La nueva entrega del filósofo andaluz Emilio Lledó, ‘Identidad y amistad’, es un homenaje a la palabra y el lenguaje que nos moldea
Emilio Lledó (Sevilla, 1927) apenas necesita presentación. Es el gran maestro de la filosofía española, el mago de la palabra capaz de cautivar con el dulce tintineo de la mesura.
Miembro de la Real Academia Española desde 1993, el pensador sevillano ha construido a lo largo de su vida una carrera en continua expansión.
Licenciado en Filosofía en 1952 por la Universidad de Madrid, tuvo como maestros a pensadores de la talla de Hans-Georg Gadamer y Otto Regenbogen. A partir de entonces, y encaminado hacia la filología clásica, se convirtió en un erudito de su tiempo. Una sapiencia que, por fortuna, podemos seguir disfrutando en nuestros días.
Identidad y amistad es la nueva propuesta del filósofo andaluz. Quizá el adjetivo «nueva» se me haya quedado demasiado costumbrista. Tras leer sus páginas con el detenimiento que merecen considero que me he encontrado ante la gran propuesta de Lledó.
Identidad y amistad es un abrazo al presente desde la mirada puesta en el presente
De la misma forma que León Tolstói alcanzó su cumbre literaria con su novela de senectud Hadjí Murat, Emilio Lledó acaba de alcanzar lo mismo. Identidad y amistad es un abrazo al presente desde la mirada puesta en el presente. Pero también en la raíz cultural grecolatina y en el horizonte inmutable que es siempre la esencia humana. Porque, más allá de la identidad y de la amistad, es muy probable que ya no exista nada que sostenga el cosmos.
Un ensayo «para un mundo posible»
El subtítulo que acompaña a Identidad y amistad es revelador. Emilio Lledó se explica: son «palabras para un mundo posible». Es decir, desde el inicio, el pensador español nos invita a plantearnos algo que aún no hemos realizado o, al menos, completado.
La enésima percepción que me ha generado este nuevo ensayo de Lledó es la voluntad de dejar un legado al mundo y a sus lectores. Una síntesis radical, en tanto que acude a la raíz, de aquellos conceptos que representan la esencia de cuanto somos los seres humanos.
Identidad y amistad se divide en dos partes y breves capítulos a lo largo de menos de doscientas páginas. La edición de Taurus está a la medida del prestigio del sello y del autor. Fina, de buen tipo de letra, delicada en sus márgenes, de tapa blanda que facilita la lectura.
Su mayor virtud es que se trata de un libro exquisito, que se paladea frase por frase
Por su parte, el autor vuelve a demostrar a lo largo de las páginas en qué consiste escribir ensayo filosófico. Lledó acostumbra a escribir sus libros con un lenguaje preciso, ni muy técnico ni demasiado común. Le queda, así, una dialéctica que me atrevo a denominar como blanda, y a mí me parece la perfección en el género.
Por otra parte, la intensidad de su mirada filosófica se mantiene perenne. No hay ni una sola página de Identidad y amistad que baile con la liviandad. Su exposición no pesa, se sublima. Traspasa el estado escrito al conseguir ser percibido sin necesidad de grandes desafíos mentales.
Es por ello que Identidad y amistad es un ensayo apto para todos los públicos. Pero esto no es lo mejor. Su mayor virtud es que se trata de un libro exquisito, que se paladea frase por frase. El maestro sevillano ha dedicado diez años en elaborarlo, y se nota.
Palabra, esencia, ser
Identidad y amistad es, ante todo, un homenaje a la palabra. El lenguaje, como explica el autor, nos conduce, nos modela, nos condiciona. Este último aspecto es relevante, pues si bien se suele asociar la restricción de movimientos a una ausencia de libertad, se trata de un espejismo. Mediante el lenguaje podemos erigir los fundamentos de un futuro más «libre», dentro de los límites del concepto, o más siniestro.
A partir del lenguaje, Emilio Lledó nos presenta el desarrollo de elementos clave para la consecución del pensamiento humano. La ética y la idea del Bien, la Justicia o la Belleza aparecen con la elocuencia de los textos clásicos. Lledó dialoga con nosotros y lo hace con enriquecedora serenidad.
Frente a la incertidumbre que suele representar el acontecimiento de estar vivos, ante el lugar que ocupamos en el mundo, la palabra surge para llenarlo. Y en tanto dotamos de un sentido particular y contextual a la vida en cada momento histórico dotamos a la existencia de movimiento.
Mediante el lenguaje podemos erigir los fundamentos de un futuro más «libre»
La identidad se descubre con el pensar, pero se expresa mediante la acción y el verbo. Lo sabían muy bien nuestros predecesores de la antigüedad. Para ser hay que reconocerse en plenitud, y para construir un estar agradable en conjunto es necesario el diálogo.
Del diálogo surge el vínculo, el reconocimiento con el otro, que se eleva de extraño a interlocutor. Quizá, si las circunstancias y el empeño personal lo permiten, se transforme en amigo. Amigo, es un decir, porque como bien recuerda Lledó, el concepto griego de philía es inmensamente más rico y extenso que amistad. Y refinado, superior, como puntualiza el maestro sobre el legado aristotélico.
Filia, belleza y democracia
De ese singular reconocimiento, elevado en su esencia moral (ética, de ethos, «costumbre»), emana la belleza. O, mejor dicho, se retroalimenta de ella, ya que un estado conduce al otro. La belleza reside en la mirada, según la poesía de Safo de Mitilene.
Entonces, de acuerdo con esta premisa, la manera en que veamos a nuestros semejantes definirá cómo será nuestra sociedad e influirá en nosotros mismos. La percepción de lo que es varía.
Por esa razón, Emilio Lledó insiste en el poder de la palabra, del lenguaje, del diálogo, en su expresión última. Dialogar es reconocer.
Reconocer es ratificar lo que es. Y aceptar lo que las cosas son y nosotros somos es abrazar la intrínseca belleza de su naturaleza. La ética se alimenta cuando mantenemos la mirada interior.
Es el logos, palabra y razonamiento, quienes deben posicionarse de nuevo como la brújula que nos conduzca a un futuro prometedor
El diálogo, por tanto, construye comunidad, hace política. Es por ello que el valor de la palabra, el reconocimiento de la existencia del prójimo, consigue el regalo de hacer colectivo.
La libertad surge de forma espontánea al escucharnos, al dotarnos de ese privilegio, que es mutuo por naturaleza. El vaivén incesante de las ideas que son esbozadas, dialogadas y escuchadas permite una verdadera política.
El filósofo español subraya la cuestión de la democracia con especial énfasis en la segunda parte del libro. No puede existir ciudadanía sin tolerancia. ¿Y cómo podría haber genuina tolerancia si los prejuicios se anteponen al juicio de la razón?
Para crear la identidad de una sociedad donde todo el mundo aspire a encajar es necesario transigir y limitar mediante la reflexión y le debate. Es el logos, palabra y razonamiento, quienes deben posicionarse de nuevo como la brújula que nos conduzca a un futuro prometedor.
Una obra fresca y ágil
Identidad y amistad, de Emilio Lledó, es una obra maestra. Más que una obra magna, en mi parecer. Es un ensayo, simplemente, delicioso, escrito desde la mesura y con paciencia.
Cada frase de Identidad y amistad está meticulosamente meditada, brillantemente escrita. La exposición filosófica es plena, clarividente y bien organizada a un tiempo. Se trata, en conclusión, de un trabajo impecable.
La mirada del filósofo sevillano sigue la línea de toda su producción filosófica y literaria. Apela a la ética y a la reflexión para construir un mejor presente.
Sabe bien el maestro andaluz que la única manera de construir un futuro con buen augurio es asegurar un momento presente que sea hermosa realidad. Para conseguirlo, la palabra debe destronar a la palabrería.
El autor consigue legar su mensaje, una vez más, con sumo mimo. Y en cuanto a cómo plantea y construye el ensayo, Emilio Lledó vuelve a darnos una lección a los que cultivamos este género literario.
Fresco y ágil, las palabras parecen desenvolverse en un baile entre sombras, con suavidad, con un diseño natural. Más que leer parece que estuviésemos escuchando al autor.
Emilio Lledó vuelve a darnos una lección a los que cultivamos este género literario
Teje una rica voz propia, propone un pensamiento cultivado y, por ello, interesante, y apoya sus ideas en la tradición clásica, también en la moderna.
Me parece, con absoluta sinceridad y como ya he dicho antes, el ejemplo perfecto, o casi, de lo que debe ser un buen ensayo filosófico.
Por eso, lean, por favor, Identidad y amistad. Es el mejor ensayo actual que he leído en años con notable distancia de los más avezados que he devorado. Y por mis manos pasan cada mes decenas de libros. Disfrutarán, enriquecerán su mirada y su pensar, gozarán sea cual sea su formación académica. Es una maravilla.
Emilio Lledó, Identidad y amistad, 2022. Taurus. 192 páginas. 17,95 €