El fotógrafo nos habla del imaginario de ‘Welcome to the barrio’, obra seleccionada al premio de Mejor Libro de Fotografía en PhotoEspaña 2020
Las miradas de los fotógrafos no siempre enfocan aquello que entendemos como agradable, sin embargo, esas otras visiones de la realidad que no entran dentro de los cánones de lo bello se convierten, gracias a la pericia de los fotógrafos, en algo digno de admirar.
Oriol Miñarro (Barcelona, 1974) es un fotógrafo autodidacta que nos muestra a través de sus trabajos aquello hacia lo que muchos tuercen la cara. La crudeza de muchas de sus imágenes no se desliga de un halo poético que narra una realidad por todos conocida, pero por muchos renegada.
La fotografía de autor de este catalán ha sido finalista en el concurso Iberoamericano Nexofoto en 2016 y 2017 y también ha sido becado por el Instituc de Estudis Fotográfics de Barcelona, entre otros muchos reconocimientos.
En 2020 su trabajo Welcome to the barrio, en el que ahonda en la crudeza y marginalidad del barrio del Raval (Barcelona), ha sido seleccionado en PhotoEspaña como uno de los mejores libros de fotografía autoeditados.
Miñarro ha expuesto tanto individual como colectivamente en el Festival Internacional PhotoAlicante en 2016, en el SCAN de Tarragona en 2016 y en el Festival La Nuu Rubí en 2017.
P. Muchas de tus fotografías revelan una terrible atracción por lo abyecto. ¿Por qué valoras tanto lo que para otros puede resultar desagradable?
R. Yo no lo llamaría atracción, plasmo las cosas tal cual las veo y siento, sin filtros, siendo coherente, con sentido crítico. Eso debería ser lo normal pero no es lo habitual. Yo es que soy así, no sé hacerlo de otra manera. La gente no quiere que le compliquen la vida, quiere que le diga aquello quiere oír. Y lo que le incomoda y contraria lo rechaza, lo niega y lo obvia, pero es y existe. Por eso, por el hecho de no ser complaciente con el espectador es por lo que también me resultan interesantes este tipo de imágenes. Valoro en especial este tipo de imágenes por todo aquello que representan, por la cantidad de capas informativas que contienen. Son directas, sin rodeos, sin filtros de Instagram, te ponen ante el espejo sin más.
P. ¿Crees que se puede hacer una fotografía “psicológica”?
R. Desde el mismo momento que hay un componente visual directo y crudo creas una tensión y una incomodidad en el espectador que, en cierto modo, crea una atmósfera y un efecto psicológico innegable. Creo que eso es bueno, has generado un estado emocional, una reacción, una tensión, es campo abonado para el debate y la reflexión.
P. En Welcome to the barrio, ¿todos los modelos se han dejado fotografiar en esas actitudes, a veces tan duras, o por el contrario muchas capturas son “robados”?
R. Siempre he dicho que Welcome to the barrio no hubiera sido posible sin la cercanía que las imágenes muestran. Eso implica interactuar, relacionarte, ser uno más, pertenecer a aquello que te rodea y comprender lo que te rodea. Hay un dicho callejero que cita lo de “Ver, oír y callar” y es así como se consiguen las cosas, en la calle se calla y se escucha cuando se hace fotografía. La gente cuando se siente escuchada es accesible y, a partir de ahí, todo lo demás viene dado. Cierto es que un porcentaje muy bajo están tomadas desde la distancia, pero eso es así por la sencilla razón de que rompes el texto y el contexto de determinadas situaciones.
P. A veces presentas tus trabajos como dípticos. ¿Qué recursos narrativos facilita esta opción?
R. Lo de los dípticos, sinceramente, lo hago por un mero divertimento personal, por aquello de tomar contacto con las imágenes y otorgarles otros sentidos, resignificar aquello que en un principio parecía ser y explorar nuevas líneas argumentales. En cierto modo, ese juego te hace situar, comprender y descubrir tu propio trabajo ya que no todo viene revelado ni descubierto desde el minuto cero. Yo no soy ningún genio y ese ejercicio me ayuda a comprender de una mejor manera el acto fotográfico y sus significados. Hay quien hace haikus y hay quien hace dípticos de imágenes como yo.
P. ¿Qué ha significado para ti que PhotoEspaña haya seleccionado tu trabajo Welcome to the barrio dentro de la categoría de libro autoeditado, al mejor fotolibro PHE20?
R. No deja de ser un reconocimiento, a nadie le amarga un dulce, pero lo que realmente pongo en valor es que todo el esfuerzo agotador que ha supuesto llegar hasta aquí ha merecido la pena, es algo personal, otra cosa sería vanidad.
P. Tu formación es autodidacta, ¿te has sentido alguna vez menos valorado, entre compañeros y críticos, por esta condición?
R. Nunca, no es que sea expeditivo en la respuesta, que también, pero es que en ningún momento me he sentido menoscabado por esa condición, al contrario, esa condición se ha puesto en valor por el resultado de mis trabajos.
P. ¿En qué medida crees que han ayudado las redes sociales a dar a conocer tu trabajo?
R. Las redes sociales son una herramienta muy eficaz si sabes cómo utilizarlas pero son un arma de doble filo. En mi caso, la balanza está en positivo ya que el poder de difusión de mis trabajos ha sido brutal, pero también hay que ir con pies de plomo y no mezclar lo personal con el tema de la fotografía. Es ahí donde todo se tuerce, donde aparece el cuñadismo de las redes, las intrigas de palacio, el trato con personajes endiosados y, la verdad, he de reconocer que he entrado al trapo en muchas más ocasiones de las que me hubiera gustado. Eso no deja de restar seriedad a tu trabajo si lo que realmente quieres es dar difusión al mismo. Por estas cosas siento vergüenza y bochorno propio, la verdad. Pero en general bien.
P. ¿Qué es para ti la belleza y dónde crees que reside?
R. Aquello que sea natural, auténtico y fiel a su condición es bello y puro.
P. ¿Sigues alguna rutina para trabajar?
R. Para poneros en contexto, trabajo en una tienda de venta de alfombras situada en el centro de Barcelona, dispongo de tres horas para comer y, como es normal, no como durante tres horas. Eso ya lo he explicado un muchas veces pero yo empecé en esto de la fotografía de la manera menos glamurosa, por el más absoluto de los aburrimientos al mediodía. Cogí una cámara como me podía haber dado por la papiroflexia. Concretando, salgo del trabajo y me planto en cuarto y mitad en el casco antiguo de Barcelona, en barrios como el Raval, el Gòtic o el Born, son lo que tengo más a mano y son zonas que me han proporcionado imágenes que cuadran con mi imaginario, la tormenta perfecta, el espacio/tiempo y el texto/contexto ideal para mí. Como poco, ando mucho, lo observo todo, me empapo de olores, sonidos, charlas. El tránsito de personas es tal que la información es un bombardeo, es brutal estar rodeado de tantas etnias, clases sociales, costumbres. Un ir y venir que en ocasiones lo silencio poniéndome música (Marilyn Manson, Creedence Clearwater Revival, Metallica, The Doors, Loquillo y José Luis Perales cuando estoy de bajona). Todo esto lo mezclo con comidas con el que yo considero mi mejor amigo, Joan Teixidor, un fotógrafo librepensador, filósofo y monje, todo en uno. Estos momentos son parte del camino, de construcción y deconstrucción. Siempre he pensado que sin esas largas conversaciones con Joan yo no sería el que soy como fotógrafo, igual parecido, pero no igual. No todo es cámara en la construcción visual. Vuelvo al trabajo con la mochila llena de experiencias y a esperar que llegue el día siguiente para poder volver a sumergirme en el barrio, soñando que al día siguiente me zamparé un bocadillo de tortilla de patata/morcilla y manzana en La Ravala, un bar cañí de barrio, o que me encontraré con tal y pascual.
P. ¿Con qué equipo sueles salir a fotografiar?
R. Antes iba con una réflex enorme, pero era un puñetero coñazo y la cambié por una cámara sin espejo muy pequeña, pero lo mío ya empieza a ser preocupante, ya lo hago casi todo con mi móvil. Creo que estoy involucionando y evolucionando a la vez.
P. ¿A quiénes señalarías como tus principales referentes?
R. Joel Peter Witkin, David Nebreda, Anders Petersen, Goya, Los hermanos Cohen, Metallica, Roger Ballen, John Malkovich, Paolo Sorrentino, Miguel Trillo. Es un ejemplo reducido de todo lo que me envía inputs, pero vamos, que yo soy un empanado para definir aquello que me influye o no. Lo que hoy me fascina, mañana puedo ni acordarme, soy un desastre patológico y desmemoriado.
P. ¿Cómo ves el panorama fotográfico de tu generación?
R. Cuesta arriba si se trata de ganarse la vida y cuesta abajo si se trata de ir al infierno. Cuando un autor tiene que verse repartiendo rollitos de primavera en bicicleta pues creo que tenemos un problema. El problema no es que lo exploten repartiendo en Glovo, lo que realmente es un problema es que previamente ya viene explotado y ignorado por parte del mundo de la cultura (a todos los niveles). Es la perfección del sistema. Autoexplotación.
P. ¿Recuerdas qué exposición, de todas las que has visitado, te han impactado más?
R. No se lo digas a nadie, pero las exposiciones me aburren hasta límites insospechados, pero, en contraprestación, lo que me interesa son los catálogos de las expos, son perfectos para una mente en blanco como la mía ya que me ayudan a comprender y recordar mejor. Sabes lo que me pasa, y lo reconozco, me planto delante de una expo y no me entero de misa la mitad. Por recordar te nombraría la de Fenómeno Fotolibro en el CCCB. Recuerdo unos libritos de propaganda de la Alemania nazi de la colección privada de Martin Parr. Te das cuenta del poder que puede tener la imagen utilizada en un sentido u otro.
P. Si solo pudieses comprar una obra de un artista o fotógrafo coetáneo, ¿de quién sería?
R. Me acojo a la quinta enmienda y me cargo lo de coetáneo. Yo sería el tipo más feliz con una obra de Joel-Peter Witkin.
P. ¿Cuál crees que es la mejor estrategia para combatir el machismo en el ámbito fotográfico?
R. Si tuviera la respuesta ganaría el Nobel, pero seguro que con las estrategias actuales no. Nunca he hablado al respecto por aquello de no meterme en lodazales pero creo que hay una hipocresía y una impostura sobre el tema que roza lo pornográfico. Gente del mundillo firmando iniciativas donde se comprometían a renunciar a participar en expos, certámenes, ferias si no se daba cierta cuota de mujeres y después los ves en primera fila de certámenes pasándose por el forro la igualdad y el compromiso adquirido. Yo no lo firmé, me pareció que era hacerse trampas al solitario, me pareció que la mejor manera era aportar mi granito de arena no repitiendo clichés desde mi posición como individuo, tomar conciencia y actuar desde mi condición de hombre. Si mi maltrecha memoria no me falla, en el museo Pérez Siquier de Almería tuvieron el detalle de incorporar dos nuevas salas con 40 fotógrafos, 40 hombres y cero mujeres. Es lo que Toni Amengual definió como “fotografía con f de falo”. Estas cosas son un insulto a la inteligencia y más si vienen promovidas desde las instituciones. Que, por cierto, se debería de haber plantado en la cuneta al museo por parte de los fotógrafos participantes. Por no querer hablar del tema creo que me he ganado algún hater.
P. ¿Cómo valoras tu relación con el mercado artístico?
R. Buena, supongo, yo intento que sea así pero hay cosas que siempre se te escapan, tampoco dependen de uno, pero bien en general.
P. ¿En qué medida ha afectado la COVID-19 a tus proyectos?
R. En nada, creo que ha sido uno de los años más intensos a todos los niveles, he tenido propuestas super interesantes como la de participar en el proyecto Carpetas promovido por Julián Barón, dar charlas en EINA, IDEP, La Fotoescuela, entrevistas de radio, ponencias en PhotoAlicante y FotoPlatjadaro, la selección al mejor fotolibro en PhotoEspaña y algo muy importante para mi carrera como autor que aún no puedo comentar.
P. ¿En qué estás trabajando ahora?
R. En nada y en todo a la vez, sigo incorporando imágenes y conceptos a lo ya hecho y cosas que tengo en proceso junto con Joan Teixidor que de momento no puedo explicar. Ya lo decía Rajoy, “los catalanes hacen cosas” y en eso estoy, haciendo cosas.
P. El mundo sin fotografía sería…
R. Como una pizza hawaiana con extra de piña.
Oriol Miñarro es testigo de una realidad que también debe pasar a la Historia. Sus fotografías captan la marginalidad de la que debemos ser conscientes. Para que exista luz también son necesarias las sombras y retratar esta parte “oscura” de nuestros días tiene un altísimo valor antropológico al que Miñarro suma una estética cruda que es de agradecer por la sinceridad de la misma.
Este fotógrafo catalán indaga sobre otras categorías de lo bello, en la que lo desagradable y lo grotesco se formulan como algo hermoso donde nuestra mirada se posa para conocer aquello de lo que renegamos.
Miñarro destaca por la valentía de sus imágenes que funcionan como un jarro de agua fría en un mundo abanderado por lo “cuqui” que debe abrir los ojos ante lo abyecto que convive con nosotros.
Puedes ver otras obras de Oriol Miñarro en su página web y perfil de Instagram.