Ianire Doistua: «Lo mío con la escritura no podría definirse como pasión, sino más bien como un vicio»

Begoña R. Orbezua Por Begoña R. Orbezua
19 Min lectura
La autora Ianire Doistua, nos habla de su debut literario. ‘Una casa de verdad’ es una inteligente trama sobre el hogar ideal

Ianire Doistua (Bilbao, 1980) irrumpe con fuerza en el panorama literario con su primera novela. ‘Una casa de verdad’ (Tres Hermanas, 2021) agotó en menos de una semana su primera edición. Con una prosa muy precisa, incisiva e indudablemente hermosa, Doistua conquista al lector desde la primera página. Ha sido elegida por ‘El Periódico’ como una de las cinco autoras revelación del año y ‘El Cultural’ la ha elegido como una de los ocho mejores debutantes. Con tan corto recorrido esto promete mucho y no defrauda.

Con gran maestría Doistua nos cuenta la historia de Ernest, a través de un narrador equisciente, atado a la perspectiva del protagonista. El lector se topará con una soberbia construcción de personajes y atmósferas, unos hilarantes y verosímiles diálogos y una historia profunda.

Ernest es un hombre mediana edad, un tanto maniático, cuyo padre acaba de suicidarse. Heredar la casa familiar y el alivio que experimenta a la muerte de su padre hacen resurgir en él el anhelo que siente desde su infancia: tener una familia ideal, una familia de verdad.

‘Una casa de verdad’ es un relato muy inteligente, repleto de símbolos y conexiones que enriquecen el texto con diferentes planos de significado. Son muchos lo temas que de forma osada y brillante aborda Doistua en esta primera novela que deja el listón más alto. El tema tabú por excelencia, el suicidio y las enfermedades mentales. También la incomunicación, la idealización de la vida y de las relaciones de pareja y familiares, el primer amor, las heridas y fantasmas del pasado. Todo tiene un hueco en ‘Una casa de verdad’.

 

 

 

Cubierta de ‘Una casa de verdad’ de Ianire Doistua. Editorial Tres Hermanas. 2021

 

 

 

P. ¿Cómo y cuándo comienzas a escribir? ¿Cómo nace este libro en concreto?

R. Escribir me ha gustado desde niña, mi primer diario lo empecé con nueve años. De adolescente me encantaba reescribir mitos griegos e ilustrarlos, también escribía letras de canciones, poemas, historias cortas. Me daba tanto pudor que no lo compartía con nadie. Más adelante, mi gusto por la literatura me llevó a estudiar Filología Hispánica durante un par de años, después cambié a Publicidad y Relaciones Públicas. Me atraía la idea de jugar con el lenguaje, inventar historias breves para la radio y la tele, crear eslóganes, inventarme nombres. He trabajado como creativa publicitaria, concretamente como redactora, en varias agencias de publicidad. Esta profesión ha influido bastante en mi escritura ya que, cuando redactas un anuncio de veinte segundos o tienes que inventarte un eslogan, no te queda otra que ser precisa, concreta y directa.

Por otro lado, siempre que he podido, he procurado compaginar mi trabajo con talleres de escritura porque es donde sentía que podía desarrollar mi creatividad con una mayor plenitud, libre de criterios comerciales o del gusto del cliente en cuestión. Llegó un momento en que, después de tantos talleres, me apetecía hacer algo de mayor recorrido y me apunté al Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores de Madrid. Mi trabajo de fin de máster fue justamente el borrador de Una casa de verdad, que tuve la suerte de que me corrigiera Ignacio Ferrando, a quien admiro como escritor y profesor.

Después del máster, he seguido asistiendo a talleres de relato avanzado, hasta que el año pasado me lancé a estudiar el postgrado de Enseñanza de Escritura Creativa con la Universidad de Alcalá y la Escuela de Escritores. Creo que lo mío con la escritura no podría definirse como pasión, sino más bien como un vicio.

 

 

Me atraía la idea de jugar con el lenguaje, inventar historias breves para la radio y la tele, crear eslóganes, inventarme nombres.

 

 

P. Es difícil encontrar una editorial que apueste por ti siendo una autora desconocida. ¿Cómo ha sido en tu caso?

R. Es muy complicado, por eso estoy tan agradecida a la Escuela de Escritores, porque todos los años organizan unos encuentros donde los alumnos del Máster de Narrativa podemos exponer nuestras obras a algunos editores. Fue en uno de esos encuentros donde Cristina Pineda i Torra, editora de Tres hermanas, me dijo que le interesaba leer mi novela. Por suerte, existen editoriales valientes que apuestan por voces nuevas, como es el caso de Tres hermanas, que en estos seis años ya nos ha dado la oportunidad a unas cuantas.

 

 

Para mí todo esto es una novedad, así que no puedo evitar ponerme nerviosa en las entrevistas, las presentaciones. No obstante, estos nervios no me impiden disfrutar de la experiencia.

 

 

P. El libro está teniendo una gran acogida. Reseñas, entrevistas, muchos reconocimientos en muy poco tiempo. De hecho, vas por la segunda edición ya. ¿Cómo estás llevando el debut y las presentaciones?

R. Está siendo muy emocionante porque ha hecho posible que me reencuentre con personas muy queridas que hacía años que no veía y, al mismo tiempo, me está permitiendo llegar a nuevos lectores. Es muy gratificante conocer la reacción de aquellas personas que no me conocen de nada y leen algo mío por primera vez.

Para mí todo esto es una novedad, así que no puedo evitar ponerme nerviosa en las entrevistas, las presentaciones. No obstante, estos nervios no me impiden disfrutar de la experiencia. La novela está recibiendo unas reseñas muy buenas y eso siempre motiva y fortalece la confianza en una misma. En cuanto a la segunda edición, qué te voy a decir, imagina mi sorpresa cuando me llamó Cristina para decirme que se había agotado la primera en menos de una semana. Fue y sigue siendo una alegría que me cuesta creer.

 

 

Entiendo que es bueno que las mujeres hablemos de nuestras dificultades para visibilizarlas, pero lo que realmente estoy deseando es que hagan este tipo de pregunta a algún hombre.

 

 

P. A menudo a las escritoras que son madres, como es tu caso, se les pregunta por cómo compaginan el trabajo que paga las facturas, la escritura y la maternidad. ¿Te estás enfrentando a esta cuestión?

R. Me gusta que me hagas esta pregunta porque, en efecto, me lo están preguntado bastante y, sinceramente, me parece más interesante la pregunta en sí que la respuesta que yo pueda dar, pues creo que es bien fácil imaginar cómo llevo este ejercicio de malabares. Entiendo que es bueno que las mujeres hablemos de nuestras dificultades para visibilizarlas, pero lo que realmente estoy deseando es que hagan este tipo de pregunta a algún hombre.

Todavía no he leído que pregunten a ninguno cómo compagina la paternidad con la escritura además de con otro oficio, si es que lo tiene. Rara vez se menciona cuántos hijos tienen y mucho menos se les pide explicaciones de por qué no quieren tenerlos. Cuando a ellos —sean escritores, médicos o deportistas— también se les pregunte por estas cuestiones con tanta frecuencia como a nosotras, será un síntoma de que nos estamos acercando a esa deseada igualdad.

 

 

En cuanto empecé a escribir la novela desde el punto de vista de Ernest, sentí que la historia fluía. Me ofrecía las ventajas de la primera persona al tiempo que me permitía jugar con la distancia emocional del narrador en función del momento.

 

 

P. Una casa de verdad está narrada por un narrador omnisciente, pero desde la perspectiva de Ernest, su protagonista. Es una apuesta arriesgada. ¿Tuviste claro desde el principio que esta historia tenía que ser contada así? ¿Cómo influyó esta elección en el tono y el estilo?

R. Como es de imaginar, me planteé varios tipos de narrador e incluso valoré cambiar de punto de vista a otro con el que me sintiera más afín en lo personal, como podría ser el de su mujer, su exnovia o incluso su madre. Sin embargo, enseguida cayó la solución por su propio peso. En cuanto empecé a escribir la novela desde el punto de vista de Ernest, sentí que la historia fluía. El hecho de elegir un omnisciente limitado me ofrecía las ventajas de la primera persona al tiempo que me permitía jugar con la distancia emocional del narrador en función del momento.

Quería mostrar la realidad desde el punto de vista de un narrador nada fiable, uno que se dejara llevar por sus propias interpretaciones y para eso era ideal un narrador equisciente, uno que estuviera tan pegado a su punto de vista que se convirtiese en una falsa tercera persona. Esto hace que toda la información acerca de lo que ocurre y, sobre todo, de los demás personajes nos llegue filtrada por la mente de Ernest, quien adolece de una fuerte falta de empatía y un amplio abanico de prejuicios. Ernest es un ser herido desde la infancia y todo lo vive a través de esa herida. Podríamos decir que, más que él, es su dolor quien nos habla. Así, recae en el lector discernir qué puede corresponder a la realidad y qué a las interpretaciones de Ernest.

Aunque si lo pensamos bien, es algo que hacemos todos con frecuencia en nuestro día a día. Constantemente, recibimos informaciones que contradicen nuestra experiencia o de cuya fiabilidad dudamos, por lo que nos vemos obligados a contrastar, a cuestionarnos sobre otra posible versión de los hechos. Nos ocurre con las noticias, pero también con esa faena que nos cuenta un vecino que le ha hecho su primo. No podemos ni debemos creerlo todo y eso era algo que solo podía transmitir a través de un narrador limitado y no fiable.

La elección de un punto de vista masculino en lugar de femenino tiene que ver con que la mente de Ernest era en la que más me interesaba indagar. Escribo para plantearme preguntas y tratar de responderlas, para ponerme en cuestión y para profundizar en aquello que me inquieta. Para mí habría sido más cómodo posicionarme en el punto de vista de Elise, por ejemplo, pero mi proceso de escritura no habría sido tan enriquecedor y la propia historia habría perdido bastante interés. Todas estas complicaciones literarias me divierten mucho. Disfruto con los retos cuando escribo. Esto responde también a la cuestión formal.

 

 

Tanto cuando leo como cuando escribo relatos, me gusta crear conexiones simbólicas, levantar constelaciones conceptuales.

 

 

P. Todo el texto se erige sobre símbolos e isotopías, háblanos un poco de esto.

R. Supongo que esto se debe a los relatos que he escrito anteriormente. Tanto cuando leo como cuando escribo relatos, me gusta crear conexiones simbólicas, levantar constelaciones conceptuales. También disfruto de una trama bien construida, cómo no, pero lo hago mucho más cuando la historia se puede leer en distintos planos de significado. Y esto he querido trasladarlo a la novela. Sin destripar la novela, me interesaba que el final pudiera interpretarse tanto desde el punto de vista de la trama como del simbólico, por lo que era importante que convergieran en él los principales símbolos e isotopías que había ido sembrando a lo largo de la historia.

 

 

Quería resaltar ese mínimo común de las ciudades europeas, fuera de cualquier idiosincrasia: el centro histórico donde los pisos son pequeños y la mayoría de alquiler, el barrio de viviendas unifamiliares para las clases más pudientes

 

 

P. La creación de los espacios y la elección de los nombres de los personajes tampoco es algo arbitrario.

R. Los espacios tienen su propia significación, claro. No es arbitrario que la casa heredada sea unifamiliar, ni que hasta el momento vivan en un piso de alquiler en el centro, ni que la madre se mude a ese complejo residencial, como tampoco lo es que esta elija Egipto como destino.

En cuanto a la ciudad en la que se desarrolla la historia, quise crear una especie de no ciudad basada en la idea de los no lugares de Marc Augé, característicos por su transitoriedad y falta de personalidad. De ahí que los topónimos hagan referencia a nombres genéricos, tipo parque del Sur o el Centro, o que nombre al equipo de la ciudad como el Equipo. Quería resaltar ese mínimo común de las ciudades europeas, fuera de cualquier idiosincrasia: el centro histórico donde los pisos son pequeños y la mayoría de alquiler, el barrio de viviendas unifamiliares para las clases más pudientes, los barrios de extrarradio con bloques de pisos de ladrillo visto, la circunvalación, los bares irlandeses.

Los nombres de los personajes también tienen su motivo. En un principio, cuando escribí el primer borrador, los elegí porque quería que remitieran a artistas que se habían suicidado. Cuando alguien se suicida, necesitamos buscar una explicación y esa necesidad, en ocasiones, nos lleva a cierto reduccionismo, dejando fuera otros posibles factores que también hayan podido influir. En el caso de los artistas, esta cuestión es aún más evidente.

A esto hay que sumarle que, a veces, se nos olvida que cuando Kurt Cobain se pega un tiro por las razones que sean, no sólo muere el artista; también lo hace el padre, el marido, el hermano, el hijo. La historia de esta novela no versa sobre el suicidio de Vincent, sino sobre las consecuencias que ha tenido en sus familiares directos y su necesidad de encontrar una explicación. Nombrar así a los personajes ha sido la manera que encontré de hilar estas reflexiones.

 

 

A veces se nos olvida que cuando Kurt Cobain se pega un tiro por las razones que sean, no sólo muere el artista; también lo hace el padre, el marido, el hermano, el hijo.

 

 

P. La elección del título, Una casa de verdad, a menudo es algo que trae de cabeza a los autores. ¿Fue arduo el camino hasta llegar al título final?

R. Doy muchas vueltas a los textos, los escribo, los dejo dormir, los retomo, los doy a leer, los vuelvo a reescribir. Y con algunos títulos me pasa igual. En este caso, estuve dándole vueltas hasta el final, pero tuve la suerte de que Cristina Pineda i Torra, como buena editora, se mantuviera firme con este título. Ahora le estoy muy agradecida porque cada vez tengo más claro que es así como debe titularse la novela.

 

 

La historia de esta novela no versa sobre el suicidio de Vincent, sino sobre las consecuencias que ha tenido en sus familiares directos y su necesidad de encontrar una explicación.

 

 

P. ¿Qué estás escribiendo ahora?

R. Estoy terminando un libro de relatos en el que llevo varios años trabajando. No sabría decir para cuándo estará listo, pero confío en que sea pronto. En este caso, en cambio, sí tengo claro el título y, a diferencia de la novela, todas las historias están contadas desde un punto de vista femenino.

 

Ianire Doistua, Una casa de verdad, 2021. Tres Hermanas. 256 páginas. 18 €

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Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto y licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Granada. Es profesora de Literatura, dinamiza clubes de lectura y talleres de escritura.