Olafur Eliasson: en la vida real

Danielle Cruz Por Danielle Cruz
12 Min lectura
La emergencia climática, la arquitectura, los colores y la percepción son parte de las investigaciones del artista danés

La exposición de Olafur Eliasson, In real life, en el Tate Modern es uno de los grandes atractivos de este verano en Londres. La muestra cuenta con más de 40 obras hechas desde 1990 hasta la actualidad, y reúne fotografías, pinturas, esculturas e instalaciones para todos los gustos y edades. Es muy difícil aburrirse allí.

Olafur Eliasson (Copenhagen, 1967) es conocido por sus instalaciones a gran escala, experimentos con los colores, el espacio y transformaciones relacionadas con el medio ambiente y la sostenibilidad. Utiliza también materiales poco convencionales como el musgo, espejos, luces, líquidos, metales y niebla, entre otros. Los que estamos acostumbrados a su trabajo siempre esperamos un mensaje contundente por detrás.

Esta es la razón por la que las obras de Eliasson conectan fácilmente con el gran público, como ha sido el caso de The weather project (2003), presentada en el Turbine Hall del Tate en 2003. Las imágenes del Sol artificial, conseguido con una pantalla semicircular, espejos y niebla, han dado la vuelta al mundo despertando la conciencia sobre el clima.

Recientemente Eliasson presentó Ice Watch (2014), compuesta por doce bloques de iceberg de Groenlandia dispuestos en círculo. La instalación ha sido una buena manera de comunicar, generar conversación y hacer visible la realidad del cambio climático a una audiencia muy amplia.

 

Olafur Eliasson, Ice Watch en Londres, 2018. Foto: Charlie Forgham Bailey

 

En In real life encontramos el mismo nivel de conversación. La exposición cuenta con instalaciones estrella como Beauty (1993), en la que se emula el fenómeno del arcoíris en una habitación oscura; Your uncertain shadow (colour) (2014), donde los visitantes pueden experimentar su propia sombra en distintos colores y Din blinde passager (Your blind passenger) (2010), un pasillo de niebla en el que los colores y la visibilidad son puestos a prueba.

 

Olafur Eliasson, Beauty, 1993. Foto: Anders Sune Berg

 

Ya en la entrada del museo podemos ver Waterfall (2019), una escultura de una cascada de 11 metros de altura que refleja las intenciones del artista de fusionar las concepciones de naturaleza y tecnología.

Expuesta en cuatro continentes, la obra pone de manifiesto la manera con la que estructura responde a las fuerzas del entorno y condiciones climáticas, como la dirección del viento y de luz.

 

Olafur Eliasson, Waterfall 2019. Foto: Photo: Anders Sune Berg

 

En el hall de entrada, en la segunda planta del Blavatnik Building, nos encontramos con unos de los experimentos de luz y color.

Room for one colour (1997) impresiona. Es el tipo de instalación que logra trasladar literalmente parte de la obra a la percepción de los visitantes. Las bombillas de monofrecuencia amarillas instaladas en el techo reducen nuestra visión a los colores amarillo y negro, de modo que todo lo que se encuentra debajo lo veremos en escala de grises. También es posible experimentar una imagen remanente azulada al abandonar el espacio.

 

Olafur Eliasson, Room for one colour, 1997. Foto: Anders Sune Berg

 

Los experimentos de Eliasson con los colores no abarcan solo lo que tiene que ver con reflejos y bombillas. Unas de su ambiciones es poder generar una nueva teoría de colores. La idea está presente en casi todo su trabajo, pero desde 2009 el artista ejecuta experimentos con colores también en lienzo. En colaboración con un químico, él trata de pintar el color exacto para cada nanómetro de color visible. El resultado es bastante abstracto.

Esta exposición trae las obras más recientes de las Colour experiment paintings, como Colour experiment no. 80 (2019) y Colour experiment no. 81 (2019). En ellas, Eliasson analiza las paletas de colores de dos obras de Casper David Friedrich (1774-1840): Monje a la orilla del mar (1808-1810) y El árbol solitario (1822).

Ambos cuadros le interesan tanto por la representación sublime de la naturaleza como por la manera que el pintor ha trabajado la luz en su día. Pero al contrario de él, Eliasson representa los colores de manera sistemática, distribuidas proporcionalmente en un círculo, como si frente al deslumbramiento de una naturaleza inabarcable se encontrara el control de la ciencia con todo su rigor.

En esta misma sala podemos ver una serie fotográfica de Islandia, país donde el artista ha pasado gran parte de su infancia y ha sido testigo del deshielo de los últimos años. En The river-raft series (2000) él documenta el río Markarfljót a bordo de una pequeña balsa neumática cuyo movimiento ha condicionado de manera inevitable la toma de imágenes. En otoño la serie será complementada con fotografías actuales de los cambios del paisaje islandés.

 

Olafur Eliasson, The river-raft series, 2000. Foto: Jens Ziehe

 

También está relacionada al paisaje y sus construcciones la instalación Moss wall (1994), en la que Eliasson utiliza un musgo (Cladonia rangiferina) muy frecuente en las regiones nórdicas.

El musgo cuando está hidratado se expande y también desprende su fragancia. La obra ocupa toda la pared de la segunda sala y, posiblemente por eso, eclipse otras obras tempranas que se encuentran allí.

 

Olafur Eliasson, Moss wall, 1994. Foto: Anders Sune Berg

 

Reconstruir espacios y alterar percepciones es uno de los grandes objetivos de esta muestra. En la instalación Your uncertain shadow (colour) (2010), los visitantes pueden jugar con su propia sombra en varios tamaños, colores e intensidades. Ya en Your spiral view (2002) y Your planetary window (2019) las formas esculturales caleidoscópicas además de las experiencias con la luz, exploran los espacios e ilusiones ópticas.

 

Olafur Eliasson, Your spiral view, 2002. Foto: Jens Ziehe

 

En en lo que toca a las ilusiones ópticas, una de las instalaciones más interesantes es, sin dudas, Big Bang Fountain (2014). Aquí el agua, la oscuridad y la luz estroboscópica se combinan para generar una experiencia única. La luz intermitente en la sala oscura nos permite ver la fuente paralizada, como si de una fotografía se tratara.

Y teniendo en cuenta que la posibilidad de éxito de una buena foto con el móvil en estas condiciones es muy improbable, nos llevamos también la lección de que lo verdaderamente valioso es la experiencia y el recuerdo.

 

Olafur Eliasson, Big Bang Fountain, 2014. Foto: Anders Sune Berg

 

Otra de las facetas que no podían faltar en una exposición tan dedicada a la experiencia visual es la pérdida de visibilidad, como la que se explora en Din blinde passager (Your blind passenger) (2010).

La instalación consiste en un pasillo de 39 metros y permite que la visión llegue a tan solo un metro y medio de distancia, por lo que los visitantes dependen de otros sentidos para poder orientarse.

La niebla, hecha con un fluido que contiene poliones no tóxicos, utilizados frecuentemente en la producción de comida, se combina con distintos tipos de iluminación. De manera que si los visitantes llegan a ver a quién tienen delante, lo harán bajo nuevos contrastes.

 

Olafur Eliasson, Din blinde passager (Your blind passenger) 2010. Foto: Anders Sune Berg

 

Al final del recorrido nos encontramos con una versión expandida de su estudio en la que incluye un mural con cientos de notas y citas bibliográficas, y una mesa con juguetes de estructuras que hacen las delicias de los más pequeños. En la Turbine Hall se pudo ver The cubic structural evolution project (2004), con mesas de Lego abiertas al público en las que se planean las grandes ciudades del futuro.

La propuesta también es pedagógica. Muchos de los libros citados por Eliasson –de filosofía, ética, estética y ecología– se encuentran a la venta a la salida del recinto. Puedes ver estas referencias bibliográficas y los recursos utilizados en la exposición aquí.

Como colofón, los visitantes pueden probar el menú orgánico y vegetariano elaborado en colaboración con el estudio de cocina de Eliasson, el SOE Kitchen, en el restaurante del museo. Si la misión es ampliar conciencias, promover una dieta que minimice el impacto ambiental tiene mucho sentido y deja un mensaje muy potente.

 

Olafur Eliasson, The expanded studio, 2019. Foto: Danielle Cruz

 

En general, las obras Eliasson reflejan un trasfondo fenomenológico importante en lo que se refiere a la investigación de los sentidos y sobre todo a través de los experimentos con la visión y el espacio. Una de las ideas centrales de su pensamiento, que encontramos en sus escritos y que queda muy patente cuando nos vemos sus piezas, es que la realidad está en constante producción. Al no estar simplemente dada “ahí fuera”, todo lo que hacemos colabora en este proceso: el arte, los libros, la política, la arquitectura y, en definitiva, nuestra actitud ante la vida. Todo produce realidad. Filosóficamente, esto es lo que él desea enseñar.

 

Olafur Eliasson: In real life ha sido organizada por la Tate Modern en colaboración con el Museo Guggenheim de Bilbao, y curada por Mark Godfrey y Emma Lewis. Está abierta hasta el 5 de enero de 2020. Tienes más información aquí.

Puedes ver más obras de Olafur Eliasson en su página web y perfil de Instagram.

 




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Es editora de elemmental. Doctoranda en Comunicación. Estudió Edición y Filosofía. Amante del arte y los nuevos medios. Estuvo antes en el Cultura/s del diario La Vanguardia.