‘Yo, adicto’: una historia de perdón

Begoña R. Orbezua Por Begoña R. Orbezua
7 Min lectura
El guionista y director Javier Giner deja la ficción a un lado para contar su viaje personal de superación

Adicto no es quien consume, sino quien es incapaz de dejar de consumir a pesar de estar destrozando su vida por ello. La adicción en sí misma no es más que un síntoma de la enfermedad emocional real que subyace. Y aunque el proceso sea largo y duro, la desintoxicación es posible siempre y cuando se tenga claro que se trata fundamentalmente de una desintoxicación de ideas y emociones, más allá de sustancias u otro tipo de adicciones.

Este es el mensaje claro y firme que Javier Giner lanza en su Yo, adicto, publicado por Paidós en abril de este año y que ya en mayo iba por la segunda reimpresión. A lo largo de casi quinientas páginas, con ilustración de cubierta de Lara Lars, el autor no se anda con rodeos y habla sin ningún tipo de tabú sobre sus vivencias:

 

 

 

«El 2 de enero de 2009 ingresé, por voluntad propia, en una clínica de desintoxicación. Dejaba atrás un reguero de autodestrucción y una sucesión interminable de días oscuros llenos de dolor y desamparo. Esta es la historia real, en primera persona, de cómo superé, con ayuda, mi adicción al alcohol y a la cocaína y conseguí recuperar mi vida».

 

 

 

El guionista y director, Javier Giner, nació en Barakaldo en 1977. Estudió escritura y dirección en la Escuela de Cine de Los Ángeles y durante dos años trabajó en los estudios de la MGM. Además de cinco cortometrajes y varios relatos, tiene otro título publicado con Ático Ediciones en 2006, El dedo en el corazón.

Esta vez, Giner deja la ficción a un lado para contar su viaje personal desde la caída al pozo de la autodestrucción a través del alcohol, la cocaína y el sexo, hasta el resurgir gracias al autoconocimiento en una clínica de desintoxicación.

Yo, adicto es una historia llena de sentimiento de culpa, de dolor insoportable, de incomprensión y rechazo hacia uno mismo y el mundo hostil que nos rodea, de ansiedad e inseguridades, que Giner comparte con una sociedad enferma de soledad. No la escribe sólo para sus compañeros de proceso u otros adictos (para los que por supuesto será un libro útil que probablemente pueda ayudarles a sanar), Giner pretende que su historia ayude también a desestigmatizar y a hablar sin tabúes de esa realidad.

Así, valiéndose de sus diarios y los cuadernos que fue acumulando durante el proceso, fue construyendo el libro. Además, consciente de lo poco fiel a la realidad que con frecuencia resulta ser la memoria, mantuvo conversaciones con personas que vivieron los hechos relatados. En la “Nota del autor” que abre el libro, de una forma valiente, Giner hace hincapié en el carácter absolutamente verídico y veraz de su libro.

 

 

 

El autor relata los comienzos, siempre lúdico-festivos, de su relación con las drogas. Un coqueteo inicial aparentemente controlado y controlable que, sin saber cómo, le arrastra a la espiral de la autodestrucción.

 

 

 

Con un tono tal vez demasiado distante y frío para narrar una historia tan personal, el autor relata los comienzos, siempre lúdico-festivos, de su relación con las drogas. Un coqueteo inicial aparentemente controlado y controlable que, sin saber cómo, le arrastra a la espiral de la autodestrucción. Poco a poco, pero sin poder percibirlo aún realmente, la cosa pierde encanto, llega la sensación de vacío, o quizás es que el vacío siempre estuvo ahí. Cuando todo se desmorona, Giner cuenta con el apoyo emocional y económico de sus padres y decide ingresar en una clínica de desintoxicación, iniciando un viaje a través de sí mismo hacia la salvación. En este viaje, aparecen temas claves que nos golpean a todos en algún momento u otro de nuestras vidas, como la culpa, la baja tolerancia a la frustración, la pulsión de la muerte o el autocastigo en sus diferentes formas.

En su libro, Javier Giner muestra cómo la culpa por su homosexualidad le empuja también hacia el autocastigo, en un momento descubre en su interior una homofobia enterrada que le lleva a fustigarse con un complejo de inferioridad que lo destroza.

Es indudable que el testimonio de Giner es valiente y honesto, la intención de dar a conocer y desestigmatizar la adicción es loable y necesaria, y su prosa es correcta e irreprochable en un principio; no obstante, la lectura no ha resultado ni tan fácil ni tan gustosa como parecía y prometían el título, la contraportada y las primeras páginas. Casi quinientas páginas es un número excesivo para un discurso que da vueltas sobre sí mismo, con un interés y ritmo desiguales. Tal vez, una extensión menor habría ayudado a que no resultaran redundantes las ideas y anécdotas. Habríamos agradecido un tono más íntimo y cercano, más involucrado con los hechos narrados, más lejano del relato construido para y por terapia, y reelaborado con la perspectiva de los años.

No obstante, hay que resaltar y aplaudir de nuevo la intención y la sinceridad de Javier Giner, así como el mensaje de aceptación de la propia vulnerabilidad, y del valor del perdón a uno mismo y a los demás al que nos invita su libro, Yo, adicto.

 

 

Javier Giner, Yo, adicto, 2021. Paidós. 480 páginas. 18,90 €

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Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto y licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Granada. Es profesora de Literatura, dinamiza clubes de lectura y talleres de escritura.