Roberto López Martín: «La sociedad debería entender que el talento no tiene género»

María von Touceda Por María von Touceda
16 Min lectura
El artista nos habla de su carrera, de juguetes y de su imaginario

La madurez en los artistas se mide por la capacidad de adaptar conceptos infantiles a la edad adulta.

Este es el caso de Roberto López Martín (Madrid, 1982), que convierte muchos de sus recuerdos infantiles en un poderoso imaginario que se entrelaza con cuestiones del presente para crear obras absolutamente contemporáneas.

Roberto López construye sus piezas a través de juegos simbólicos y reflexiones sobre el mundo que le rodea. Se trata de una artista que hace hincapié en la crítica sobre el contexto en el que nos movemos todos.

López tiene una visión panorámica que se resuelve a través del prisma de la infancia. Su trabajo ahonda en la magia de los objetos que lo acompañaron de niño y lo que estos resignifican en la edad adulta.

El recorrido que hacemos por sus obras evidencia que su trabajo bebe de los recuerdos para forjar un ideario donde la fortaleza de su discurso reside en mirar hacía atrás para conocer mejor donde estamos ahora.

Graduado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, él también ha realizado un Máster en Arte y Creación por la misma Universidad.

Este artista multidisciplinar cuenta ya con varias exposiciones nacionales e internacionales, individuales y colectivas, y su trabajo ha sido visto en países como Suecia, Portugal y Argentina.

 

Roberto López Martín, Avatar Balancín, 2017. Cortesía del artista

 

 

P. Los juguetes son un leitmotiv en varias de tus series, ¿por qué te llaman tanto la atención y qué valores les otorgas?

R. El juguete para mí es algo imprescindible y lo es porque toma su máximo valor en el contexto del desarrollo humano. Es a través de él que los niños exploran, descubren, aprenden e interactúan con múltiples objetos y problemas que forman una parte importante de su adecuado desarrollo como individuos. Para los chiquillos, el compañero tiene una personalidad y está vivo. Le atribuyen sentimientos y una voluntad personal. De hecho, establecen una relación imaginaria («relación parasocial»), que permite al niño experimentar. Pero hoy en día el juego se ha supeditado a las grandes corporaciones y grandes marcas que utilizan los juguetes para fomentar un sistema de vida, marcando patrones, hábitos de consumo y no dejando sitio a esta relación ya que el producto lleva la voz cantante.

 

 

Roberto López Martín, Avatar Aracne, 2020. Cortesía del artista

 

 

P. ¿A qué se debe el uso de estampados y fondos como de papel pintado que aparecen en tus trabajos?

R. La memoria, la línea de lo bello y lo siniestro también forma parte en mi trabajo, y es a través de estos motivos florales o de distintos estampados donde conscientemente preparo al espectador para el choque entre ambas figuras. Al igual que en los antiguos circos de freak show de finales del XIX, los fondos coloridos preparan y calman al espectador para que no se produzca una repulsión. Por otro lado, los motivos de los papeles y las telas siempre han estado en nuestros hogares a modo de embellecer el lugar, aludiendo a esa cotidianeidad que aflora cuando vemos esos motivos florales o de colores que forman parte de nuestro recuerdo.

 

 

Roberto López Martín, Avatar Cowboy, 2017. Cortesía del artista

 

 

P. Además de las temáticas infantiles, en Heroína haces una crítica feroz, mediante un juego de significados, de esta droga durísima. ¿Por qué te has decantado por está asunto de corte marginal?

R. El juego del doble significado del término me sirve para analizar la transformación en algo que no somos: pequeñas dosis de ficción que nos han ido dando para convertirnos en drogodependientes a la necesidad de consumo y estímulos de medios o de contenido; la necesidad de una persona que retrate nuestros valores, héroes; o ahora influencers que pongan cara a nuestras preocupaciones y nuestros gustos, creando una serie de monstruos estéticos y alienados. Estos pequeños collages hablan de esa transformación diaria que sufrimos a través de pequeñas dosis que nos van transformando en aquello que vemos.

 

 

Roberto López Martín, Collage 14, Serie Heroína, 2012. Cortesía del artista

 

 

P. También realizas performances, como Renovación, en la que exploras los límites del cuerpo. ¿Qué te aporta la performance que no encuentras en los soportes físicos?

R. Renovación es un video que dio pie a la serie Etopeyas de 2012, que se presentó en Rosario (Argentina). Los collages construyen nuevas realidades en el que el reflejo de la televisión, Internet, etc. Son el nuevo Prometeo, los que condicionan qué aspectos y qué modas debemos tener, en este caso lo opuesto a la belleza personificada, sino la deconstrucción de ésta. Igual que en los antiguos daguerrotipos, nos produce una imagen de nosotros mismos borrosa, semi-construida que se desdibuja y distorsiona. La performance, es una manera muy directa de enfrentar al espectador. De esa reflexión no hay escape posible, la mezcla de ambos formatos potencian el discurso de la obra.

 

 

Roberto López Martín, Etopeya(2), 2012. Cortesía del artista

 

 

P. ¿A qué te refieres exactamente cuando dices que trabajas con códigos sumergidos en los mass medias?

R. Estrategias de consumo y manipulación en una sociedad dominada por los medios de comunicación internacionales, que inciden en un envoltorio que anestesia nuestra mirada. Intento cuestionar las formas en las que, desde la infancia, hemos sido socializados. Desde lo lúdico hasta los bulímicos modos de consumir lo violento y lo monstruoso en los que todo nativo digital ha sido educado.

 

 

Roberto López Martín, Avatar El elegido, 2017. Cortesía del artista

 

 

P. ¿Existe alguna búsqueda emocional o simbólica en la elección de tu paleta cromática?

R. La paleta cromática siempre se va adaptar al objetivo de la obra. Una iconosfera que remite a la infancia toda una estrategia para anestesiar nuestra mirada que nos impide reaccionar críticamente ante el drama identitario que se sitúa ante nuestros ojos. Esa búsqueda de color es una manera de preparar al espectador, de esa tendencia al envoltorio a universos propios de la utopía Disney.

 

 

Roberto López Martín, Avatar White Rabbit, Dibujo preparatorio, 2019. Cortesía del artista

 

 

P. ¿En qué medida crees que han ayudado las redes sociales a dar a conocer tu trabajo?

R. Las redes tienen su lado malo como el bueno. Para mi trabajo me ayuda a llegar a más personas y a dar una visibilidad que antes era casi imposible. Me permite llegar más lejos y, en cierta manera, se democratiza este mercado del arte.

 

 

Roberto López Martín, Avater Penélope, 2017. Cortesía del artista

 

 

P. ¿Qué es para ti la belleza y dónde crees que reside?

R. Muy buena pregunta. La belleza para mí consiste en las pequeñas cosas que te hacen volver a mirarlas, algo sencillo que necesitas releerlo. Supone dejar de lado nuestros más profundos prejuicios y complejos sobre la apariencia dada por los mecanismos mediáticos y construir tu propia voluntad a la hora de mirar algo.

 

 

Roberto López Martín, Avatar Bicefalo 1, 2019. Cortesía del artista

 

 

P.¿Sigues alguna rutina para trabajar?

R. Tengo el taller en Aranjuez, en una buhardilla familiar donde me rodeo de objetos fetiches, libros y objetos que me ayudan a reflexionar sobre la obra. Me gustan las colecciones de juguetes y cómics, figuras de todo tipo y en cierta manera creo que soy un acaparador nato. Siempre me rodeo de objetos que tengan poso, que tengan cierta historia. Muchas veces me paso horas como un tigre enjaulado, dando vueltas, como construyendo un puzle. Mi estudio no parece nada un estudio de un pintor instagrammer (risas). Mi relación con los espacios blancos e impolutos me hablan de superficialidad y de ficción artística. El orden para mi es el caos, la mancha, la capa superpuesta. Cada objeto colocado es para mí una capa de información, hay gente que se estresa nada más entrar al estudio (risas). Mi taller, en cierta manera, es mi obra. Los objetos me ayudan a trasmitir sobre la reflexión que quiero llegar. Soy de los que suelen trabajar de noche, ya que es cuando más activo estoy. Ahí es donde nacen las primeras ideas y bocetos que luego paso a la escultura. Suelo tener libros por el suelo para los descansos y dulce, mucho dulce para la ansiedad (risas).

 

 

Roberto López Martín, Estudio La Máquina, 2018. Cortesía del artista

 

 

P. ¿A quiénes señalarías como tus principales referentes?

R. Referentes claros en el mundo del arte, fundamentalmente para mí la gran Louise Bourgeois, que habla de sus traumas, Dorothea Tanning que recientemente ha estado en el Reina Sofía, Marina Abramovic la gran madrina de la performance.
Los libros de Zygmunt Bauman, Guy Debord, Gilles Lipovetsky me atrapan. Y como hijo de los 80, el manga desde Otomo a Yukito Kishiro, todo el ciberpunk, el cine, como Blade Runner, centros comerciales, juguetes y series que han poblado mi imaginación durante toda mi juventud que me han hecho ser hijo del sistema.

 

 

Roberto López Martín, Estudio Sísifo, 2018. Cortesía del artista

 

 

P. ¿Recuerdas qué exposición, de todas las que has visitado, te ha impactado más?

R. No suelo ser mucho de acordarme de los nombres de las cosas, me acuerdo más de las obras. Casi todas las exposiciones se me quedan en la recamara, pero para mí hay que dos de las que más me han impactado: la primera fue la de Francis Bacon en el Museo del Prado en el 2009, ya que para mí también es un referente en cuanto maneras de expresar y, por otro lado, pude ver a Marina Abramovic y su retrospectiva en el MoMA. En marzo de 2010 pude verla realizando una de sus piezas. Algo difícil de olvidar.

 

 

Roberto López Martín, Avatar White Rabbit, 2020. Cortesía del artista

 

 

P. Si solo pudieses comprar una obra de un artista coetáneo, ¿de quién sería?

R. Pufff, solo una… creo que siempre me ha fascinado la pintura de Jenny Saville. Creo que esa sería mi elección, aunque creo que por espacio para tenerla tendría que ser una obra pequeña.

 

 

Roberto López Martín, Avatar Soldado, 2017. Cortesía del artista

 

 

P. ¿Cuál crees que es la mejor estrategia para combatir el machismo en el mundo del arte?

R. En la facultad de Bellas Artes donde yo estudiaba, en Aranjuez en el Ces Felipe II, había más mujeres por clase con muy buenos trabajos y obras. Al llegar al mundo artístico laboral te das cuenta que esa cantidad de mujeres, no las hay, tampoco una paridad que debería haber no la hay tanta. Por mi parte, creo que la sociedad debería entender que el talento no tiene género, que los todos suman, pero sí creo que también hacen falta una cultura inclusiva, en la que se dé acceso igualitario a la promoción de las mujeres, aunque creo que esto ya está pasando.

 

 

Roberto López Martín, Estudio sobre Blancanieves, 2017. Cortesía del artista

 

 

P. ¿Cómo valoras tu relación con el mercado artístico?

R. El mercado del arte en España es complicado. No tenemos mucha educación de comprar arte, por tradición o por gusto. El mercado tampoco te deja muchas opciones de entrada si no sigues una moda o una tendencia. Por mi parte, llámalo suerte o trabajo y constancia, seguir una línea y agarrarme a ella ha hecho que esté donde estoy.

 

 

Roberto López Martín, Avatar El príncipe, 2017. Cortesía del artista

 

 

P. ¿En qué estás trabajando ahora?

R. Este año de incertidumbre que ha paralizado todo un poco se estaban cerrando obras para las ferias de Portugal, Bilbao y Mallorca, piezas en gran formato de la serie Los niños tele: el nuevo homo videns.

 

 

Roberto López Martín, Estudio Mickey, 2017. Cortesía del artista

 

 

P. El mundo sin arte sería…

R. Un mundo menos crítico consigo mismo.

 

 

Puedes ver otras obras de Roberto López Martín en su página web y en su perfil de Instagram.

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Crítica de arte contemporáneo y escritora. Es autora de las novelas 'Crítica del vicio' (2016) y 'Coito Ergo Sum' (2019), ambas publicadas por La Marca Negra Ediciones.