‘Una entre muchas’, un ensayo feminista en forma de cómic
Son muchas las obras que han causado un impacto en mí y pocas las veces que sentí la necesidad de hacérselo saber a la autora o autor. Sin embargo, opino que si tienes algo bueno que decir, lo mejor es decirlo.
Una mañana, decidí buscar el correo de Una, autora de Una entre muchas (Astiberri Ediciones, 2018) o Becoming/Unbecoming (título original) y le escribí lo que pensaba que iba a ser un email sencillo, amable y poco intenso emocionalmente.
La verdad, me llevó poco escribirlo. Fue conciso y sincero. Lo que no preveía es ese intenso sentimiento que se apoderó de mí a medida que escribía. Mientras escribía sin parar, comencé a llorar. Lloré como hacía tiempo que no lloraba. Lloré como hacía tiempo que necesitaba llorar. ¿Conocéis esa sensación de haber descubierto al resto del mundo una parte de ti que no sueles mostrar, de la que no sueles hablar pero está siempre ahí, palpitando? Creo que Una dio esa parte de ella misma en su obra y, consecuentemente, muchas mujeres respondimos.
Este es un extracto de mi correo a Una:
…me diste las palabras que necesitaba escuchar; La narrativa que ha puesto en perspectiva un trauma común. Me diste el sentimiento de pertenencia y la voluntad de luchar por mí y por las demás.
Este sentimiento te lo debo a ti y a muchas otras mujeres que se han levantado y han hablado. Se lo debo a quienes reflexionaron sobre su propia historia personal y lo que significa en relación con nuestra sociedad; aquellas que demostraron cómo lo personal es, de hecho, político. Me dieron un renovado sentido de mi valor y, a veces, eso es lo más valioso que puedes darle a una persona.Solo puedo darte las gracias.
Una entre muchas es un cómic que narra de forma paralela sucesos experimentados por Una durante su pubertad y niñez, y el terror vivido durante las violaciones y asesinatos contra las mujeres del Destripador de Yorkshire, donde Una vivía.
La obra está ambientada en la década de 1970 y principios de 1980 y es un inteligente ensayo analítico sobre los patrones sociales que perpetúan la violencia misógina. Este libro hace una reflexión sobre como los violadores no son los únicos responsables del acoso, sufrimiento y victimización de las mujeres, sino que el problema nace en nuestra cultura.
No se puede negar que en la actualidad existe una fascinación por la violencia masculina. Numerosas películas, series y libros están centrados en las figuras de asesinos y violadores. El Destripador de Yorkshire no es una excepción, sino un personaje más en una larga línea de hombres blancos asesinos cuya memoria todavía se celebra. La atención por lo que el asesino tuviera que decir mantuvo los periódicos y las columnas de opinión en constante actividad, hasta el punto de desarrollar no un «colectivo» de seguidores pero cerca de medio millón.
Las investigaciones internas de la policía señalaban que los agentes lo podrían haber incluido como principal sospechoso desde prácticamente el inicio de la investigación. Sin embargo, el asesino se libró una y otra vez debido a prejuicios sociales: el asesino no podía ser un hombre «normal» junto a la creencia de que solo atacaba a prostitutas.
Una creencia no solo errónea pero además irrelevante. Solo demostró cómo la vida de trabajadoras sexuales no se valoraba al igual que la vida de cualquier otra mujer, y cuando no se trataba de prostitutas, la policía buscaba evidencias para demostrar que las mujeres tenían algún tipo de «falta de moralidad». ¿Buscaría la policía indicios de «falta de moralidad» en las víctimas si fuesen hombres? Se contaba como faltas, por ejemplo, estar en un bar bebiendo con tu marido.
En las páginas 40 y 41, la cara de Una aparece en el cuerpo de dos tipos de insectos distintos, el pecho se abre en forma de una vagina. El texto dice: «Mi cuerpo estaba cambiando», «Mis alas no parecían funcionar muy bien, ¿quizás eran solo decorativas?»
Estas ilustraciones representan la incomodidad de la pubertad, las inseguridades que despierta, la falta de conocimiento sobre su propio cuerpo y sobre el nuevo estatus social al que le sometía este cuerpo.
Nuestra cultura sexualiza los cuerpos de las mujeres desde que todavía son preadolescentes y normaliza el deseo sexual de hombres adultos por estos cuerpos. Vivimos en un sistema cínico, en el que, mientras se penaliza la pedofilia, el deseo sexual por la juventud femenina se celebra. Una fue abusada por hombres mayores que ella. A esa edad ni si quiera era consciente de que el trato recibido había sido abuso.
Al analizar esa época de su vida, Una hace la siguiente reflexión: «La norma es que las chicas deben mantener a los chicos bajo control. (…) No se esperaba que los chicos tuvieran control sobre sí mismos. Las chicas debían ser sexis, pero no demasiado sexis. (…) Ser una “puta” es lo peor que una mujer podía ser».
A una edad en la que cada vez las niñas deberían sentirse más independientes, aparecen todo tipo de normas de comportamiento vinculadas al acoso sexual y dirigidas al control del cuerpo femenino: «no te vistas así», «no salgas de noche», «no vayas sola», «no bebas».
Mientras el Destripador seguía matando sin llegar a ser atrapado, no se estableció un método de control para los hombres que caminaban solos por la calle, sino que se obligó a las mujeres a quedarse en sus casas y a las niñas a coger el autobús para ir al colegio o a cualquier otra parte. De esta manera, se varió el foco de responsabilidad del perpetrador a las víctimas.
Una comenta: «Es interesante establecer una comparación con las víctimas del terrorismo. Sin duda, si dos o tres mujeres estuvieran siendo asesinadas cada semana por los terroristas habría un alboroto, pero esa cantidad de mujeres están siendo asesinadas por sus parejas en el Reino Unido y se ha aceptado como perfectamente normal desde hace mucho tiempo».
Entre las teorías que a menudo se escuchan para explicar este comportamiento, la más prominente es la teoría de que aquellas personas de las que abusaron durante su infancia continúan esta línea de violencia abusando de otras personas. Una hace subraya como esta teoría invisibiliza a las mujeres:
… esta teoría se desmorona en cuanto se tiene en cuenta el género. Si la inmensa mayoría de perpetradores de delitos violentos y sexuales son hombres y la gran mayoría de víctimas de abuso durante su infancia fueron mujeres, bueno (…) ¿no deberíamos estarnos ahogando en mujeres perpetradoras de delitos sexuales?.
Una entre muchas no solo analiza las tendencias culturales que promueven situaciones en las que se perpetúa el abuso y señala cómo la sociedad es permisiva (¿cuántas celebridades bien respetadas y amadas por la sociedad han demostrado haber sido capaces de cometer este tipo de delitos y abusos sin consecuencias relevantes?). Pero también habla de las soluciones y de la esperanza por crear un mundo mejor.
Ahora, cuando leo, escucho o pronuncio el lema «lo personal es político», me acuerdo de esa sensación intensa de que no existe una única voz o experiencia aislada, sino que el testimonio silenciado de millones de mujeres de todo el mundo ha terminado transformándose en un ruido blanco cada vez más perceptible, cada minuto más intenso y con el tiempo, más nítido. Como una única voz imposible de ignorar.
Una, Una entre muchas, Astiberri Ediciones, 2018. Traducción: Santiago García. 208 páginas. 19€