desde luego si es mi opción personal. Cuando hago una fotografía suele conllevar una especie de escenificación objetual bastante pensada, a veces incluso abocetada que en otras ocasiones me dejo llevar por aspectos de última hora. Pero desde luego no soy un artista dotado para lo inmediato y para la fotografía.

Rrose Sélaby, Vexations, 2017

P. ¿Cómo valoras tu relación con el mercado del arte?

R. Escasa, indiferente. No estoy representado por ninguna galería y ni siquiera vendo mi obra de forma habitual. En otoño autoedité una caja titulada «El cansancio de los signos» y sufragué los gastos en poco más de una semana. Con eso me doy por muy, pero que muy satisfecho. Respeto profundamente la profesionalización del arte, la necesidad de apoyo institucional, y detecto la gran carencia de nuestro país en lo tocante al coleccionismo privado, pero con mi obra no persigo ningún tipo de ganancia económica. Hasta hace dos o tres años mis obritas se vendían en una librería de Granada. El generoso porcentaje acordado me permitía el lujo de comprar allí mismo casi todos los libros que necesitaba leer. Eso me hacía profundamente feliz.

 

Rrose Sélaby, Fr(h)ommage à Rabelais. 1. Lalangue. 2. La merdre, 2015

P. Además de en el apasionante mundo de la archivística, ¿en qué otros laberintos anda metido ahora Rrose?

R. En estos momentos estoy muy preocupado por la música. No sé tocar ningún instrumento y ni siquiera sé leer una partitura, pero ahora mismo no dejo de leer y pensar en torno a la música. Tengo en mente una obra seriada (de características similares a «El cansancio de los signos») que trata de crear analogías entre lo musical, lo gráfico y lo fotográfico. También acabo de descubrir a un pintor suprematista sobre el que necesito conocer más: Lazar Khidekel. En estos momentos no puedo desarrollar lo que tengo en mente, pero espero poder completarlo hacia finales de año, o quizás ya en 2020. Por otro lado, el blog seguirá funcionando con su –lentísimo– ritmo habitual. En los próximos meses publicaré allí una serie de seis naipes sobre San Juan de la Cruz. La pieza propone, entre otras cosas, un cierto equilibrio entre lo inmaterial y lo puramente sexual.

Rrose es un héroe discreto que salva a los espectadores que hemos tenido la suerte de toparnos con él.
Sus superpoderes son sintetizar todo su bagaje a través de sus obras, que brillan entre toda la información que fluctúa en internet, y nos hipnotizan como las espirales del Anemic Cinema de Duchamp, el cual estaría muy orgulloso del hábil homenaje que es este personaje, tan atractivo y misterioso, al que hoy hemos tenido la suerte de conocer un poco más.

Puedes ver más obras de Rrose Sélaby en su página web, Flickr e Instagram.

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Crítica de arte contemporáneo y escritora. Es autora de las novelas 'Crítica del vicio' (2016) y 'Coito Ergo Sum' (2019), ambas publicadas por La Marca Negra Ediciones.