La artista malagueña nos habla de su práctica artística y del sistema del arte
La magia del arte reside en que bajo la apariencia de sus formas subyacen ideas que van saliendo a la luz gracias al estudio de las obras y los artistas.
Vanessa Morata (Málaga, 1992) es consciente de los problemas que conlleva esta sociedad donde el consumo es masivo y abusivo. En sus pinturas, critica estas cuestiones de una manera sibilina, desde una estética amable que parece ocultar el verdadero sentido de su trabajo.
Se trata de una serie de óleos sobre lienzo en los que a veces introduce otras técnicas como aerógrafo o acrílico. Las temáticas elegidas están relacionadas con la cultura popular y suele elegir espacios como las salas de estar para recrearse en todos los detalles que decoran estas habitaciones.
Vanessa Morata empezó a pintar al óleo desde la temprana edad de 12 años y ha continuado trabajando con esta técnica en la que demuestra una gran destreza. Pese a que estaba más interesada en el Diseño de Interiores que en estudiar Bellas Artes, finalmente se decantó por esto último que cursó en la Universidad de Málaga.
Ha expuesto en numerosas muestras colectivas y ha sido seleccionada en algunos concursos como en la XXXV Muestra de Arte Joven La Rioja y el 32º Premio de Pintura BMW. Recientemente, realizó una residencia artística en RARA, lugar donde elaboró su última exposición.
Hablamos con ella sobre todo lo que subyace en su trabajo, imaginario, referentes y nuevos proyectos.
P. ¿Qué te llama la atención de las salas de estar para que sean protagonistas de muchas de tus pinturas?
R. Este suele ser el espacio más acogedor de la casa donde solemos disfrutar de nuestro tiempo de ocio. Además, este interés viene de tiempos atrás, puesto que es una costumbre profundamente arraigada en mi familia. Y es que acudir a tiendas de decoración de interiores acompañada de mis tías y mi madre es un hábito recurrente que continuamos practicando. La renovación decorativa de los salones es una constante en la casa de mis tías y mi madre. No es extraño volver a casa de mis padres unos días después de haber estado y encontrarme el salón completamente cambiado. Este impulso de renovación estética y consumo característico de nuestro tiempo, muestra de un capricho incesante, es algo que me interesa mostrar en mi trabajo. Por otro lado, también me interesa, junto a la heterogeneidad de objetos que componen mis pinturas, mostrar un despliegue en la misma medida que muestro soluciones pictóricas distintas.
Y con respecto a la representación de objetos de consumo del hogar, John Berger, en Modos de ver, lo explica perfectamente de este modo: «Las pinturas al óleo a menudo representan cosas que pueden comprarse. Tener una cosa pintada sobre un lienzo no es muy distinto de comprarla y ponerla en la casa de uno».
P. En muchos de tus cuadros aparecen personajes Disney, Pokemons o muchas otras referencias a dibujos animados. ¿Qué significan para ti todos estos guiños?
R. Estos personajes remiten a los recuerdos de mi infancia, fueron los protagonistas televisivos de toda la generación millennial, y como producto audiovisual, lo consumimos masivamente. Entonces, por un lado, conservo cierta nostalgia por estos personajes, pero también soy consciente de que forman parte de la cultura popular, y este sentimiento colectivo es parte fundamental para hacer girar la rueda que desencadena en una producción que tienen como objetivo estos pequeños consumidores: los niños.
P. Sueles usar una gama de colores donde predominan rosas, azules claros y colores pastel. ¿Qué carga emocional consideras que proyecta este cromatismo tan específico?
R. Procuro que cromáticamente la imagen se vea agradable, por ello utilizo colores relacionados con productos infantiles como el binomio azul-rosa o tonos pastel. De este modo, los escenarios que represento repletos de elementos, como consecuencia de un arrebato acaparador, quedan envueltos en un halo de colores.
P. Tus pinturas reflejan amabilidad y estado de bienestar, ¿por qué has elegido el lado agradable del arte para tu obra?
R. Es cierto que a primera vista mi trabajo resulta agradable, pero bajo toda la estética simpática subyace una realidad incómoda: el afán de consumo convierte los espacios que represento en lugares intransitables, pervirtiendo el sentido del hogar. Todo brilla, es bonito y reluce, pero la saturación de objetos convierte el salón en un almacén de productos de lujo.
P. ¿Quiénes dirías que son tus referentes?
R. De los artistas más consagrados, mis referentes son Dexter Dalwood, Matthias Weischer o Richard Hamilton. Y de jóvenes artistas como Ana Barriga y Allison Zuckerman.
P. ¿A qué artistas de tu generación admiras?
R. Pues especialmente admiro a mi pareja, Julio Anaya, por su constancia y dedicación en esta carrera que es tan dura y admiro lo alto que está consiguiendo llegar. Y a Imon Boy, que también es un buen amigo, del que admiro mucho su trabajo y evolución y cómo ha crecido su carrera desde el grafiti hasta sus piezas de estudio.
P. ¿Crees en la utilidad del arte?
R. Sí, creo que el arte es una herramienta útil para generar conciencia social o política. No es útil a la manera de solucionador de problemas pues no es esa su labor, sino que, por el contrario, la mayoría de las veces, lo que busca es agravar problemáticas para darle visibilidad.
P. ¿Qué es lo más complicado para una artista joven de todo lo que rodea al mundo del arte y su mercado?
R. Principalmente, lo más complicado es sobrevivir al margen de ese mundo del arte y su mercado. Llegar, o iniciarse en el recorrido del sistema del arte que pasa por concursos, becas y residencias es muy difícil. Son muchos los dosieres enviados a instituciones y concursos hasta que empiezas a conseguir algo. Y aun así lo más probable es que no te dé para vivir, por lo tanto, una vez que terminas la carrera, debes buscar un trabajo que te proporcione cierta estabilidad económica, que, por otro lado, te quitará muchas horas de creación. Esa es la realidad.
P. ¿Cuál crees que es la mejor estrategia para combatir el machismo en el ámbito artístico?
R. Desde mi punto de vista, en mi entorno más inmediato, es cierto que no percibo muestras de machismo, puesto que veo las mismas oportunidades tanto para chicos como para chicas y tampoco veo diferencias en cuanto al trato o pagos, etc. Pero sí es cierto que, a nivel institucional, por ejemplo, en los grandes museos no vemos una representación equitativa de hombres y mujeres. Entonces, yo creo que el esfuerzo estaría en localizar y visibilizar a las mujeres artistas invisibilizadas a lo largo de la Historia del Arte.
P. ¿En qué estás trabajando ahora?
R. Pues tengo un proyecto pausado por la pandemia que aun no se sabe cuándo podría dar a luz. Así que, de momento en el estudio me dedico a desarrollar mi trabajo experimentando nuevas posibilidades.
Puedes ver más obras de Vanessa Morata en su página web y en su perfil de Instagram.