Mucha panza y pocas nueces

Begoña R. Orbezua Begoña R. Orbezua
9 Min Lectura
‘Panza de burro’, primera novela de Andrea Abreu, se erige sobre el lenguaje oral de las Islas Canarias

En junio de 2020, la editorial sevillana Barrett publica Panza de burro, de Andrea Abreu, editada por Sabina Urraca, con el que ambas autoras se estrenan, la una con su primera novela, la otra como editora. El 15 de febrero de 2021, la novela de Andrea Abreu había vendido ya 30.000 ejemplares e iba por la duodécima edición.

La fajita que rodea al libro habla con la intensidad y la vacuidad propias de estos accesorios: «una de las mejores primeras novelas que he leído en años», «tan jedionda como sensual», «la mejor prosa que he leído este año». Pero lo cierto es que durante todo este tiempo, todas las opiniones en redes sociales y otros medios acerca de la novela parecían coincidir en ensalzarla, cosa que resulta siempre harto sospechosa.

Su editora, Sabina Urraca, comparte con Abreu el origen, si bien Urraca nació en Donostia en 1984, se crio en Tenerife. Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Complutense de Madrid y Guion en la ECAM y en 2017 publicó su primera novela, Las niñas prodigio, publicada por la editorial Fulgencio Pimentel.

En el prólogo de Panza de burro, firmado por la «Editora por un libro», nos habla con la misma intensidad y carencia de censura que la novela, y a menudo con la misma gratuidad: «para entendernos: el día que cayeron las Torres Gemelas, vi el fuego en televisión mientras sentía entre las piernas el ardor gozoso de la reciente pérdida de la virginidad, y ese mismo día Andrea tenía solo seis años y no entendía por qué no ponían en la tele el programa que le gustaba y en cambio sí ese fuego».

Urraca dice haber llorado varias veces al leer o recordar el libro y que al principio pensó que sería una novela sencilla pero que más adelante se encontraría ante «la grandeza del libro, la inteligencia y el salvajismo de Andrea, su pulso poético». Aunque estamos de acuerdo con el pulso poético y en cierto sentido con el salvajismo, el resto nos suena a hipérbole. Incluso Sofía Castañón recomendó su lectura en la Comisión de Industria, mientras hablaba sobre un plan turístico para Canarias. Quizás el excesivo bombo, en nuestro caso, ha jugado en detrimento de la obra.

 

Andrea Abreu nos narra el verano en el que van dejando la infancia atrás del todo para adentrase en el comienzo del camino a la adolescencia, un verano de pérdida de la inocencia y despertar sexual, cargado de tintes escatológicos constantes y excesivos

 

Esperábamos más sobre esta historia de dos niñas, dos amigas que viven en un barrio humilde, al norte de Tenerife, una parte de la isla que está lejos de las playas y los lugares para los turistas. Son unas prepúberes que pasan el verano soñando con bajar a bañarse en el mar, pero puesto que nadie las lleva, han de contentarse con meter los pies en el agua del canal, entre otras aventuras y desventuras.

Andrea Abreu nos narra el verano en el que van dejando la infancia atrás del todo para adentrase en el comienzo del camino a la adolescencia, un verano de pérdida de la inocencia y despertar sexual, cargado de tintes escatológicos constantes y excesivos. Estamos ante una relación de desigualdad, de sumisión por parte de la narradora hacia su amiga Isora, a la que idolatra y por la que siente algo así como un enamoramiento.

De la narradora no sabemos el nombre, sólo que Isora le llama shit. Es una amistad tóxica (ahora que está tan de moda la palabra) entre dos niñas, como las hay, ha habido y habrá en la infancia (y en la edad adulta; uno lleva, él otro se deja llevar). Una trama típica, sencilla, que promete mucho en ciertos puntos, pero acaba por no dar demasiado. Y esa es la sensación que nos deja al final el texto de Abreu, cierta decepción.

Andrea Abreu López nació en 1995 en Icod de los Vinos, al norte de Tenerife. Estudió Periodismo en la Universidad de La Laguna (ULL). En 2017 marchó a Madrid para cursar el Máster en Periodismo Cultural y Nuevas Tendencias de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). Ha escrito para la sección de Cultura del diario 20minutos.es y para diferentes medios, como Tentaciones (El País), Oculta Lit, LOLA (BuzzFeed), Quimera o Vice.

También ha participado en antologías como Macaronesia, de La Galla Ciencia; Los muchachos ebrios, antología de poesía jovencísima transoceánica de La Tribu, o Piel fina. Poesía joven española (Maremágnum, 2019). Es autora del poemario Mujer sin párpados (Versátiles Editorial, 2017) y del fanzine Primavera que sangra (2017), un breve análisis poético sobre su relación con el dolor menstrual, publicado por la editorial Demipage. Participa en eventos literarios y es codirectora del Festival de Poesía Joven de Alcalá de Henares. En el 2019 fue ganadora del accésit del XXXI Premio Ana María Matute de narrativa de mujeres.

 

Sin duda, Andrea Abreu ha sabido crear una novela sorprendente, novedosa, rompedora en cuanto al estilo y valiente por ser capaz de mostrar abundantes escenas al borde de lo grotesco

 

Sin duda, Andrea Abreu ha sabido crear una novela sorprendente, novedosa, rompedora, en cuanto al estilo, eso sí, valiente por ser capaz de mostrar abundantes escenas al borde de lo grotesco sin pudor ninguno, como por ejemplo el excesivo capítulo «Estregarse»: «Contra la silla del colegio, así, como se estriegan los animales contra la mierda, contra las ranas en descomposición, así, no estregábamos nosotras contra la silla del colegio». «Luego apestábamos a pepe, toda la clase apestaba a pepe y las ropas de los otros niños apestaban a pepe y el maestro y las manos del maestro de tocar las tizas que nosotras tocábamos».

Es probablemente escatológica en exceso en algunos puntos, pero sin embargo no se le puede negar la belleza lírica en otros: «Yo sí, un fisquito, dijo Isora. Un fisquito namás. Ella siempre un fisquito namás. Lo probaba todo. Una vez comió comida de perro de la que había en la venta para saber lo que se sentía. Ella lo probaba todo y después si era necesario lo vomitaba. Yo tenía miedo de que mis padres me olieran el café de la boca y me arrestaran, pero Isora nunca tenía miedo. No tenía miedo aunque la abuela la amenazara con meterle un leñazo. Ella pensaba que la vida solo era una vez y que había que probar un fisquito siempre que se pudiese».

Panza de burro es un novela extraña que se erige sobre el punto fuerte del estilo, el lenguaje oral, el aire fresco que supone para los peninsulares y de nostalgia e identificación para los canarios, ese canario repleto de localismos, de términos que se escriben como suenan (sangüi, sevená, guenboi, cespe).

Una novela que critica el canon de belleza mientras rescata toda la cultura referencial para los nacidos a mediados de los noventa, con muchos puntos interesantes y otros en los que decae el ritmo y el interés, pero que nos deja con curiosidad por leer algo más de Andrea Abreu.

 

Andrea Abreu, Panza de burro, Barrett, 2020. 176 páginas. 17 €

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Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto y licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Granada. Es profesora de Literatura, dinamiza clubes de lectura y talleres de escritura.