Julio Anaya: “Entiendo la obra de arte como artefacto que apunta al espectador con el objetivo de desconcertarlo”

María von Touceda Por María von Touceda
17 Min lectura
El artista malagueño Julio Anaya Cabading nos habla sobre su obra y su entrada meteórica en los circuitos internacionales de arte

Julio Anaya Cabanding (Málaga, 1987) es un artista andaluz que con su trabajo de ‘street art’ ha logrado abrir una ventana al arte clásico para muchos de sus seguidores. Sus reproducciones de obras clásicas, ocupan el espacio público logrando la audiencia de innumerables visitantes.

Graduado en Bellas Artes por la Universidad de Málaga, sus obras tienen una mirada fresca que atiende al pasado desde una perspectiva totalmente contemporánea.

Recientemente, la carrera de Julio Anaya Cabanding ha dado un vuelco interesante, con una intensa proyección internacional. Su obra se hizo un hueco en publicaciones como ‘Colossal’, ‘Juxtapox’, ‘DW’ y ‘Forbes’, entre otras.

El artista es ya referente para muchos jóvenes que muestran su trabajo en Instagram con la esperanza de ser descubiertos entre todas esas imágenes impactantes que podemos encontrar en la red.

 

 

 

Julio Anaya Cabanding
Julio Anaya, Rembrandt. Autorretrato, 2019. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Qué te mueve a sacar grandes obras de la Historia del Arte del museo a la calle?

R. No es esa calle el espacio público que conocemos, es un espacio público pero no es el habitual que transitamos a diario. Me gustan los entornos inhóspitos y decadentes. Me parece que ya de por sí tienen un maravilloso encanto. Estos lugares son los habituales del mundo del grafiti, sitios donde ellos pueden explayarse y currarse piezas grandes. Recuerdo acompañar a un colega grafitero y contemplar un paisaje de estos como si fuera un personaje de un cuadro de Friedrich. Es decir, no es un lugar cualquiera, para mí es un lugar con mucho encanto y de ahí la contraposición entre la obra de Arte, el cuadro, el lugar abandonado y decadente inapropiado para acoger tan valioso objeto.

 

 

 

Julio Anaya, Edgar Degas. Bebedores de Absenta, 2017. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Qué valores estéticos y emocionales deseas proyectar con la elección de materiales de deshecho para tus obras?

R. Me encanta la reacción del público, mis padres o sus amigos. Busco el desconcierto del espectador, entiendo la obra de arte como “artefacto que apunta al espectador” y el objetivo es ese, desconcertarlo. Sacudir la conciencia. A mi familia, vecinos y entorno más cercano, excepto a mis compañeros y gente que conozco del mundo del arte, les encanta la representación realista del cuadro con su marco dorado, porque lo reconocen rápidamente e identifican como Arte en mayúsculas, pero las cajas le dan mal rollo, es decir, les mola pero les da asquito y ese conflicto me interesa. Es como cuando hago intervenciones en la calle. Les gusta pero les inquieta la idea de que se quede allí suelen preguntar: “¿Y entonces eso como lo vendes?”.

 

 

 

Julio Anaya, Euan Uglow. Desnudo y estudio de desnudo, 2017. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Crees que la “caja blanca” frena a gran parte de la sociedad en vez de invitarla a disfrutar del Arte?

R. No creo que sea frenar la palabra. Pero sí que se ha creado cierto hábito o convencionalismo entorno a las cajas blancas en general. Son espacios donde el espectador, a no ser que vayas conscientemente a disfrutar/experimentar de lo que se expone, difícilmente se sorprende. Es decir, se ha creado cierta moda a ir al museo. Te hablo de Málaga porque es el entorno que conozco, y ese espectador que va a ir va con el chip de que lo que va a ver es “Arte” y probablemente no lo entienda, o sea, que va con muchos prejuicios. Por otro lado, el conocimiento que tienen de arte, gran parte, se limita al realismo y a la pintura del siglo XVIII. No les hables de vanguardia. Raro es al que le mole.

 

 

 

Julio Anaya, Jose Maria Lopez Mezquita. El Embovedado, 2018. Cortesía del artista

 

 

 

P. Cuando expones tus obras al aire libre juegas con un efecto sorpresa que no tienes en galerías y museos. Sin embargo, tu obra sigue funcionando dentro de ellos aunque hayas querido sacarla de allí. ¿Es este recorrido de tu trabajo de dentro a fuera para volver de nuevo al museo la paradoja del street art?

R. Pues si lo es, no lo hice con esa intención. Es cierto que hay puntos en común, pero pese a eso no creo que tenga que ver tanto con el street art sino con la idea del mundo del arte, al igual que el de la moda, al fin y al cabo, nuestra sociedad de consumo lo absorbe todo. Si a la paradoja del street art te refieres a que es una manifestación cultural que se da en las calles y sólo para la calle pero que finalmente acabó en los museos es algo que ya ocurrió anteriormente con las vanguardias artísticas a principios de siglo XX: movimientos que estaban en contra del museo y la tradición y a mitad de siglo acabaron entrando en ellas por la puerta grande.

 

 

 

Julio Anaya, Caspar David Friedrich. Caminante contemplando un mar de nubes, 2017. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Cuál fue el punto de inflexión en tu carrera?

R. A través de Instagram me escribe un tipo felicitándome por mi trabajo y me explica que estaba cenando con Javi Calleja y le enseñó mi curro. Este hombre, Sasha Bogojev, escribe para varias revistas: Juxtapoz, Colossal, Arrested Motion, etc. Me hace una entrevista para Colossal y al día siguiente de publicarse la noticia tenía el correo electrónico petado de mails. Me escribieron Insider, Bored Panda, Culture Trip, Fubiz, Konbini, DW, (más tarde me entrevistó Forbes) además de peña proponiéndome proyectos. A la semana se habían escrito más de cuarenta artículos sobre mi trabajo en más de once idiomas, chino, ruso, tailandés, ¡una locura! Además me propusieron como 7 proyectos internacionales, entre colectivas, individuales y festivales de arte urbano y los coleccionistas se volvieron locos con mi curro.

En Málaga había empezado a hacer proyectos muy bonitos como los que hice en Casa Sostoa o en Genalguacil Pueblo Museo de la mano de Juan Francisco Rueda y un año antes había hecho un proyecto en Alemania con una beca, pero esto fue una locura y más sabiendo que fue a través de Instagram.

 

 

 

Julio Anaya, Emilio Ocón y Rivas. Vista del puerto de Málaga, 2018. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Qué crees que no te enseñaron en la facultad de Bellas Artes y sí te hubiese gustado aprender allí?

R. Fíjate que al principio fue al revés. O sea, yo entré pensando o queriendo que me enseñaran a pintar y resulta que después me enseñaron a todo menos a pintar. Y lo agradezco muchísimo, creo que están haciendo un gran trabajo en mi facultad.

 

 

 

Julio Anaya, Jacques Louis David. Marat asesinado, 2017. Cortesía del artista

 

 

 

P. De todas las exposiciones que has visitado, ¿cuál dirías que te impactó más?

R. A ver, una de ellas no es exposición en sí. Fue la primera vez que fue al Vaticano, íbamos de viaje de fin de estudio, entramos en la Capilla Sixtina y no sé cuánto tiempo estuve pero cuando me quise dar cuenta toda mi clase se había ido ya y me tocó salir corriendo a buscarlos. También la exposición de Adrián Ghenie en el CAC de Málaga. Me flipó muchísimo porque era un artista que había conocido en la facultad por un profesor y aluciné en colores con él. Me gustaba muchísimo, bueno, y me sigue gustando. Cuando supe que venía a Málaga, encima era su primera exposición en Europa. Fue un pasote, estaba en la expo histérico como el que ve a su cantante favorito en un concierto en primera fila.

 

 

 

Julio Anaya, Pere Borrel. Huyendo de la crítica, 2017. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Tienes alguna rutina para trabajar?

R. Tengo horario o, bueno, algo parecido. Hoy no sé cómo me he despertado a las siete y media de la mañana habiéndome acostado anoche a las 3. Por lo general no me levanto tan temprano, suelo llegar al estudio a las 10:30h / 11h y paso casi todo el día aquí. Normalmente me voy a las 11 de la noche aproximadamente.

Tengo taller. Es pequeñito unos 20 metros cuadrados pero está muy bien localizado, justo en el centro de Málaga, paralela a la Alameda y a dos minutos de Calle Larios, que es la calle principal del centro. Me lo pillé para tatuar. Antes tatuaba, bueno estuve unos 5 meses hasta que mi carrera dio ese giro brusquísimo. El taller lo tengo yo sólo, lo prefiero para trabajar porque soy muy disperso y basta con que tenga a alguien cerca para entretenerme. Escucho música, casi siempre tengo puesto algo en el altavoz conferencias, documentales, o lo que sea.

 

 

 

Julio Anaya, Simon Vouet. El tiempo derrotado por el amor, la esperanza y la belleza, 2017. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Cómo valoras tu relación con el mercado del Arte?

R. Es una locura, o sea yo pasé de tatuar, así me ganaba la vida como buenamente podía. Es decir, me saqué el curso, me compré el equipo, alquilé el estudio, lo acondicioné, una pasta, vamos. Y eso duró 5 meses. Pasé de eso y de no vender NADA o vale, sí, el año pasado a lo mejor vendí 3 piezas a de repente que los coleccionistas se volvieran locos con mi trabajo y a salirme proyectos internacionales por todos lados. Ahora tengo una lista de espera que creo que ya van por 80 personas, o sea, 2 o 3 años de trabajo. Este año en total he tenido como 11 proyectos internacionales, más cosas que he hecho aquí. Estoy dando fechas para 2021 y voy a trabajar con unas 8 galerías de 7 países distintos. Una locura, vaya. Y, sí, vivo de lo que hago. Muy bien, de momento.

 

 

 

Julio Anaya, Enrique Simonet. Boceto de la decapitación de San Pablo, 2018. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Qué amas y qué odias del sistema que sostiene al arte contemporáneo?

R. Pues me encanta el arte en general como medio de expresión que se da en un contexto de tiempo determinado y bajo unas condiciones sociales y culturales a las cuales reacciona en contra o a favor, el Arte como paradigma. Entender el arte como un sismograma de la sociedad o como un juego que nos enseña lo más serio de la vida (ambas frases no son mías) eso me parece genial y para mí no hay labor más bonita que esta. El mercado es otro mundo, ahora tengo manager y este mundo sí que es una puta locura donde no entiendo nada. Son dos cosas distintas, la calidad de la obra artística no es equiparable a su valor en el mercado, si fuera así tengo compañeros y amigos que ahora serían ricos.

 

 

 

Julio Anaya, Caspar David Friedrich. Prados cerca de Greifswald, 2017. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Qué opinión te merecen las muestras donde solo exponen mujeres?

R. Me parece maravilloso, la Historia del Arte, o los libros de Historia del Arte, están repletos de hombres, y no es porque no hubiera mujeres artistas, que las había, pese a que en muchos casos el entorno les fuera desfavorable por cómo ha sido nuestra sociedad de patriarcal. Que ahora haya muestras donde sólo expongan mujeres me parece una forma de revertir aquello.

 

 

 

Julio Anaya Cabanding
Julio Anaya, Johannes Vermeer. La joven dormida, 2018. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿Cuáles dirías que son tus referentes?

R. En cuanto a pintura me gustan muchísimos, pero sí que es cierto que en la carrera no fue hasta que comencé a leer a peña, intelectuales, y eso que no hubo un cambio significativo en mi trabajo, el mundo de los libros era algo nuevo para mí. Hasta que no cursé la asignatura de Taller de Estética con Luis Puelles no sabía que era eso. Autores, por ejemplo: Stoichita, Fontcuberta, Fernando Castro, etc. Fuera de la Historia del Arte novelas distópicas como Un mundo feliz, series como Black Mirror, Breaking Bad, pelis como La gran belleza.

 

 

 

Julio Anaya, Claude Monet. Campo de amapolas, 2017. Cortesía del artista

 

 

 

P. ¿En qué estás trabajando ahora?

R. Pues ahora estoy con unos encargos que tengo pendientes y lo próximo que tengo es una expo colectiva en París con una galería alemana, Galerie Droste. A finales de julio voy a Suiza al Vision Art Festival, un festival de arte urbano. A finales de agosto voy a Portugal con Mistaker Maker y seguido a Noruega al Nuart Festival y en septiembre tengo en París una colectiva con una galería de allí: Galerie Mathgoth y voy a una feria con Plastic Murs, una galería de Valencia. El resto del año tengo más proyectos.

 

 

Puedes más obras de Julio Anaya Cabanding en su perfil de Instagram.

Compartir este artículo
Seguir:
Crítica de arte contemporáneo y escritora. Es autora de las novelas 'Crítica del vicio' (2016) y 'Coito Ergo Sum' (2019), ambas publicadas por La Marca Negra Ediciones.