El ensayo de Al-Harawi redactado en el siglo XII, ‘El libro de las estratagemas’, se publica por primera vez en España
Si les hablo de Ali Al-Harawi (Mosul, 1147–Alepo, 1215) probablemente el nombre no les diga nada. En todo caso, puede que les invoque uno más de los posibles que puede recibir un hombre de cultura islámica. Sin embargo, si menciono a Nicolás Maquiavelo, autor de célebres obras como El Príncipe, la situación cambia.
Nadie duda de haber escuchado o estudiado alguna vez sobre el célebre filósofo florentino que idolatró la genialidad del rey Fernando II de Aragón. El soberano que rescató a su nación de la quiebra. El mismo que derrotó a los franceses en Italia y colaboró en la conquista de Granada hundiendo a una flota turca de apoyo.
Pero en el orbe musulmán también tuvieron su particular consejero político. Cuatrocientos años antes del trabajo del pensador italiano, Ali Al-Harawi dejó como legado un curioso manual, El libro de las estratagemas.
En un formato de breves capítulos que me recuerda a las Analectas confucianas, Al-Harawi analiza qué rasgos debe reunir todo buen gobernante. Un libro que Trotta acaba de editar por primera vez en castellano.

Académicos en una biblioteca abasí, del Maqamat de al-Hariri por Yahya ibn Mahmud al-Wasiti, Bagdad, 1237. Wikicommons
Un rara avis de la Edad Media
Poco se sabe de la vida de Al-Harawi. Vivió durante el siglo XII, falleciendo sobre 1214 o 1215. Sí conocemos, en cambio, su polifacética existencia.
Nació en el actual Afganistán, bajo el entonces Imperio Gúrida, que vertió sus fronteras por el norte de la India desde el actual Irán. Fue asceta, peregrino, predicador, místico y erudito islámico, pero también consejero de corte, espía, estratega y diplomático. Ante esta abreviada enumeración le calificaríamos hoy de “hombre del Renacimiento”. Su mente inquieta debió de ser prodigiosa.
El resto de su biografía se asienta casi por completo en la imaginación. Apenas quedan documentos que permitan rastrear su actividad. No obstante, y a raíz de su obra, es sencillo discernir que el servicio a su cultura trascendió sus afiliaciones políticas.
Al-Harawi debió ser un ariete bastante activo a la hora de aconsejar y realizar tareas poco ortodoxas para los gobernantes locales.
El siglo en el que le tocó vivir estuvo sustentado en dos principios: el refinamiento intelectual y científico de su orbe y las Cruzadas.
Aunque estas últimas expediciones europeas se dirigían contra los ayubíes liderados en aquel entonces por el mítico Saladino, el riesgo era evidente. De triunfar la gregaria coalición de mercenarios cristianos, de perder Palestina, Siria y Egipto, nada impediría a Europa abalanzarse contra los reinos mesopotámicos.
En este sentido, Al-Harawi debió ser un ariete bastante activo a la hora de aconsejar y realizar tareas poco ortodoxas para los gobernantes locales.
Quizá de sus experiencias de espionaje sobre el terreno y su pericia como diplomático trazaron una reflexión filosófica que trascendió la linde del mero juicio. Sus conclusiones son la serie de consejos o aseveraciones que se reúnen en El libro de las estratagemas.

Un cristiano y un musulmán jugando al ajedrez, ilustración del Libro de Juegos de Alfonso X (c. 1285). Wikicommons
Un libro más que curioso
El libro de las estratagemas, tal cual ha llegado hasta nuestros días, posee un nombre más pomposo: El memorial de Al-Harawi sobre estratagemas de guerra. Está dividido en veinticuatro breves capítulos, además de la típica introducción del medievo laudatoria a la fe profesada.
La ventaja que posee esta obra frente a otras posteriores es dialéctica y está emparentada con el natural proceso de la producción literaria.
Quinto Tulio Cicerón, hermano menor del Cicerón filósofo y político que todos conocemos, escribió un breviario de campaña electoral delicioso en tanto sintético.
Lo mismo sucede, por nombrar otro ejemplo, con algunos trabajos de la Escuela de Traductores de Tarazona, contemporánea de Al-Harawi. O el hermoso y de inspiración cabalística Los deberes de los corazones, del pensador judío Ibn Paquda.
Al-Harawi orientó el libro hacia las invasiones bárbaras del lejano oeste, es decir, contra las Cruzadas.
Se trata de libros que recopilan el saber trenzado durante años o décadas por el autor y están escritos con exquisitez. No se escabullen por las ramas ni libran guerras contra otros escritores. Bastante tenían con las que hacían verter con constancia la sangre humana en sus propias tierras.
En esta línea observo que el interés con el que fue escrito El libro de las estratagemas es, en cualquier caso, ofrecer utilidad inmediata. La literatura como servicio a la humanidad y a Dios, al conocimiento, en definitiva, ya sea como identidad metafísica o discernimiento intelectual. Por esa razón, la lectura de El libro de las estratagemas es astuta, sorprendente y revitalizante.
Al-Harawi orientó el libro hacia las invasiones bárbaras del lejano oeste, es decir, contra las Cruzadas. De paso, expuso algunos de los principios de su pensamiento. Este ensayo sobre estrategia diplomática, política y militar es mucho más que una serie de consejos enumerados. En su seno palpita el trabajo de un filósofo que posó su mirada más allá del canon de su época.
La civilización será racional o no será
Tras la lectura del libro, dos elementos animan, como mínimo, este texto. El primero de ellos, que el autor era musulmán y su fe es inseparable de su pensar.
Una fe con claras connotaciones místicas y asentada en una confianza firme en los designios de Alá. El segundo rasgo es la poderosa confianza en la razón que demuestra el autor.
Al-Harawi lo tiene claro: Dios siempre tiene la última palabra, pero deja que la naturaleza siga su camino. Un camino trazado desde la inteligencia divina, y por ello mismo, definido. En tanto que definido, inteligible. Y como es inteligible, la razón se convierte en el instrumento dado por Dios a la humanidad para gobernar el cosmos.
De esta manera, el autor gurí no se pierde en recelos místicos o metafísicos, e incluso escépticos. Como el conocimiento es, evidentemente, posible, en la medida en que ha logrado ser iluminado por Dios tiene el deber de transmitirlo a sus semejantes.
El libro de las estratagemas ofrece el parecer del autor sobre cómo gobernar y organizar eficientemente el Estado.
Esta ofrenda, muy en la línea del imaginario de San Agustín, crea un primer humanismo que no inventó únicamente Al-Harawi, como ya he sugerido.
A diferencia del que conocemos como tal, donde lo divino queda relegado a los márgenes del orden humano, en este primer esbozo está equiparado.
El ser humano como uno y múltiple en lo divino, y viceversa. Honrar, cuidar, acompañar, aconsejar o dañar al ser humano, y al mundo, implica realizar estas acciones, de alguna forma, en Dios.
Así pues, El libro de las estratagemas ofrece el parecer del autor sobre cómo gobernar y organizar eficientemente el Estado.
También, técnica militar y consejos para optimizar la diplomacia antes que apostar el bienestar común al filo de la espada o de la lanza. Por último, expone consejos sobre cómo obrar ante la victoria o la derrota tras la batalla.

Un manuscrito árabe del siglo XIII que representa a Sócrates (Soqrāt) en una discusión con sus alumnos. Wikicommons
Un ensayo muy actual
El libro de las estratagemas posee la versatilidad y la profundidad imprescindibles para ofrecer un gran legado de sabiduría a nuestro tiempo. Subrayo la palabra: sabiduría. Que no es exactamente lo mismo que el conocimiento en bruto.
Si a este ensayo se le cambia el poso religioso y el contexto, las conclusiones que Al-Harawi va explicando son perfectamente asumibles en nuestra época. Y no sólo en la esfera diplomática y militar, sino en la vida diaria. Sólo es necesario mudar la referencia al “Estado” por la “persona” y las respuestas son unívocas.
Prudencia, piedad, paciencia, perseverancia. Confianza. Palabras que en nuestros días van desapareciendo del discurso público. Virtudes que acompañadas de la práctica de la bondad y del apoyo mutuo generan civilización mediante el respeto y el fomento de una sana convivencia.
Ya no la religión, sino el cultivo de la espiritualidad, el retorno al “yo” y la identidad, pueden resultar beneficiosos para quebrar el egoísmo imperante.
En el sentido espiritual, el pálpito del pensamiento de Al-Harawi me parece un legado trascendente. El materialismo extremo se ha convertido en una deprimente fuente de insatisfacción continua para millones de personas en todo el mundo.
Ya no la religión, sino el cultivo de la espiritualidad, el retorno al “yo” y la identidad, pueden resultar beneficiosos para quebrar el egoísmo imperante.
Llevo años preguntándome qué hubiera pasado si el humanismo y la Ilustración se hubieran propagado desde oriente hacia occidente, y no al revés. Es curioso que incluso en el seno europeo, los eruditos de culturas exóticas compartan en esencia la misma mirada.
Judíos, musulmanes, indios, budistas y chinos sitúan la interiorización como principio del conocimiento universal. El mundo hoy podría ser otro, posiblemente no mejor, aunque es seguro que tampoco peor.
La edición de Trotta
La editorial española Trotta ha vuelto a realizar un trabajo magistral. Mediante una traducción meticulosa han conseguido aportar a la cultura hispánica esta obra clásica menos conocida en el ámbito general.
La traducción del árabe al castellano corren de la cuenta de la profesora de la Universidad de Sevilla, Olga Torres Díaz.
En la línea de El arte de la guerra, de Sun Tzu, ofrece una mirada equivalente, aunque distinta, fascinante. La versión del arte del gobierno y del combate de un frecuente enemigo de la cultura occidental en la época en la que fue escrito.
Un libro que, en esencia, cultiva la esencia humana y nos propone una lectura deliciosa. Les invito a descubrir, con o sin bandera blanca, El libro de las estratagemas. No se lo pierdan.
Ali Al-Harawi, El libro de las estratagemas, 2022. Trotta. 136 páginas. 13 €