El artista nos habla sobre la creación de su vocabulario visual
Transgredir los límites sociales, políticos e ideológicos es el motor de avance de la Historia, transgredir los límites de la pintura, la escultura y la arquitectura lo es de la Historia de Arte.
El trabajo de Guillermo Mora (Madrid, 1980) se mueve entre dos y tres dimensiones, desde un discurso rotundo y una plasticidad sumamente elegante.
Sus obras acusan un estilo innovador, fruto de sus investigaciones sobre la pintura y la escultura. La exquisitez de sus cromatismos, junto con la organicidad de sus obras, hace de sus creaciones un modo personalísimo de entender el arte, a la vez que transforma la visión estática del espectador respecto a las diferentes categorizaciones del mismo.
Como él mismo indica, Mora crea su propio vocabulario visual, genera en su obra un modo abstracto de comunicación que alimenta los cuestionamientos sobre los protocolos de la pintura contemporánea.
Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y por The School of the Art Institute of Chicago, completa sus estudios con una beca de Posgrado de la Fundación La Caixa. Ha sido galardonado, entre otros, con el Premio Generaciones 2013, la beca de la Real Academia de España en Roma 2010-2011 y la residencia en el International Studio & Curatorial Program (ISCP) de Nueva York en 2016.
Mora ha expuesto tanto individual como colectivamente en gran parte del territorio nacional, y en ciudades extranjeras como Savannah, Roma y Miami. Su obra forma parte de algunas colecciones como la del Museo Voorlinden (The Caldic Collection) de Holanda, The Margulies Collection at the Warehouse de Miami, Colección La Caixa, CA2M y la Colección DKV.
P. Trabajas siempre en la frontera entre pintura y escultura, ¿por qué decides posicionarte entre esos dos sentidos?
R. ¿Pintura o escultura? ¿A qué perteneces? ¿Quién eres? ¿Eres esto o aquello? No me interesan las categorizaciones, ni en la vida ni en el arte. Como sociedad hemos sido capaces de generar productos multifuncionales complejísimos que son mil cosas a la vez. Adoramos estos objetos, nos conquistan, ciegan, asombran y embelesan, pero todavía somos incapaces de interiorizar que una persona sea dos o tres a la vez, que una obra de arte también lo sea. Tenemos mentes muy rápidas para la tecnología, pero muy lentas para comprender los nuevos seres y objetos artísticos de nuestro tiempo. En nuestro tiempo ya no puede imperar la dicotomía de lo uno o lo otro. Mi interés está en la idea de lo uno en lo otro.
P. Defines tu trabajo como “sumar, restar, multiplicar y dividir”, sin embargo, tras este pragmatismo, se esconde una obra profundamente romántica. ¿Aquí también te encuentras en otra frontera?
R. Ahí está el juego de mi statement. Quien quiera puede entender esta definición desde un punto de vista formal, ya que mi obra tiene un sentido cambiante, mutable, divisible, etc. Pero también podemos analizar estos cuatro términos desde lo emocional: ¿Quién te suma? ¿Quién te resta? ¿Cómo te multiplica? ¿Por qué te divide? Ahí ya no aludo al trabajo, sino a la presencia y comunicación con un otro, a quien tienes enfrente, al lado. Podríamos decir que mi trabajo es toques de atención, gestos, provocaciones, guiños y hasta saludos o despedidas a personas que me acompañan (o me han acompañado) en la vida.
P. Algunas de tus obras acusan una constante transformación, ¿en qué consisten estos cambios?
R. Flaubert decía: “No bien llegamos a este mundo, pedazos de nosotros comienzan a caerse”. Al igual que nosotros cambiamos desde que nacemos, una obra cambia desde su origen. Cambia la naturaleza de su material, su forma, su color, etc. Nada permanece igual, ni en ella, ni en nosotros. Yo he forzado algunos de esos procesos porque me interesa plasmar el cambio y el paso del tiempo por las cosas, ser consciente de ello. He sometido obras a procesos rápidos de deterioro, mostrando el material en su estado crudo. Otras piezas, por ejemplo, se han ido achatando con el tiempo por su naturaleza dúctil y maleable (igual que nos achatamos nosotros). Recuerdo también una serie de piezas que estaban sometidas a un mecanismo que impedía que se pudiesen montar del mismo modo dos veces. La intención era que “siempre fueran las mismas y siempre distintas”. Todo cambia. Nada permanece igual.
P. ¿Hay alguna búsqueda emocional o simbólica en la elección de tu gama cromática?
R. Me interesa el aspecto sólido del color, concentrarlo en un punto, entenderlo como masa, como barrera, como frontera, brillante y a su vez opaco, matérico, impermeable, infranqueable, intraspasable.
P. ¿Qué es para ti la belleza y dónde crees que reside?
R. La belleza –como el diablo– está en los pequeños detalles.
P. ¿Sigues alguna rutina para trabajar?
R. Soy muy rutinario con mis horarios. Me suelo levantar a las 6:30. Desayuno, hago ejercicio y escribo o contesto emails. Sobre las 8:30 me voy caminando al estudio con la perra. El acto de caminar hacia el trabajo me despeja y me ayuda a organizar el día. Suelo llegar al estudio sobre las 9 y media y trabajo allí hasta las 18. Hago el camino de vuelta, cruzando dos parques hasta llegar a casa. A menos que tenga que hacer algo urgente, a partir de esa hora ya es un tiempo que dedico para mí: leo, escucho música, veo alguna película o quedo con mis amigos.
P. ¿A quiénes señalarías como tus principales referentes?
R. Desde hace tiempo tengo la costumbre de mirar cada mañana la obra de un artista distinto. Hoy por ejemplo ha sido Olga Balema. Ayer fue Ruti de Vries, y así multiplica por semanas, meses, años. Esta práctica es como si eligiera diariamente un compañero de clase para observar lo que hace e intentar comprender sus procesos y su sistema de pensamiento. Distinguir algunos creadores sería excluir a tantos otros, y no es justo. Todos ellos van formando en mi cabeza un imaginario de referencias constantes. Me enseñan algo día a día, sin pensar en pasado o en presente, sin pensar quienes son más relevantes que otros.
P. ¿Recuerdas qué exposición, de todas las que has visitado, te ha impactado más?
R. La exposición The Art of Richard Tuttle en el Museum of Contemporary Art of Chicago. Por aquel entonces yo estaba estudiando en el The School of the Art Institute de Chicago y fue algo revelador.
P. ¿Cuál crees que es la mejor estrategia para combatir el machismo en el mundo del arte?
R. Creo que las cuotas al 50% fueron –y siguen siendo– un buen toque de atención ante esa actitud excluyente. Me asusta ver una exposición en la que el 100% de los artistas sean hombres (cosa que sigue ocurriendo). Y me asusta que a veces se incluya a una mujer como si fuese el premio de consolación. Pero también he de decir que me asusta asistir a una exposición en la que sean sólo mujeres las que exponen. Me he criado en un ambiente muy distinto, con compañeras y compañeros que hemos trabajado a la par y a los que nos gusta estar, pensar, trabajar y exponer juntos. Exponer por nuestras ideas es nuestro mayor reconocimiento. Que nos agrupen y expongan por el mero hecho de ser hombres o mujeres es un paso atrás en nuestra sociedad.
P. ¿Cómo valoras tu relación con el mercado artístico?
R. El mercado del arte es esa montaña rusa a la que te subes siendo consciente de que lo vas a pasar bien y mal. Con esto te resumo un trayecto lleno de subidas y bajadas, al que debes incluirle varios loops, siempre con la tensión de que, si en uno de esos giros no te pilla agarrado con fuerza, la máquina (el mercado) te lanza fuera.

Guillermo Mora, Horizontal, 2019. Tabacalera, Madrid. Vista de la instalación. Cortesía del artista
P. ¿En qué estás trabajando ahora?
R. Actualmente estoy preparando una exposición individual para la Galería Irène Laub de Bruselas, que se inaugurará en septiembre de 2021 durante el Gallery Weekend. En paralelo estoy empezando a trabajar en un proyecto de gran envergadura para la Sala Alcalá 31, que se expondrá ya para el 2022.
Guillermo Mora demuestra, en cada uno de sus trabajos, una profunda reflexión sobre los modos de creación y traslada al espectador una manera vanguardista de entender el arte.
El desconcierto se transforma en una agradable plasticidad, a la que nuestra mirada solo quiere poseer y regocijarse en la belleza de cada una de sus increíbles obras.
Puedes ver otras obras de Guillermo Mora en su página web y su perfil de Instagram.