El artista nos habla de su carrera y de su imaginario
Reflexionar sobre la sociedad actual partiendo de décadas pasadas es un juego con el que Juan Cuéllar (Valencia, 1967) nos entretiene a la vez que afianza conceptos siempre pertinentes para entender el mundo que nos rodea.
La obra de Juan Cuéllar plantea un presente distópico a través de la estética de la década de los años 50. Sus obras plasman conceptos como la alienación, la incomunicación, que dicen mucho sobre la sociedad actual y adónde nos está llevando.
Cuéllar trabaja sobre un trasfondo de fuerte carga filosófica, con imágenes impecables que hablan de su buen hacer como artista.
Sus series narran aquello que más le preocupa, haciendo hincapié en lo que está destruyendo una sociedad que podría ser habitable en paz, pero que la sociedad de consumo la convierte en algo horrible a lo que, por desgracia, ya estamos acostumbrados.
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia, Cuéllar ha expuesto tanto individual como colectivamente por gran parte del territorio nacional y en ciudades como Lisboa, Hanoi, Tokio, Nueva York o Chicago.
Su trabajo ha sido reconocido con becas como la Alfons Roig de la Diputación de Valencia (1999), la de la Academia Bellas Artes de España en Roma (2001-2002) y la Fortuny en Venecia (2002).

Juan Cuéllar, América Metafísica, 2019. Cortesía del artista
P. En tus obras hay una clara inclinación a la estética de los años 50, ¿qué te sugiere esta época pasada?
R. He utilizado mucho las imágenes de la década de los 50, imágenes estereotipadas que aspiraron a crear un imaginario colectivo dominante, una gran máquina de producción icónica cuya finalidad era crear una ideología mediante la imagen del confort, bienestar y modernidad del capitalismo. Pura y dura ideología donde relegaba a la mujer a un segundo plano de ama de casa feliz, donde lo imprescindible eran los bienes materiales, etc. Esta época de apoteosis de la modernidad previa a la posmodernidad, como clímax del gran sueño, ¡lo que supone el comienzo del fin moderno-contemporáneo!

Juan Cuéllar, La Grieta, 2016. Cortesía del artista
P. Casi todos los personajes que retratas están despojados de rostro, ¿a qué remite esta sensación de incomunicación?
R. Estas figuras anónimas provienen de una etapa donde pintaba enmascarados, máscaras de Jason Viernes 13, en la beca Fortuny en Venecia. De ahí provienen también las figuras de Mickey que empezaron como máscaras. Al quitar las máscaras, los rostros eran pintura (“Siamo pittura”). Una revelación de que no eran otra cosa que pintura: rostros anónimos que entroncaban con los maniquís metafísicos de De Chirico, sin rostro. Al quedar sin rostro, creemos quitarles el ser, en ese anonimato los personajes, las figuras adquieren una doble identidad metafísica, sin rostro, anónimos, y la propia pintura, muda, pero con toda su carga simbólica y comunicativa.

Juan Cuéllar, Distopía Femenina, 2016. Cortesía del artista
P. También has plasmado en varias ocasiones la cabeza de Micky Mouse, ¿a qué te lleva este conocido icono?
R. El icono popular Mickey Mouse lo he utilizado en muchas series como modelo de estandarización del ciudadano universal, democrático, industrial e imperialista. La cabeza sintetizada de Mickey, como elemento más reconocible de un mundo standard, globalizado. Y es la globalización el contexto de este icono en mis pinturas donde se extiende como ideología, cultura o interés económico, creando necesidades económicas, sociales y culturales nuevas, originando patrones de consumo y producción nuevos, de entretenimiento e incluso patrones familiares homogeneizados.

Juan Cuéllar, Postpropaganda, 2018. Cortesía del artista
P. En muchos de tus trabajos los personajes, tanto humanos como animales, son atravesados por una franja en blanco, ¿cuál es la razón?
R. La razón de estas franjas, agujeros en blanco es el vaciado formal de la representación. Su alienación, esa falta de información en la vuelve imperfecta e ineficaz para transponer completamente lo observado en lo representado. Así, estas obras representan la alienación en rostros con huecos y franjas en blanco, nos falta esa información y los percibimos vacíos, huecos, domesticados; fueron el corpus de la muestra Distopía en La Sala Oberta de La Nau (Universitat de València) en 2018.

Juan Cuéllar, Uncanny, 2018. Cortesía del artista
P. ¿Existe alguna búsqueda simbólica o emocional en la elección de tu paleta cromática?
R. Creo que el color que utilizo es más emocional. Es el color que encuentro en mi entorno, muy lumínico, brillante, nítido.

Juan Cuéllar, God is White, 2018. Cortesía del artista
P. En 2007 cofundas con Roberto Mollá, Encapsulados, una plataforma para el arte portátil, ¿de qué trata exactamente este proyecto?
R. Encapsulados es un dúo de artistas que comisariamos muestras de arte portátil, fugaces y fáciles de transportar por su pequeño tamaño o por su formato; y mostrarlas en lugares insólitos e incluso inusuales y secretos en ocasiones. También hemos comisariado proyectos portátiles como Emakimono, un rollo de papel de 50 cm x 10 m de largo e intervenido por diecisiete artistas, mostrado en Tokio, Seúl y Pekín en 2016 y producido por el Ministerio de Cultura. Con Encapsulados han colaborado más de 150 artistas en diversos proyectos portátiles como el inaugural en Tokio en 2007 en dos cápsulas de Hotel en Ebisú, en el muro de Berlín en colaboración con La Naval portátil, publicaciones con la editorial FireDrill o el último proyecto en Évora (Portugal) frente al templo de Diana en 2019.

Juan Cuéllar, La Montaña Rusa, 2018. Cortesía del artista
P. ¿En qué medida crees que han ayudado las redes sociales a dar a conocer tu trabajo?
R. En la medida que amplías el abanico de visibilidad. Esta entrevista es una muestra de ello al originar el contacto por redes. Es una herramienta más para visibilizar las obras y también una gran fuente de información y contacto con muchos otros artistas, gestores culturales, críticos, galeristas, etc.

Juan Cuéllar, Small Town, 2020. Cortesía del artista
P. ¿Qué es para ti la belleza y dónde crees que reside?
R. La belleza para mí es un estado de la percepción. Son esos instantes fugaces e intensos en donde lo ves todo con claridad y nitidez, crees entenderlo y conectarlo todo. Como si llegaras a comprender que hay un orden y un sentido en lo que ves, sientes, piensas, amas. ¡Y al instante siguiente todo se ha esfumado y no entiendes nada de nuevo!

Juan Cuéllar, Sanctuary, 2019. Cortesía del artista
P. ¿Sigues alguna rutina para trabajar?
R. Más que rutinas son costumbres que cada artista desarrollamos. Cuando estoy en la fase de preparar las obras, antes de crear bocetos, siempre he dedicado un tiempo a “bambar” (deambular) por el estudio y dejar pasar el tiempo buscando recortes, imágenes, textos guardados, archivos de imágenes… Y así van surgiendo las conexiones, las ideas, las imágenes previas. Cuando ya estoy en la mecánica de pintar las piezas me pongo infinidad de cintas de casete que mi mujer, Xelo, tiene almacenadas en el estudio. Ahora he sacado para escuchar de Elvis Costello, Nina Simone, Mano Negra, Violent Femmes. The The, Los Enemigos, The Stone Roses, etc. Mi estudio está en Valencia, donde trabajo solo, es un último piso con una luz que nunca entra directa excepto en el mes de junio. Una luz muy igual todo el año, aunque también empleo la luz artificial pues los horarios habituales son de tardes hasta entrada la noche.

Juan Cuéllar, Norte. Los Olvidados, 2019. Cortesía del artista
P. ¿A quiénes señalarías como tus principales referentes?
R. Desde De Chirico, Hopper, Charles Burchfield, George Ault, Philip Guston, James Rosenquist, Ed Ruscha, Lichtenstein, Eduardo Arroyo, Equipo Realidad, Anzo, Gerard Richter, Robert Gruber, Stephen Shore,William Eggleston, Nick Cave…

Juan Cuéllar, Mall Town, 2020. Cortesía del artista
P. ¿Recuerdas qué exposición, de todas las que has visitado, te ha impactado más?
R. Me gustó mucho la retrospectiva de James Rosenquist en 2003 en el Museo Guggenheim de Nueva York. Por todo, la muestra impresionante de grandes y emblemáticas piezas; por el montaje y el recorrido; por el propio el museo, tanto interior como exterior un edificio hipnótico.

Juan Cuéllar, White party, 2018. Cortesía del artista
P. Si sólo pudieses comprar una obra de un artista coetáneo, ¿de quién sería?
R. De Dis Berlin.

Juan Cuéllar, Dreamers, 2018. Cortesía del artista
P. ¿Cuál crees que es la mejor estrategia para combatir el machismo en el mundo del arte?
R. Pues creo que la educación temprana, en valores humanistas y democráticos, en pensamiento crítico, en igualdad sería una manera de combatirlo, pero en todos los ámbitos sociales. Y para que fructifiquen estos valores tienen que apoyarse en condiciones reales de igualdad en el acceso laboral, en salarios, en propiciar mejoras para el desarrollo de las carreras profesionales. Esto es lo deseable a futuro, para nuestras hijas e hijos, pero las estructuras dominantes siguen siendo patriarcales. En el mundo del arte las carreras profesionales siguen siendo más soportables por hombres que por mujeres, y es ahí donde se debería actuar, en propiciar unas condiciones favorables de igualdad del desarrollo.

Juan Cuéllar, Sur. Los Olvidados, 2019. Cortesía del artista
P. ¿Cómo valoras tu relación con el mercado artístico?
R. Mi relación con el mercado siempre ha sido a través de mi galería My name’s Lolita Art. Llevo trabajando con ella prácticamente desde mis inicios. El mercado artístico en España es un sube y baja continuo, depende de muchos factores, tanto de condiciones económicas favorables como de asistencia a ferias como Arco o no, etc.

Juan Cuéllar, Este. Los Olvidados, 2019. Cortesía del artista
P. ¿En qué estás trabajando ahora?
R. Ahora estoy preparando Lugares paralelos / Parallel places, un proyecto para Artesantander con mi galería My Name’s Lolita y aborda en paralelo los lugares ordinarios, intrascendentes como oficinas, gasolineras, cafeterías, pequeñas ciudades o fábricas que crearon una nueva visión de una sociedad, de una época en transformación hacia una nueva sociedad industrial, hacia la mitad del siglo XX en los mismos lugares ordinarios actuales, donde podremos rastrear y encaminar una nueva mirada a lo desconocido, a lo que atisbamos pero no acabamos de ver con claridad.

Juan Cuéllar, Heimlich N1. Cortesía del artista
P. El mundo sin arte sería…
R. …alienante.
Puedes ver otras obras de Juan Cuéllar en su perfil de Instagram.