Marina Núñez: «Lo ‘natural’ no existe más que como idea y, sin embargo, es una idea poderosa»

María von Touceda María von Touceda
12 Min Lectura
La artista nos habla de las principales ideas que subyacen en su obra

Dentro de los artistas multidisciplinares españoles, Marina Núñez (Palencia, 1966) destaca por indagar, a través de su obra, conceptos como la identidad, la locura, la desintegración, lo aberrante y lo monstruoso.

Esta artista castellana se interesa por lo que existe al margen de lo normativo y plasma esta búsqueda en diversos formatos como pintura, videos y animaciones en 3D.

Con ellos recrea los cambios tanto emocionales como físicos por los que oscila la identidad. Sus trabajos hablan de una locura que a nadie es ajena y convierte estas metamorfosis en algo en lo que el espectador puede verse reflejado.

Núñez va más allá de buscar lo amable e indaga en aquello que nos transforma, aunque resulte duro o inhumano. Quizá una visión tan desasosegante como necesaria.

Licenciada en Bellas Artes  por la Universidad de Salamanca y doctora en Bellas Artes por la Universidad de Castilla-La Mancha, Marina compagina su carrera artística con la docencia ejerciendo como Profesora Titular de pintura en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Vigo.

 

 

 

Marina Núñez, Fuera de sí (Supernova María), 2018. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Qué importancia le otorgas al cosmos en tu trabajo?

R. Formalmente las imágenes de telescopios o las simulaciones de nebulosas o galaxias siempre me han parecido deslumbrantes, bellas y abismales. Y además en el contexto de una reflexión sobre la identidad humana, es normal que haya imágenes de la relación de esos sujetos con su entorno: el cotidiano, la naturaleza, el universo.

 

 

 

Marina Núñez, Seísmo (2), 2016. Cortesía de la artista

 

 

 

P. La naturaleza también forma parte de muchas de tus obras, ¿en qué medida es importante para ti?

R. No es algo personal, cuando hablamos de la naturaleza tendemos a pensar en paisajes como el mar o la montaña o un desierto, donde vemos menos la huella del hombre, y no se trata de que yo me sienta mejor allí que en un paisaje urbano, que en realidad es el que prefiero. Representarla es una decisión más racional, la forma en que nos relacionamos con el mundo es muy significativa, que no nos sintamos parte integral de esa naturaleza, que el impulso sea de conquista, que necesitemos creer que sigue existiendo ese espacio no colonizado… Todo eso nos define. Lo «natural» no existe más que como idea y, sin embargo, es una idea poderosa. Cuando se dice que algo es «natural» es bueno ponerse en alerta, hablamos de convenciones, de ideología, pero de unas convenciones y una ideología que consiguen invisibilizarse y aparecer como lo «normal», y es ahí cuando un sistema de poder triunfa, cuando no es obvio que lo es.

 

 

 

 

 

 

P. ¿Qué proyección emocional buscas cuando deformas rostros y cuerpos o multiplicas las extremidades?

R. No lo pienso como una proyección, eso parece aludir a que estoy intentando trasladar a otros mis experiencias o sensaciones, parece algo muy autobiográfico, y lo que hago no lo es. Pero sin duda quiero provocar emociones con todo lo que represento. Siempre hay muchos temas en juego, pero los rostros o cuerpos deformados sugieren, entre otras cosas, una identidad desintegrada, es decir, locura. Una exacerbación de emociones que se desbordan. Y sí, creo que las representaciones de emociones son a su vez emotivas, o al menos a mí sí me conmueven.

 

 

 

Marina Núñez, La mujer barbuda (Ángela) (2), 2017. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿A qué se debe la elección de tu paleta de colores?

R. No tengo esas decisiones formales muy estudiadas, son más bien intuitivas, aunque a posteriori me parece claro que tienen que ver con lo que me más me atrae como espectadora, la pintura barroca, por ejemplo.

 

 

 

Marina Núñez, Medusa, 2004. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿En qué movimiento artístico encuadrarías tu trabajo?

R. No creo que ya exista esa posibilidad, esas denominaciones concretas de tendencias o estilos. Ahora más bien se habla de años y de técnicas. Por ejemplo: soy una artista que empezó a trabajar en la década de los 90, multidisciplinar. O bien: soy una artista de comienzos del siglo XXI que comenzó pintando y que actualmente trabaja con software en 2D y 3D, con el que hace imágenes y vídeos. Y en cuanto a los contenidos, lo dicho, me enmarco en una amplia tradición de reflexión sobre la identidad, sobre el canon y sus otros (los monstruos). Que incluye arte plástico, pero también cine, literatura o filosofía.

 

 

 

Marina Núñez, Inmersión (5), 2018. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Qué no te enseñaron en Bellas Artes que si te hubiese gustado aprender allí porque luego te ha hecho falta?

R. Todo lo que te enseñen es bueno, cuanto más mejor, de teoría y de práctica. Incluyendo las técnicas, pero hay que reconocer que ahora hay tantas que son inabarcables. Me ha hecho falta el software, pero no me ha importado que no me lo enseñaran (en todo caso apenas había entonces), si de verdad te hace falta lo aprendes con un manual y tutoriales. Lo imprescindible es que te enseñen «discurso», que entiendas lo que es el arte, que sepas encontrar tus temas y perfilar tus objetivos, que encuentres estrategias para lograrlos. Y eso se puede enseñar en una clase cualquiera, por ejemplo, de pintura. Aunque luego no vayas a pintar profesionalmente, si el profesor es bueno mucho de lo que aprendes se puede extrapolar. Por tanto, no lo veo tanto una cuestión de materias (en 4 años) como de que tengas la suerte de tener buenos profesores. Yo tuve algunos muy buenos, con eso me quedo.

 

 

 

Marina Núñez, Pesa el aire, 2016. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Sigues algún ritual para trabajar?

R. No tengo un proceso de trabajo en el que intervenga el azar: sea un cuadro, una impresión digital o un vídeo, tengo todo muy claro antes de empezar, y el resultado suele parecerse bastante a lo que imaginaba. Sin bocetos, solo tengo la imagen en la cabeza. De modo que desearía que entre esa idea inicial y el resultado pasara poco tiempo, porque no es que sea muy apasionante (aunque haya momentos aislados buenos), pero de hecho cada obra lleva muchísimo tiempo de ejecución. Y dado que lo hago yo todo o casi todo (ocasionalmente puedo encargar un modelado en 3D), me paso los días, muchas horas cada día, delante de la pantalla del ordenador. Por suerte no necesito grandes espacios, maneje software o pintura siempre me las he arreglado con una simple mesa, no necesito un taller.

 

 

 

Marina Núñez, Un cuerpo extraño. Fachada del IVAM, 2017. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Recuerdas qué exposición, de todas las que has visitado, te impactó más?

R. Recuerdo un San Sebastián del Greco en la Catedral de Palencia, un cuadro magnífico, y yo era pequeña, todo un shock.

 

 

 

Marina Núñez. Sin título (Monstruos), 2011. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿A quiénes señalarías como tus referentes?

R. El cine de terror (pero no solo), la literatura de ciencia ficción (tampoco solo), tantos ensayistas, tantísimos artistas de tantas épocas. No es sencillo citar nombres, porque en mi caso sería engañoso, por todo lo que dejaría sin citar. Puedo decir Cronenberg, Kafka, Haraway, Oursler, pero puede ser una obra concreta de ellos, y no son referentes a gran distancia de otros igualmente excelentes. O dicho de otro modo, como me gusta mucho leer, y ver cine y arte, tengo en la cabeza constelaciones más que personajes u obras aisladas.

 

 

 

Marina Núñez, Vanitas (2). Fotograma, 2019. Cortesía de la artista

 

 

 

P. Si solo te pudieses compran una obra de un coetáneo o coetánea tuya, ¿de quién sería?

R. ¡Es igual de difícil! Cada día diría una cosa, ahora mismo, por ejemplo, un dibujo de Patricia Piccinini.

 

 

 

Marina Núñez, Sin título (Locura), 1997. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Cuál crees que es la mejor estrategia para combatir el machismo en el ámbito artístico?

R. La educación a medio y largo plazo, y las cuotas (ahora llamadas acciones positivas) a corto. Pero lo mismo podría decir para cualquier otro ámbito, claro.

 

 

 

Marina Núñez, La mujer barbuda (Carmen), 2017. Cortesía de la artista

 

 

 

P. ¿Cómo valoras tu relación con el mercado del arte?

R. Para no tener que darle demasiadas vueltas a esa relación doy clase en la Universidad.

 

 

 

 

 

 

P. ¿En qué estás trabajando ahora?

R. En una serie de videos en los que a unas mujeres les fluyen desde su cuerpo unas lianas a modo de pelos o vegetación.

 

 

 

 

Marina Núñez, Ofelia (Carmen). Fotograma, 2015. Cortesía de la artista

 

 

 

P. El mundo sin arte sería…

R. …más absurdo.

 

 

Puedes conocer otras obras de Marina Núñez en su página web.

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Crítica de arte contemporáneo y escritora. Es autora de las novelas 'Crítica del vicio' (2016) y 'Coito Ergo Sum' (2019), ambas publicadas por La Marca Negra Ediciones.