La tecnología y la cultura popular influyen directamente las obras del artista japonés
De Koichi Enomoto (Osaka, 1977) sabemos poco en Occidente pero lo que sabemos nos gusta. El artista presenta una imagen alucinada (y alucinante) de la realidad en el mundo globalizado. Sí, pero no es tan sencillo.
Esta “imagen de mundo” que él mismo propone como “realidad” es más bien un agregado de ideas influenciado por la historia, la filosofía, la cultura popular y los cómics.
Pero el artista tiene todo el derecho de definirlo así. Según él, sus “pinturas son una realidad y esta realidad es una imagen del mundo que está creada bajo una perspectiva del mundo contemporáneo globalizado, donde no conseguimos tener un sentido común de valores y cada persona tiene sus propios estándares no-intercambiables”, dice en su statement.
En este choque se encuentra Enomoto. Él considera sus representaciones sus “mitos personales”, visiones que surgen de una dialéctica constante con entre lo interior y lo exterior.
De ahí que en sus cuadros hayan grandes preguntas que tienen que ver con el paso del tiempo, las emociones y la presencia casi inevitable de lo tecnológico. Por eso, también es frecuente darnos con figuras de filósofos como Sartre y Nietzsche enchufados a algún aparato.
El pintor comenta que trata de “juntar lo bueno y lo malo, la verdad y la falsedad, lo antiguo y lo moderno de esta sobrecarga de información para crear esta imagen del mundo”. Como cada individuo tiene su propia manera de organizarse, él claramente se ubica en esta tensión entre la actualidad pública y la individual.
Sus obras más recientes consisten en composiciones figurativas en las que los cerebros, las piezas en forma de ladrillos y las repeticiones son recurrentes, como si pretendiera formar un gran puzle.
Como mensaje, estos aglomerados de ideas, típicos de la cultura pop oriental, nos hacen ver que poner en imágenes conceptos amplios como el de “mundo” o el de “realidad” demanda, como mínimo, un grado elevado de imaginación, complejidad y algún apaño retórico. Y eso no le falta.
Puedes ver más obras de Koichi Enomoto en su página de Ocula.