El artista nos habla de su carrera, su estilo pictórico y sus influencias
Sintetizar es un arte en sí mismo y pocos logran hacerlo con tanta habilidad como Vítor Mejuto (Barcelona, 1969), artista residente en Galicia y formado en Bellas Artes en la Universidad de Salamanca.
Mejuto tiene una larga trayectoria como pintor y ha expuesto por todo el territorio nacional y en lugares tan diversos como Nueva York, Oporto, Viena, Ámsterdam, entre muchos otros.
Sus obras forman parte de colecciones tan importantes como la del Parlamento de Galicia, Afundación, María José Jove y Fundación Camper.

P. Tus pinturas son campos de colores que definen un concepto. ¿Cómo funciona tu proceso creativo? ¿Ves primero la figura o partes de la idea para buscar la forma?
P. Hace ya algunos años era un pintor netamente abstracto. Me interesaba la forma. Algunas de mis exposiciones se construían sobre una sola forma o una familia de formas, y sus variaciones. Ahora desde hace cuatro o cinco años mi trabajo y mis preocupaciones han cambiado. Me sigue interesando la forma, pero ahora hay algo más. Ahora suele haber un tema. Después hay una pesquisa sobre las formas derivadas de ese tema y me centro en aquellas en las que encuentro un camino pictórico. A veces no son las formas clave de ese tema concreto, a veces son formas subsidiarias. Solo escojo aquellas que soy capaz de pintar.

P. En tu serie Naturales y sociales partes de cómo representaban sus hallazgos de investigadores del siglo XIX. ¿Qué te llevó a encontrar en estas investigaciones un tema a desarrollar en tus obras?
R. Naturales y Sociales es una serie que nace a partir del mapa de Domingo Fontán (el primer mapa de Galicia) de 1817, un milagro científico y naif. Del estudio de Fontán nació un interés por algunos científicos y divulgadores del siglo XIX: Charles Joseph Minard, Ramón de la Sagra, Matemático Rodríguez, etc. Me interesó especialmente cómo utilizaban el dibujo y el color para ilustrar sus hallazgos. En mi ánimo siempre late la pulsión de pintarlo todo. La búsqueda de las secretas vibraciones geométricas que hay en muchos de los temas que me interesan. En realidad, siempre llego a estos temas atendiendo al sutil rumor que emana de la forma que los anima.

P. En Señalética para un teatro de Ópera trasladas a tus lienzos pictogramas sobre esta trama del ámbito del espectáculo. ¿Por qué has elegido este tema para tu última serie?
R. Señalética para un teatro de Ópera forma parte de un proyecto más amplio que titulé Torreón de Tramoya. Esta exposición surge por invitación del Centro Párraga de Murcia gracias a la mediación del comisario Joaquín Jesús Sánchez. Este centro está orientado a las artes escénicas por lo que, en la primera reunión, me sugirieron hacer algo al respecto. Me gusta pintar al dictado así que me puse a trabajar sobre el tema. Me interesó la caja escénica, el telón y la tramoya, la escenografía y el figurín. Hay un extenso banco de imágenes en el que sumergirse. Solo en la Vanguardia Rusa hay un espeso magma en el que chapotear. Pero un día, dibujando, me salió el Kimono de Madame Butterfly. Tirando del hilo encontré en la ópera un auténtico filón. No se trata exactamente de pictogramas porque no hay un ánimo de atrapar la globalidad del libreto. Hay muchos de estos trabajos que se alejan de la idea en la que se inspiran y otros que son más literales. Lo que más me interesó de la ópera es su implacable contemporaneidad. Hoy se siguen interpretando obras que tiene dos siglos. Hay en esto un paralelismo con la pintura que a mí me parece interesante.

P. ¿Existe alguna búsqueda intencionada emocional o simbólica en la elección de tu paleta de colores?
R. En cuanto al tema del color siempre lo he fiado todo a la intuición. Lo más importante para mí es encontrar la gama y su temperatura. Sin embargo, ahora que el tema ha entrado en la ecuación, el color es a veces subsidiario de éste. Cuando pinté los gráficos de Minard usé su propia gama pastel. Luego es vital su aplicación y lo que pasa cuando colocas un color al lado de otro. Si se produce una vibración en la frontera entonces sé que estoy cerca.

P. ¿Te defines como un artista abstracto o figurativo?
R. Hace tiempo que no pienso en términos de figuración y abstracción. Me interesa mucho lo figurativo por lo que tiene de narrativo. Hay pintores figurativos, muy habilidosos, que necesitan un buen tema para justificar el uso de su repertorio. No se trata de eso. Se trata de pintura. La pintura es el tema, da igual que sea figurativa o abstracta. Estos días estoy intentando pintar algo relacionado con el Laocoonte. A priori es un tema cargado de buena geometría. Pero no sé cómo atacarlo, no sé cómo pintar mi Laocoonte. Si no logro destilar una forma que pueda considerar mía, entonces lo dejaré un tiempo. Hasta que pueda. Eso es la pintura.

P. ¿En qué medida crees que han ayudado las redes sociales a dar a conocer tu trabajo?
R. Las redes sociales son muy importantes, aparte de para dar a conocer mi trabajo, para ver la obra de otros artistas. Las obras que más me han influido en mi trayectoria las he visto en reproducciones, antes en libros o en revistas, ahora en las veo en la red. Son una herramienta más pero nunca podrán sustituir a la experiencia física. Necesito exponer y lo hago cada año. Es lo que da sentido a mi trabajo y después de cada exposición pongo el contador a cero.

P. ¿Qué es para ti la belleza y dónde crees que reside?
R. No tengo ni idea de lo que es la belleza. Conozco el cosquilleo que experimento cuando estoy dibujando y una forma nueva cobra vida y se llena de la entidad suficiente como para armar un cuadro. Ese cosquilleo debe ser la belleza. En la obra de los demás no pienso en términos de belleza. La belleza siempre nos remite a un canon y eso ahora está disuelto en una espesa sopa de conocimiento. Ahora lo bello puede ser lo feo.

P. ¿Sigues alguna rutina para trabajar?
R. No tengo ninguna rutina específica para trabajar. Realmente pinto cuando mi otro trabajo (editor gráfico de un periódico) me lo permite. Escucho básicamente a Bob Dylan y algunas otras cosas más. Necesito, eso sí, que el estudio esté razonablemente ordenado.

P. ¿A quiénes señalarías como tus principales referentes?
R. Mis principales referentes son de distinta índole y puedo señalar varios momentos decisivos. Fue Palazuelo el artista a través del cual empecé a interesarme por la geometría. Las primeras obras las vi en las reproducciones de una revista dominical. Después tomé un libro prestado (que nunca devolví) de la biblioteca del convento de un amigo fraile. Era un libro de Skira sobre pintura norteamericana y una reproducción de Marques de Portago, un cuadro de Frank Stella de finales de los sesenta me abrió otra puerta.

P. ¿Recuerdas qué exposición, de todas las que has visitado, te marcó más?
R. Durante mis estudios en Salamanca fuimos de excursión a Madrid y todo el mundo vino deslumbrado con una exposición de Beuys. Muchos se hicieron conceptuales justo ahí. A mí me deslumbraron unos relamidos bodegones de Odilon Redon en una exposición temporal de la Colección Phillips. En esa misma longitud de onda me atrajo mucho la obra de Félix Vallotton, un pintor simbolista francosuízo, capaz de pintar tórridas intimidades como nadie. Luego conocí en Vilagarcía a un gran pintor, Xaquín Chaves, del que me hice amigo. Yo ya conocía a Sean Scully y Chaves me habló de Richard Diebenkorn. Ambos hacen un uso de la mancha que ha sido muy importante para mí. Diebenkorn continua donde lo dejó Matisse. Por último en la portada del ABC Cultural un cuadro de Eduardo Barco me produjo una gran sacudida y como consecuencia de ello mis formas se volvieron más orgánicas y un poco menos rígidas. Ahora me interesan muchos pintores desde Kiko Pérez a Guillermo Pfaff, y siempre Helmut Dorner.

P. Si sólo pudieses comprar una obra de un artista coetáneo, ¿de quién sería?
R. Me compraría un Helmut Dorner.

P. ¿Cómo ves el panorama artístico en Galicia?
R. La situación del arte en Galicia es bastante dramática. Depende demasiado de la política. En mi ciudad, A Coruña, es difícil ver una buena exposición. El ámbito privado es bastante pobre en Galicia. Poco coleccionismo y pocas galerías de relevancia nacional, aunque hay algunas muy honrosas excepciones. La Fundación Didac en Santiago, con Trinta y Nordés, Marisa Marimón en Ourense y Pm8 en Vigo, Vilaseco en A Coruña. Eso es todo. Cada día es más difícil encontrar espacios donde desarrollar un proyecto. Y eso para mí es lo más preocupante.

P. ¿Cuál crees que es la mejor estrategia para combatir el machismo en el mundo del arte?
R. Sé perfectamente que las mujeres lo tienen, e históricamente lo han tenido, mucho más difícil. Pero tampoco es fácil para un pintor de mediana edad y de crecimiento lento, que no haya disfrutado en su juventud de esa pertinaz plataforma que ha sido y aún es el arte emergente. No sé cuál es la mejor forma de equilibrar las fuerzas. Pero he visto algunas malas exposiciones que se levantan enarbolando la idea de justicia reparadora. Creo que ese no es el camino. Supongo que preservar la calidad tiene que formar parte de la solución

P. ¿Cómo valoras tu relación con el mercado artístico?
R. Mi relación con el mercado artístico es casi anecdótica. Espero que eso cambie porque quiero seguir pintando hasta que me muera.

P. ¿En qué estás trabajando ahora?
R. Ahora mismo estoy en barbecho. Después de una exposición siempre dedico uno o dos meses a no pintar. No pintar también es importante.

P. El mundo sin arte sería…
R. No sé lo que sería el mundo sin arte. Pero hay mucha gente que sí lo sabe. De hecho, la mayor parte de la población lo sabe. Y no parecen preocupados.
Las pinturas de Vítor Mejuto transmiten su visión certera, de manera que el espectador goza de un inteligente ejercicio de síntesis.
Mejuto crea imágenes con un gran peso que residen no solo en esa síntesis sino también en la fuerza del cromatismo y las formas rotundas que elige para casa pieza.
Se trata de un artista tenaz, con una gran agilidad visual, que sorprende en cada nuevo trabajo que realiza.
Puedes ver otras obras de Vítor Mejuto en su perfil de Instagram.