Eloy Tizón: «Antes de aplicar la ironía a los demás, conviene aplicarla en nosotros mismos»

Bego R. Orbezua Por Bego R. Orbezua
16 Min lectura
Eloy Tizón nos habla de ‘Plegaria para pirómanos’, nueve cuentos entrelazados por una prosa magnética y sorprendente

El pasado octubre, el escritor Pedro Ugarte y yo tuvimos el placer de acompañar a Eloy Tizón en la presentación en Bilbao de su nuevo libro. Tras diez años de espera, el mundo del cuento se regocijaba con su Plegaria para pirómanos (2023). Es su cuarto libro de relatos, después de Velocidad de los jardines (1992), Parpadeos (2006) y Técnicas de iluminación (2013).

Esta plegaria consta de nueve cuentos entrelazados que nos invitan, como siempre, a disfrutar de la prosa poética de Eloy Tizón, pero con un aire renovado. Un libro sorprendente y bello para reflexionar y gozar de la lectura de la mano de Erizo, un personaje mutable que sirve de hilo conductor.

Plegaria para pirómanos es un artefacto incendiario que nos salva de la vida. Tizón prende la mecha y nos arroja a la hoguera. Han pasado varios meses, pero aún arden los rescoldos del fuego que Eloy Tizón encendió.

Este libro lo consolida, sin duda, como uno de los grandes maestros del cuento en la actualidad. Al calor de sus cuentos y fruto de aquella presentación y de la velada posterior, surge esta entrevista.

 

 

Eloy Tizón. Foto: Isabel Wagemann. Cortesía Página de Espuma
Eloy Tizón. Foto: Isabel Wagemann. Cortesía Página de Espuma

 

 

P. Al contrario de tus tres libros de relatos anteriores, en éste vas de lo más narrativo a lo poético. ¿Qué dirías que ha cambiado en tu escritura en la última década?

R. Supongo que he experimentado la evolución natural que produce el paso del tiempo. Ese cambio que mencionas se debe a que he sentido la necesidad de no repetirme y probar nuevos caminos. En mis tres libros de cuentos anteriores, mi propuesta de lectura consistía en ir desde lo menos narrativo hacia lo más narrativo. Hacer lo mismo por cuarta vez me habría resultado redundante.

En lugar de eso, he decidido hacer lo contrario: abrir el libro con un cuento bastante narrativo como es “Grafía”. Hacia la mitad del libro se produce un quiebro con un par de piezas más inclasificables. La segunda mitad la ocupan los cuentos más oníricos (o más lisérgicos, como me ha señalado algún lector), hasta llegar al último, bastante diáfano.

 

 

En mis tres libros de cuentos anteriores, mi propuesta de lectura consistía en ir desde lo menos narrativo hacia lo más narrativo. Hacer lo mismo por cuarta vez me habría resultado redundante.

 

 

P. ¿Cómo está siendo la acogida y la promoción?

R. Muy buenas. Plegaria para pirómanos está recibiendo mucha atención y está siendo leído con generosidad entusiasta. En general, diría que se está entendiendo bien, que es algo de lo que nunca podemos estar seguros al publicar.

Los comentarios que me llegan son alentadores. Las presentaciones se llenan, veo al público motivado, firmo muchos ejemplares. El hecho de que haya una segunda edición quince días después de publicarse creo que dice bastante del interés suscitado. No puedo quejarme, estoy contento.

 

 

La hibridación es una forma de ensanchar el territorio, buscar nuevas vetas en una mina que, por momentos, puede dar la sensación de estar agotada.

 

 

P. Utilizas el personaje de Erizo como hilo conductor entre los relatos, como hacen otros autores (Pedro Ugarte, José Ovejero…). ¿Necesitaban los libros de relatos dar un paso más allá? ¿Qué opinas sobre la hibridación de géneros?

R. Es uno de sus posibles caminos, sin duda alguna. La hibridación es una forma de ensanchar el territorio, buscar nuevas vetas en una mina que, por momentos, puede dar la sensación de estar agotada. Admiro mucho la obra de Ugarte y de Ovejero, dos autores de mi generación cuyos libros leo con interés y provecho desde hace años. Para mí, son dos referentes en la escritura de cuentos en nuestro idioma.

Y también añadiría el nombre de Clara Obligado. Ha sido pionera entre nosotros en trabajar los libros de cuentos con un sentido unitario, manteniendo la independencia de cada relato. Pero a la vez tejiendo hilos de conexión entre los textos, lo que añade una capa de sentido más a lo leído. Son tres autores de los que se puede aprender mucho; yo aprendo y estoy en deuda con ellos.

 

 

Los títulos tienen cierta cualidad misteriosa. Aparecen, de golpe, y aunque mi primera reacción sea de rechazo, al final su insistencia se impone y terminan quedándose.

 

 

P. ¿Cómo llegaste a ese título fantástico? ¿Te supuso volver atrás y hacer muchas “trampas” en los relatos?

R. Los títulos tienen cierta cualidad misteriosa. Aparecen, de golpe, y aunque mi primera reacción sea de rechazo, al final su insistencia se impone y terminan quedándose. Sucedió con mis libros anteriores y con este también. No sabría justificar exactamente por qué, pero me atrae. Tal vez sea la mezcla un tanto incongruente entre la intimidad del rezo y la espectacularidad del incendio.

El caso es que se adapta a mis intenciones y, de alguna forma secreta, informa sobre el contenido del libro. No de sus argumentos, sino más bien de su espíritu, si podemos llamarlo así. No hablaría de trampas, en las que procuro no caer cuando escribo; en todo caso, de ajustes, en este caso determinados, no tanto por el título como por la estructura entrelazada de los relatos, que obliga a un trabajo de hilado y reescritura fina.

 

 

El humor es el gran vitriolo contra la pomposidad y la ridiculez de tomárnoslo todo demasiado en serio.

 

 

P. Me parece que en los relatos de Plegaria para pirómanos hay muchos puntos de humor, algo que no se suele señalar en tu obra. Sin embargo, está ahí. ¿Me equivoco?

R. No, no te equivocas, todo lo contrario. Te agradezco mucho que lo menciones, puesto que es un aspecto que no se suele relacionar con mis libros. Y para mí es importante. Le concedo importancia al humor en mi vida, en mis lecturas y, por supuesto, también en lo que escribo.

Me gusta ese tipo de humor sutil, un poco malicioso, a veces cercano al absurdo, que no pretende ser agresivo ni hacer sangre. Sino más bien oxigenar la página para evitar el riesgo de caer en lo solemne, en lo patético o en el exceso melodramático.

Antes de aplicar la ironía a los demás, conviene aplicarla en nosotros mismos. El humor sirve de contrapunto, de esguince, ayuda a relativizar los dramas y viene a decirnos que, después de todo, nada tiene tanta trascendencia. El humor es el gran vitriolo contra la pomposidad y la ridiculez de tomárnoslo todo demasiado en serio.

 

 

A partir de ese pequeño destello inicial, la escritura va expandiéndose y ocupando cada vez más espacio.

 

 

P. ¿Cómo es tu proceso creativo?

R. Normalmente suelo partir de alguna idea vaga, una imagen o una frase (o grupo de frases). Por algún motivo que no sé explicar me atrae y me obliga a centrarme en ella y a darle vueltas. A partir de ese pequeño destello inicial, la escritura va expandiéndose y ocupando cada vez más espacio.

Trato de explorar todas las posibilidades que me ofrece ese comienzo prometedor, pero aún titubeante. Es un trabajo paciente, de búsqueda, de escucha, de prueba y error, en el que poco a poco las piezas van encajando… O desencajándose, pero con cierto sentido, con cierta gracia, con algo que tenga, como dicen los aficionados al flamenco, “pellizco”. Si tiene pellizco, la escritura fluye. Si no, no hay nada que hacer; en esos casos, es preferible dejarlo para otro día.

 

 

El humor sirve de contrapunto, de esguince, ayuda a relativizar los dramas.

 

 

P. ¿Te dicen a menudo que tardas mucho en gestar un libro? ¿Supone esto una presión para ti?

R. Me lo repiten bastante, sí. Hasta el punto de que ya me he inmunizado y no me afecta. Lo que habría que averiguar es si yo soy lento o son los demás quienes tienen demasiada prisa. Lo digo en broma, ¿eh?, no se vaya a molestar nadie.

 

 

Si tiene pellizco, la escritura fluye. Si no, no hay nada que hacer; en esos casos, es preferible dejarlo para otro día.

 

 

P. ¿Para quién escribes? ¿O escribes para ti, si es que esto es posible?

R. Para mí solo no escribo, eso lo sé seguro. Me asfixiaría. Necesito pensar que fuera, en algún lugar, habrá un interlocutor interesado en lo que estoy creando. No tendría sentido hablar solo y que nadie me escuchase; eso sería, para mí, una forma de locura o de cobardía. Tampoco necesito multitudes, ni llenar estadios. Pero sí debe haber, al menos, la esperanza de un eco. Con eso tal vez sea suficiente para mantener viva la escritura.

 

 

Necesito pensar que fuera, en algún lugar, habrá un interlocutor interesado en lo que estoy creando.

 

 

P. ¿Llevas un diario personal? ¿Lo leeremos algún día?

R. Sí, escribo un diario desde hace casi veinte años. ¿Cómo lo sabes? Lo comencé cuando cumplí cuarenta. Es mi forma de “pasar a limpio” las experiencias que vivo. Una herramienta de la memoria para que el olvido no se lo lleve todo por delante. Me permite consultar fechas y fijar momentos que de otro modo no recordaría. Hay alegrías, penas, viajes, reflexiones, transcripciones de sueños, pequeñas historias…

En la actualidad ocupa unas mil setecientas páginas. Una cosa monstruosa, en varios tomos. Y mi intención es seguir añadiendo páginas mientras el cuerpo resista. ¿Publicarlo? No, no lo creo, al menos mientras yo esté vivo. Me produce demasiado pudor. Después, la decisión recaerá en mis albaceas.

 

 

Buscaba alguna alusión al fuego que no fuese evidente, sino que apareciese de manera indirecta. Creo que esta imagen de cubierta cumple de sobra su cometido.

 

 

P. Hablemos de esa fabulosa portada.

R. Me alegra que te guste. A mí también me gusta, por eso la escogí. Es de una artista llamada Andrea Torres Balaguer. No la conocía, me tropecé con alguna obra suya en redes sociales y me atrajo de inmediato. Es una imagen rotunda, muy limpia, que por un lado desprende sobriedad y elegancia clásicas.

Por otro, tiene ese punto de ruptura y atrevimiento que le da el brochazo amarillo en el rostro de la mujer. Buscaba alguna alusión al fuego que no fuese evidente, sino que apareciese de manera indirecta. Creo que esta imagen de cubierta cumple de sobra su cometido.

 

 

Esa mujer surgida de la nada, de la intemperie, que llama, que interrumpe, que nos arrastra a otro laberinto. Esa es para mí la poesía del cuento.

 

 

P. Dices que la poesía no es un adorno, que la forma ya es relato. ¿Cómo concibes el lenguaje poético en lo narrativo?

R. Como un elemento desestabilizador. Como algo que irrumpe y trastoca la placidez del texto, una fuerza invasora. ¿Recuerdas esa secuencia de Parásitos de Bong Joon-ho con la familia reunida en la casa, de noche, mientras fuera diluvia? Todo parece en calma. Y de repente, alguien llama a la puerta. Y aparece en el umbral una mujer desconocida con una historia alucinante que empuja la narración hacia un estrato más profundo.

De manera literal: en el sótano de la casa vive alguien oculto, que lleva allí escondido desde hace años. ¿Cómo puede ser eso? Esa mujer surgida de la nada, de la intemperie, que llama, que interrumpe, que nos arrastra a otro laberinto. Esa es para mí la poesía del cuento.

 

 

Sí creo que la literatura debe provocarnos algún tipo de reacción, la que sea, a favor o en contra. Puede ser de asentimiento o de rechazo, eso no importa.

 

 

P. ¿La literatura ha de empujarnos a arder?

R. Al menos, no ha de dejarnos indiferentes. Eso es lo peor. Sí creo que la literatura debe provocarnos algún tipo de reacción, la que sea, a favor o en contra. Puede ser de asentimiento o de rechazo, eso no importa. Pero sí, nos debe descolocar, incomodar, sorprender, hechizar…, ofrecer algo distinto a lo que vemos todos los días. Otros mundos. Algo ante lo que el lector deba pararse a pensar: “Ah, yo pensé que no se podía hacer esto. ¿Y resulta que sí se puede? Qué raro”.

 

 

Eloy Tizón, Plegaria para pirómanos
Cubierta del libro Plegaria para pirómanos de Eloy Tizón. Páginas de espuma

 

 

Eloy Tizón, Plegaria para pirómanos, 2023. Páginas de espuma. 192 páginas. 17,10 €

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