El centro de arte madrileño presentó una reorganización completa de su colección. Igualmente, presentó la retrospectiva de Michael Schmidt que podremos ver hasta el 28 de febrero de 2022
Por primera vez en 30 años el Museo Nacional de Arte Reina Sofía ha acometido una reorganización completa de su exposición. Desde la inauguración del museo el 10 de septiembre de 1992, la colección no ha dejado de crecer, y se han realizado varias reorganizaciones parciales de las salas, la última en 2010. Pero ninguna como esta.
El museo ha planeado una revisión total de sus fondos y su discurso expositivo para presentarnos un nuevo Reina Sofía que contará, cuando todas las salas queden inauguradas, con más de 2 mil obras expuestas –el 70% de las cuales no ha sido mostrada con anterioridad– y que ocuparán seis espacios diferentes en el museo: la segunda y cuarta planta del edificio Sabatini, las salas A1 y A0, y Nouvel 1 y Nouvel 0.
El recorrido tendrá una extensión de más de doce mil metros cuadrados y estará dividido en grandes grupos narrativos que el museo ha denominado “Episodios”
El recorrido tendrá una extensión de más de doce mil metros cuadrados y estará dividido en grandes grupos narrativos que el museo ha denominado “Episodios”. Estos agrupan las obras en torno a momentos históricos o culturales comunes. La primera entrega de esta remodelación, situada en la cuarta planta del edifico Sabatini, se inauguró el pasado 27 de julio bajo el nombre Episodio III: Pensamiento perdido: Autarquía y Exilio, un recorrido que se centra en el arte que se realizó tanto en España como fuera de ella entre los años 1936 y 1950.
Se le suma ahora el Episodio IV: Los Territorios de la vanguardia: ciudad, exposiciones y revistas. Este nuevo espacio, inaugurado el pasado 21 de septiembre, reúne más de cuatrocientas obras de artistas destacados como María Blanchard, Luis Buñuel, Salvador Dalí, Juan Gris, Paul Klee, André Masson, Joan Miró, Francis Picabia, Brassaï, Man Ray, Paul Strand, Georges Bataille, entre otros. El espacio explora el nacimiento de las vanguardias a principios del siglo XX y los cambios que el arte en los salones venía experimentando a finales de siglo XIX.
La ciudad como espacio creativo
El papel de la ciudad como espacio de creación artística, en la que conviven además diferentes clases sociales –burgueses y obreros– será fundamental para la contextualización así como también las galerías como espacios de exposición y las revistas como medios de difusión; permitiéndonos comprender no sólo el arte de este período revolucionario sino también el contexto en el que fue creado.
En palabras de Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, «no se puede entender la modernidad sin analizar el hecho de que esta ocurre fundamentalmente en y a través de las ciudad, la exposición y la revista o el periódico».
Y es precisamente en ellas donde comienza este recorrido. «La ciudad como conflicto», el primer gran núcleo expositivo de esta muestra, nos mete de lleno en el contexto de la ciudad de finales del siglo XIX.
Nos mete de lleno en el contexto de la ciudad de finales del siglo XIX. En una ciudad en transformación, en constante proceso de modernización, que nos acerca también la población que la habita
En una ciudad en transformación, en constante proceso de modernización, que nos acerca también la población que la habita. Los planos de la remodelación del ensanche de Barcelona de Ildefonso Cerdá (1815–1876) ilustran el proceso de cambio y revolución urbanístico, en este caso de Barcelona, pero que es extrapolable a las transformaciones que se llevaban a cabo en otras grandes capitales.
Un gran acierto expositivo es la sala número tres en la que se recrea un salón de pintura al estilo decimonónico con obras de corte social como Cuerda de Presos (1901) de José María López Mezquita (1883–1954) y Conciencia tranquila (1897) de Julio Romero de Torres (1874–1930).
Estos lienzos de gran formato, galardonados en diferentes Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, ejemplo de la visión «institucional» de la protesta social se contraponen con materiales anarquistas de pequeño formato como revistas, fotos y postales. Obras fáciles de transportar y reproducir que servían igualmente para denunciar los grandes conflictos que se daban en las ciudades.
Grandes influencias
La importancia del espacio urbano como lugar de creación artística queda patente en el siguiente apartado titulado “Barcelona durante la I Guerra mundial”. En él se lleva a cabo un recorrido por obras de artistas que, ya fuera por largas estancias o de paso, estuvieron en la ciudad condal.
Este es el caso, por ejemplo, de Sonia Delaunay (1885–1979) cuya obra Dubonnet (1914) se expone en este contexto. En estrecha relación con el espíritu artístico de la Barcelona de principios del siglo XX aparece la Galería Dalmau, escenario de importantes exposiciones como la de Francis Picabia (1879–1953), uno de los primeros exponentes del Dadá y cuyos dibujos podemos ver en el recorrido expositivo junto con muchos nombres pioneros de la vanguardia como María Blanchard (1881–1932), Salvador Dalí (1904–1989) y Juan Gris (1887–1927) cuyas obras cubistas no pasan desapercibidas en la exposición por su gran calidad a pesar de no situarse en un espacio expositivo destacado.
La muestra es toda una innovación en cuanto a organización temática y a revalorización de soportes populares
También se hace notar la influencia de Carl Einstein (1985–1940), uno de los pensadores del cubismo, y por ende uno de los intelectuales más importantes de la vanguardia. La creación de la revista Documents y el desarrollo del surrealismo, la expansión internacional del movimiento y la importancia del retorno al campo de los artistas para conectar la cultura intelectual con lo popular, serán otros elementos dinamizadores de la muestra. Como pudimos comprobar, es toda una innovación en cuanto a organización temática y a revalorización de soportes populares. Así como también en darle a la arquitectura y el urbanismo la importancia que se merece dentro del desarrollo del arte.
La fotografía como testimonio de un país
Michael Schmidt. Fotografías 1965 – 2014 es la otra gran exposición que podemos ver como novedad en el museo. Es la primera retrospectiva dedicada al fotógrafo alemán desde su fallecimiento. Ha sido organizada por el Stiftunng für Fotografie und Mediennkundt mit Archiv Michael Schmidt en colaboración con el Reina Sofía, y en ella podemos ver alrededor de 350 imágenes del fotógrafo. Una retrospectiva que sigue, en lo posible, según palabras del propio museo, el enfoque que el propio Schmidt ideó para la presentación de sus obras de las que intentaba ultimar todos los detalles, como formato, colocación, enmarcado, etc.
La obra de Michael Schmidt (Berlín, 1945–2014) está ligada intrínsecamente con la Alemania de posguerra, subrayando la importancia del espacio urbano, la vigencia de la historia, la identidad femenina, el papel de lo regional y el peso de la naturaleza.
Caracterizada por un enfoque descriptivo de la realizad y el uso del blanco y negro como seña de identidad, salvo en su última serie Lebensmittel (“Alimentos”), Schmidt analiza la realidad de un país en continuo cambio y adaptación –y de sus habitantes, sobre todo de las mujeres– en continua búsqueda de su identidad pero a la vez de la pertenencia a lo colectivo.
La obra de Schmidt analiza la realidad de un país en continuo cambio y adaptación, búsqueda de su identidad y, a la vez. de la pertenencia a lo colectivo.
Entre la fotografía documental y la pintura abstracta
El fotógrafo comenzó en la fotografía trabajando para la policía. Nacido en la Alemania Oriental, su familia lo perdió todo tras la construcción del muro, quedando su casa en el sector oriental y su negocio en el sector occidental. Retrataba lugares de la ciudad de Berlín en constante cambio: solares vacíos y edificios. Comenzó a impartir cursos de fotografía para adultos. Fundó su propio taller al que llevó exposiciones de fotógrafos contemporáneos estadounidenses, a los que el público alemán nunca había tenido acceso.
La fotografía estadounidense de tradición documental influyó de forma patente en su obra. Esta está dividida en series temáticas a las que destacamos las fotografías del barrio de Wedding y Friedrichstadt. En ellas los descampados urbanos, los habitantes de la ciudad y los edificios públicos cobran protagonismo.
En su producción podemos encontrar otras series de carácter más experimental en las que el fotógrafo cambió por completo su forma de mirar y retratar
Realizados bajo una luz difusa y en un gran formato, poco común para la época, son testigo y testimonio de la sociedad. Schmidt logra composiciones pictóricas a caballo entre el documental y la obra abstracta. Dentro de este carácter más documentalista se encuentra la serie Waffennruhe (“Tregua”) (1985–1987) en la que realizó un estudio psicológico de la ciudad aún dividida de Berlín.
En su producción podemos encontrar otras series de carácter más experimental en las que el fotógrafo cambió por completo su forma de mirar y retratar, y que se caracterizan por un encuadre ajustado, la escasa profundidad de campo y los formatos inusualmente grandes para la época como son Architektur (“Arquitectura”) y Portraits (“Retratos”). En la exposición podremos ver parte de otras series de su producción, como 89/90, con fotografías que tomó en la frontera del muro de Berlín, tierra de nadie, que ocupa la mayor parte de la serie.
Realizó, en esta misma época, una serie de fotografías rurales que reunió en su libro de artista Natur (“Naturaleza”), obra que deja patente la importancia del paisaje en su trabajo. Ein-heit (“U-ni-dad”) (1996) es una de sus producciones más destacadas.
En ella testimonió el proceso de reunificación alemana a través de fotografías en las que reformuló el contenido de las originales para sus propios fines. Esta serie, U-ni-dad, se inauguró en 1996 en el MoMA de Nueva York siendo la primera exposición individual que el museo dedicó a un fotógrafo alemán en varias décadas.
Otros trabajos que podemos ver en la exposición son Fraulen (“Mujeres”) (2000) en la que puso el acento no en los rasgos individuales de las mujeres sino en los rasgos comunes de toda una generación. En Irgendwo (“En alguna parte”) (2005) exploró el contexto regional alemán, alejado ya de las grandes ciudades, y su última serie, Lebennsmittel (“Alimentos”) (2012) –en su traducción literal «medios para vivir»– dedicada. a la industria alimenticia. Esta es una serie que destaca por la inclusión del color como simbolismo de los colorantes que se utilizan para la elaboración de alimentos. En ella realizó una crítica al sistema económico conocido por su despilfarro.
Fotografías 1965–2014 es una exposición comisariada por Thomas Weski, amigo personal del artista y está ubicada en la tercera planta del edificio Sabatini. Podemos visitarla hasta el 28 de febrero de 2022.
Exposiciones que permanecen
A mayores de estas dos grandes inauguraciones podemos disfrutar de las exposiciones Niño de Elche: Auto Sacramental Invisible. Una representación sonora a partir de Val del Omar, que se encuentra ya en su recta final, y podremos visitar hasta noviembre en el edificio Sabatini, Espacio 1.
Igualmente, la muestra de la artista alemana afincada en Vivian Suter (Buenos Aires, 1948), una exposición-instalación ubicada en el Palacio Velázquez del Parque del Retiro y que está disponible hasta mayo del 2022.