Thomas Phillips, Lord Byron in Albanian dress, c. 1835. National Portrait Gallery

Lord Byron: pasiones, escándalos y legado del genio rebelde del Romanticismo

Entre la inspiración y la infamia, navegamos por la tumultuosa vida del poeta inglés, una de las voces más brillantes del siglo XIX

Begoña R. Orbezua Begoña R. Orbezua
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Los poetas ingleses Lord Byron (Londres, 1788–Mesolongi, 1824), Percy Bysshe Shelley (Field Place,1792–Viareggio, 1822) y John Keats (Londres, 1795–Roma, 1821) representan a la perfección los tópicos románticos.

Compartieron una vida apasionada y una muerte temprana, la radicalidad política y su escritura apasionada. Y lo más significativo de la literatura romántica: convirtieron al escritor en el personaje principal de la obra literaria.

Se cumplen ahora doscientos años de la muerte de Lord Byron y su espíritu rebelde sigue resonando entre nosotros. Verdadero héroe romántico por su pasión por vivir sin ceñirse a las convenciones sociales, por recorrer el mundo, por la libertad política y literaria.

Lord Byron alcanzó la fama de golpe con la publicación de su poema Las peregrinaciones de Childe Harold en la primavera de 1812.

El libro marcó a toda una generación, la de los nacidos cuando estalló la Revolución francesa. Los lectores se reconocían en el personaje Childe Harold, el viajero, movido por un ansia de libertad romántica, que rompía con todo. Se trataba, por supuesto, de un autorretrato del poeta.

Realista, libertino y cínico, tal y como él se definía, hombre de acción cuya manifestación social favorita fue el amor, entendido éste como pasión. Aunque manifestaba que su espíritu tendía a la lealtad y a una vida retirada y estable, el amor irrumpió en su vida constantemente.

Alteró su tranquilidad social y le provocó grandes desequilibrios emocionales. Su gran amigo Shelley dijo de él que era un esclavo de los prejuicios más corrientes y bajos. Y que era furioso como el viento.

 

Richard Westall, George Gordon Byron, sexto barón Byron, 1813, National Portrait Gallery
Richard Westall, George Gordon Byron, sexto barón Byron, 1813. National Portrait Gallery

 

Infancia y primeras peregrinaciones

 

George Gordon Noel Byron nació en Londres en 1788. De origen aristocrático, fue educado por su madre en la severa moral calvinista de sus antepasados escoceses. El padre había huido del hogar, perseguido por los acreedores y por las desavenencias con su esposa. Murió cuando Byron tenía tres años.

En 1798 heredó el título de lord y el dominio de Newtead Abbey, en Nottinghamshire, al fallecer su tío abuelo William. Algunos años después tomó posesión de su correspondiente escaño en la Cámara de los Lores, donde sobresaldría como figura del partido liberal.

La infancia de Byron se vio marcada por una deformidad en el pie derecho que lo obligó a calzar un zapato ortopédico. También por la sobreprotección de su madre, quien intentó siempre que no se metiera en líos.

El Byron adolescente estaba ya poseído por el amor a la poesía. Caminaba con soltura, contra todo pronóstico, y montar a caballo era una de sus grandes aficiones.

 

Thomas Phillips, Lord Byron in Albanian dress, c. 1835. National Portrait Gallery
Thomas Phillips, Lord Byron in Albanian dress, c. 1835. National Portrait Gallery

 

Estudió en Harrow y en el Trinity College de Cambridge. Allí hizo muchas amistades, entre ellas John Cam Hobhouse, un muchacho de ideas liberales que contagiaron su pensamiento.

En Cambridge aprendió boxeo y esgrima. Como en el college donde residía no permitían gatos ni perros, se echó de mascota un oso amaestrado y pretendió que le otorgasen una plaza.

Su carrera en Cambridge no fue brillante. No se recuerda su asistencia a una sola clase. Despilfarró el dinero de su madre en fiestas y amigos. Pero sus primeros poemas serios datan de esa época.

En 1809 partió con su amigo John Cam Hobhouse a un largo viaje que le llevó por España, Portugal, Albania, Grecia y Asia Menor. Durante ese viaje, recopiló material para algunas de sus mejores obras y comenzó Las peregrinaciones de Childe Harold, su extenso poema en cuatro cantos.

 

Los amores y la pasión por la poesía

 

La pasión de Lord Byron se repartió entre muchos cuerpos. Sus amores fueron precoces y muy variados. Su primera relación fue a los nueve años con su institutriz, Mary Gray, devota calvinista aficionada a las orgías.

Composiciones fugaces fue su primer libro de poemas que su amiga Elizabeth Bridget Pigot pasó a limpio y editó. El reverendo John Beceher, clérigo reformista y vicario general de Southwell, a quien Byron estimaba, le aconsejó que no lo divulgara. La razón era que algunas de esas composiciones ponían en peligro la reputación de Mary Chaworth, prima lejana de Byron.

El joven se había enamorado de la muchacha, mayor que él y además comprometida. Ya se había enamorado previamente de otra prima, Margaret Parker, inspiradora de sus primeros trazos poéticos.

 

Pasiones fugaces y controvertidas

 

Tras su primer viaje por Europa, murió la madre de Lord Byron y se estrechó su relación con su media hermana paterna Augusta Leigh. Las malas lenguas empezaron a apuntar hacia una relación incestuosa entre ambos.

En 1812 comenzó una relación adúltera con la aristócrata y novelista irlandesa Caroline Lamb, quien se enamoró locamente del poeta y casi acabó todo en tragedia. Lamb escribió una novela titulada Glenavorn como acto de venganza.

Tres años después, se casó con Anna Isabella, también aristócrata. Ella lo abandonó por infidelidad, después de dar a luz a su única hija legítima, Augusta Ada. La familia de Anna Isabella emprendió entonces una batalla legal por miedo a que Byron les arrebatara la custodia de la niña.

Tuvo una hija ilegítima con Claire Clairmont, hermanastra de Mary Shelley, a la que su madre llamó Alba y Byron cambió por Allegra.

En Roma tuvo una aventura con Margarita Cogni. En Venecia llevó una vida disipada. Se enamoró de la jovencísima condesa Teresa Guiccioli, casada con un hombre riquísimo, mucho mayor que ella. Al final lo dejó para irse a vivir con su familia, acompañada por Byron.

 

El año sin verano

 

A principios de la primavera de 1816, Claire Clairmont escribió una carta al poeta confesándole su amor. A raíz de esa carta, Byron accedió a tener un encuentro con ella y no volvió a pensar en la aventura. Pero se encontraría a Claire de nuevo en mayo de ese año en Ginebra, embarazada de él.

Gracias a Claire Clairmont, Lord Byron, Percy Bysshe Shelley y Mary Wollstonecraft Shelley entablarían una de las más míticas relaciones literarias.

Durante ese verano en la villa Diodati se pasaban la horas hablando de sus poemas y su distinta ideología. En las reuniones también estaba el doctor John William Polidori, médico personal de Byron.

Allí Mary W. Shelley alumbró su Frankenstein o el Moderno Prometeo y, según la leyenda, en la misma velada, Polidori escribió El vampiro.

La amistad existió entre Percy Shelley y Byron, aunque éste aseguraba que conocía la palabra “amigo”, pero no el sentimiento. Shelley decía desistir de retener a los amigos a su lado.

 

El triste final de Shelley

 

Lord Byron sólo se sentía cercano a personas a las que admiraba demasiado y que podían herir su confianza. Pero las cartas con el matrimonio Shelley (El mundo roto. Tres epistolarios románticos, Alpha Decay) recogen su amistad. Su oscuro centro es el naufragio y muerte de Percy Shelley.

En 1822, Percey Shelley se embarcó para navegar de Leghorn a Lerici. Una tormenta sorprendió a su barco. Días después los restos de un buque llegaron a la costa. De forma gradual los cuerpos llegaron a la playa en los días siguientes. El último, el de Shelley.

Tal como indicaba las normas sanitarias de la época, el poeta fue incinerado en plena playa. Byron y Trelawny presenciaron la cremación de los cadáveres. Byron quiso quedarse con el cráneo de su amigo. No se lo permitieron. Mientras el cuerpo de su amigo ardía, Byron se lanzó a nadar al mar.

 

La causa griega

 

La política fue poco a poco canalizando las inquietudes de Lord Byron. En 1823 dirigió una expedición a Grecia, en lucha contra los turcos. En Londres se había fundado un Comité Griego para ayudar a la causa de la independencia griega.

Grecia tenía un enorme atractivo sentimental para los ingleses cultos. Los mármoles de Elgin representaban para los ingleses la totalidad del espíritu de la cultura y la nobleza.

Los radicales ingleses conocían nada o muy poco de los desórdenes de la política griega, y nada de la guerra. Sin embargo, mostraron más entusiasmo por la causa griega que por cualquier otra de su época.

El interés de Byron había llegado a oídos del Comité y lo invitaron a unirse a la causa. En él germinaba la semilla de un sueño loco. Su admiración por Simón Bolívar era tan grande que en 1822 consideró seriamente la posibilidad de emigrar a América.

Además, su amor por Grecia jamás decayó desde su primera visita. Así que bastó la invitación para que se volcase de nuevo en la guerra de la independencia. De esta forma, se dispuso a alcanzar el clímax del radicalismo, motivación en su vida desde su más temprana juventud.

Pero no sólo por eso marchó a Grecia, había otros motivos. Por un lado, la opresiva presencia de la familia de Teresa Guiccioli fue deteriorando la relación de los amantes. Por otro lado, en la decisión también pudo influir la muerte de Allegra, de apenas cinco años, que desde la primavera de 1818 se había trasladado a Venecia, a vivir junto a su padre. Byron la había internado en un convento, donde murió de tifus, supuestamente por una negligencia de sus cuidadoras.

Su otra hija, conocida habitualmente como Ada Lovelace, se convirtió en una matemática y escritora británica. Es célebre sobre todo por su trabajo acerca de la computadora mecánica de uso general de Charles Babbage, la máquina analítica.

 

Joseph-Denis Odevaere, Byron en su lecho de muerte, 1826. Groeninge Museum
Joseph-Denis Odevaere, Byron en su lecho de muerte, 1826. Groeninge Museum

 

“¡Los doctores me han asesinado!”

 

Lord Byron no encontró en Grecia la gloria que buscaba. Él, que ya se había convertido en una leyenda.

El 9 de abril de 1824, Lord Byron insistió en montar a caballo bajo una lluvia torrencial. Después del paseo, cayó enfermo. Esa tarde tuvo fiebre y dolores. Como era habitual en la época, su médico le dio un fuerte purgante y le recomendó una sangría. Byron se opuso.

Días después, debilitada su voluntad, accedió. El poeta, que imaginaba los cincuenta como una pálida repetición de experiencias ya vividas, menos intensas a cada reincidencia, murió desangrado por sus médicos. Era el 19 de abril de 1824. En su delirio final, Byron exclamó: «¡Los doctores me han asesinado!». El paso del tiempo demostró que tenía razón.

 

Referencias

 

Bollmann, S. (2015). Mujeres y libros : una pasión con consecuencias (1ª ed). Seix Barral.

Byron, G. G. B., Keats, J., Shelley, P. B., Shelley, M. W., & Torné de la Guardia, G. (2020). El mundo roto: tres epistolarios románticos (Primera edición). Alpha Decay.

Gordon, C. (2018). Mary Wollstonecraft, Mary Shelley: proscritas románticas (1ª ed., 2ª reimp). Circe.

Molina Génova, M. (2020, 8 de marzo). «Shelley: viaje al funeral más siniestro de la literatura». La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/cultura/20200308/473986359021/shelley-byron-italia-toscana-poesia-mary-shelley-frankenstein-genova.html

Parker, D., Gimferrer, P., & León Cuyas, R. (1985). Byron. Salvat.

 

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Licenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Deusto y licenciada en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universidad de Granada. Es profesora de Literatura, dinamiza clubes de lectura y talleres de escritura.