Rosa Luxemburgo

Rosa Luxemburgo y la revolución política

La vida y muerte de la teórica de origen judío ganaron un cariz heroico en una Europa inmersa en ideologías y abocada a la guerra

David Lorenzo Cardiel Por David Lorenzo Cardiel
14 Min lectura

El olor a pólvora y sangre atoraba la respiración de las pocas personas que se atrevían a pisar las calles de Berlín. Todavía se escuchaban los gritos de los freikorps: implacables en sus redadas, los vecinos que eran apresados nunca más regresaban a sus hogares. El levantamiento obrero de la Liga Espartaquista había fracasado estrepitosamente. Más violenta que la propia asonada fue la reacción de los soviets obreros alemanes tras el asesinato de Rosa Luxemburgo (Zarato de Polonia, 1871–Berlin, 1919).

Junto al ideólogo Karl Liebknecht, Luxemburgo fue arrestada y golpeada a culatazos hasta la muerte por los militares fieles a la República de Weimar. Su cuerpo fue arrojado al Landwehrkanal. Tardaron días en recatarlo de las aguas.

Desde aquel día de enero de 1919, la memoria de Rosa Luxemburgo alcanzó un cariz heroico. Desde muy joven, su voz se elevó como una de las más brillantes e impetuosas del marxismo.

También fue una intelectual tan revolucionaria como sensata en el momento de estudiar la objetividad de unas u otras decisiones. Su vida y su muerte determinaron el futuro político de una Europa que se debatía entre un fascismo en gestación y la reacción socialista.

 

La memoria de Rosa Luxemburgo alcanzó un cariz heroico. Desde muy joven, su voz se elevó como una de las más brillantes e impetuosas del marxismo

 

Juventud: educación, clave revolucionaria

 

Rosa Luxemburgo, inscrita como Rozalia Luksenburg, nació en 1871 en la próspera ciudad comercial de Zamosć, en la actual Polonia. Dotada de un carácter y de una inteligencia despiertas, la joven pronto se interesó por la relación entre trabajo y capital.

Su familia, burguesa, le permitió acceder a una vida cómoda que dedicó al estudio. En Varsovia, con apenas quince años, Luxemburgo participó en el partido polaco marxista Proletariat y en una huelga general en 1886.

Aunque la huelga fue reprimida duramente por las autoridades rusas, esta primera experiencia comunitaria marcó profundamente la percepción de la teórica sobre el rol obrero.

«No es fácil ni mucho menos predecir qué le sucederá a la Asamblea Nacional durante el segundo acto de la revolución. Tal vez, si es que la asamblea llega a existir, puede resultar una nueva escuela para la educación de la clase obrera», escribió décadas más tarde, en el discurso-manifiesto con el que cofundó el Partido Comunista Alemán en 1919.

La educación, tanto de niños como de adultos, se convirtió en un elemento clave del enfoque marxista de Rosa Luxemburgo. Ella misma, brillante estudiante, tuvo que exiliarse en 1889 en Suiza para escapar de ser detenida, quizá ajusticiada, por las persecuciones rusas sobre Proletariat.

En la Universidad de Zúrich se especializó en Teoría del Estado. Conoció, además, a algunas figuras relevantes, como el revolucionario lituano Leo Jogiches, con quien colaboró en la fundación del Partido Socialdemócrata Polaco.

 

Los años del esplendor intelectual

 

En 1898, Rosa Luxemburgo adquirió la nacionalidad alemana a través de su marido, Gustav Lübeck. Desde su llegada al país, la teórica confrontó a la vanguardia del revisionismo marxista.

Los revisionistas pretendían reinterpretar las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels para ajustarlas a un proyecto de socialismo dentro del Estado burgués. El primer punto crítico de esta cuestión estaba vinculado al papel que la masa obrera debía poseer dentro del movimiento.

Para los revisionistas, los obreros debían seguir las directrices del partido y de los sindicatos. Luxemburgo, en cambio, consideraba que la esencia innegable del marxismo es la revolución, y que es imposible confrontar al capitalismo sin la participación de masas.

Fruto de esta confrontación publicó en 1899 el libelo Reforma o revolución, donde enfrentó al teórico revisionista Eduard Bernstein. En esos mismos años ayudó a refundar el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD).

Durante este primer periodo, la intelectual se centró en defender su posición en la prensa, también como redactora del periódico marxista Neue Zeit (Tiempo Nuevo). Al mismo tiempo, centró sus esfuerzos en agitar a los miembros de su partido contra el gobierno. Sus insultos al káiser Guillermo II y su participación en la revolución rusa de 1905 la condujeron a varias penas de prisión.

 

Las obras más emblemáticas

 

A partir de este periodo surge su obra. Primero, Huelga de masas, partido y sindicato (1906), sobre su experiencia durante este primer periodo revolucionario ruso. Más tarde, en 1913, llegó uno de sus análisis más destacados, La acumulación del capital.

Su crítica al marxismo y a la sociedad de su época se apoyaron en dos principios. El primero, la dialéctica de la espontaneidad y la organización. El segundo, el antiimperialismo, que en la propuesta luxemburguista implicaba un antimilitarismo. De igual manera, el rechazo a la imitación marxista del Estado le enfrentó a Lenin durante el V Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso de 1907.

Sobre la espontaneidad y la organización, Luxemburgo propuso la resolución a este problema analizando que ambas son parte de un mismo proceso revolucionario. Es decir, debe mediar una organización meticulosa, pero contar con una adhesión participativa que permita que las masas tomen las riendas revolucionarias.

Ambas dimensiones deben retroalimentarse. Así, en Huelga de masas, partido y sindicato, escribió: «La moderna clase proletaria no desarrolla su lucha de acuerdo a un plan establecido en un libro teórico… Esto es exactamente lo más loable, esto es por lo que este colosal trozo de cultura, dentro del moderno movimiento obrero, define una época: que las multitudinarias masas de obreros fraguan primero con su propia consciencia, con sus propias creencias, e incluso a partir de su propio conocimiento, las armas de su propia liberación».

 

Guerra, feminismo y revolución

 

Desde 1910, los ánimos en el viejo continente comenzaron a caldearse. En 1912, Rosa Luxemburgo y revolucionario francés Jean Jaurès acordaron responder a la guerra con la huelga general ininterrumpida.

Paralizar la maquinaria económica y bélica de los países partícipes en la guerra era el primer paso para asfixiar al sistema capitalista. En la impresión de Luxemburgo, el colonialismo y la guerra son los dos motores que generan las crisis necesarias para reactivar la economía burguesa.

Sin embargo, su partido, el SPD, pactó una tregua con el gobierno del káiser en 1914 acordando no convocar huelgas durante la guerra. Este acto fue visto por Rosa Luxemburgo como una traición a los ideales y los principios marxistas.

Mientras duró la Gran Guerra, la teórica mantuvo una férrea actitud antimilitarista y contraria al SPD. Un buen ejemplo es su ensayo La acumulación del capital (1913). De igual manera, exaltó la necesidad de la emancipación de la mujer desde una perspectiva marxista, alejada de la mujer burguesa y del sufragismo.

Por ejemplo, en 1914, escribió en La mujer proletaria: «La mujer burguesa no tiene ningún interés real en los derechos políticos, porque no ejerce ninguna función económica en la sociedad, porque disfruta de los productos terminados de la dominación de clase. El llamado a la igualdad de las mujeres, cuando se desarrolla bien entre las mujeres burguesas, es la ideología pura de unos pocos grupos débiles sin raíces materiales, un fantasma del antagonismo entre el hombre y la mujer, una peculiaridad. Por lo tanto, la naturaleza farsa del movimiento sufragista».

 

La Liga Espartaquista

 

En 1916, Luxemburgo, junto con Clara Zetkin, Franz Mehring y Karl Liebknecht fundó la Liga Espartaquista, separándose del SPD. Sus insistentes intentos por desencadenar una huelga general en Alemania la condujeron de nuevo a la cárcel.

Desde su propio movimiento, Luxemburgo criticó con gran dureza la dictadura de partido único impuesta por Lenin y los bolcheviques a partir de 1917. En artículos como El comienzo (1918), la revolucionaria recordó que la abolición del capital es imposible sin «la acción consciente de las masas trabajadoras en la ciudad y en el campo».

En una conferencia de la Liga Espartaquista en ese mismo año también legó otra frase memorable: «la Historia es el único maestro infalible, y la revolución la mejor escuela para el proletariado». Su obra La revolución rusa (1918) constituye una radiografía aún en plena vigencia sobre lo sucedido en aquel momento histórico.

 

El final y el origen del nazismo

 

En noviembre de 1918, los soldados de marina del puerto de Kiel recibieron una orden suicida: escaramuzar a la armada británica. Conscientes de que la guerra estaba perdida, los militares se alzaron en rebelión contra el gobierno imperial.

Hacia los últimos compases de la contienda, buena parte de obreros y militares habían formado grupúsculos o soviets que conspiraban en favor de una república socialista.

El 9 de noviembre es fundada la República de Weimar, con el SPD como partido de gobierno. Sin embargo, y una vez sofocada la rebelión de Kiel, los socialdemócratas intentaron pactar con las potencias vencedoras en la guerra, como los Estados Unidos, para recibir fondos de reconstrucción del país.

Rosa Luxemburgo y los espartaquistas se opusieron frontalmente, creando el Partido Comunista Alemán en enero de 1919. Su compañero Karl Liebknecht pensó que la elevada desafección hacia el poder burgués permitiría una victoria revolucionaria segura. Luxemburgo, más lúcida, se opuso a un alzamiento al considerar que el país estaba lleno de reservistas que podían ser movilizados.

El entusiasmo de Liebknecht condujo a sus camaradas y a la propia Luxemburgo a apoyar el Levantamiento Espartaquista en Berlín. La pequeña revolución fue sofocada por las milicias armadas por el SPD republicano en cuestión de una semana. Después, Liebknecht y Luxemburgo fueron brutalmente asesinados.

La violencia y la ausencia de juicio previo durante la ejecución de ambos revolucionarios conmocionó al país. El entierro sin cuerpo de Rosa Luxemburgo fue multitudinario. De igual manera, y hasta el mes de mayo, hubo enfrentamientos armados de los soviets que regaron las calles del país con más de cinco mil muertos.

El asesinato consentido de Rosa Luxemburgo por sus compañeros del SPD la convirtió en una heroína y una mártir del socialismo internacional. El Partido Comunista y el SPD rivalizaron con suma vehemencia, siendo incapaces de oponerse al auge del nacionalsocialismo de un tal Adolf Hitler. El resto es Historia.

 

Referencias

 

«Biografía Rosa Luxemburg. 1871, 1919». Rosa Luxemburg Stiftung. Recurso en línea. Puede consultarse en: https://www.rosalux.org.ec/biografia/

Luxemburgo, R. (1977). Escritos políticos. Grijalbo.

Luxemburgo, R. (2003). Huelga de masas, partido y sindicatos. Fundación Federico Engels.

Luxemburgo, R. La acumulación del capital. Edicions Internacionals Sedov.

Luxemburgo, R. (2017). La crisis de la socialdemocracia. Akal.

Luxemburgo, R. (2014). La responsabilidad histórica. Marxist Internet Archive.org. Recurso en línea. Puede consultarse en: https://www.marxists.org/espanol/luxem/1918/1/1.htm

Luxemburgo, R. (1978). Obras escogidas. Editorial Ayuso.

Luxemburgo, R. «Programa para la revolución». Revista Pensamiento Crítico, nº 11. Diciembre de 1967. Recurso en línea. Puede consultarse en: https://www.filosofia.org/rev/pch/1967/pdf/n11p129.pdf

Luxemburgo, R. (2002). Reforma o revolución. Fundación Federico Engels.

 

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Filósofo y escritor. Columnista y crítico literario. A través de sus libros y artículos compagina reflexión y pensamiento desde una mirada filosófica y crítica.