Juan van der Hamen, Retrato de Catalina de Erauso, h. 1629. Fundación Kutxa

Catalina de Erauso, la monja alférez y la polémica se arrastra hasta nuestros días

Bego R. Orbezua Por Bego R. Orbezua
12 Min lectura
Cambió el hábito por la armadura y su fama recorrió Europa. Falleció en México, haciéndose llamar Antonio de Erauso

Convertida en mito, su historia ha dado pie a numerosas especulaciones. Catalina de Erauso y Pérez de Galarraga (1585–1650) es uno de los nombres más controvertidos de la Historia de España.

Más conocida como la Monja Alférez, se convirtió en una auténtica celebridad en su momento. No era para menos. Su extraordinaria vida reunía todos los elementos propios de una buena novela: novicia, militar, bravucona, asesina, virgen, lesbiana y travestida. Erauso permanece viva a través de estudios históricos, relatos biográficos, novelas, obras de teatro, películas, retratos, cómics y exposiciones.

La mayoría de lo que se conoce de su vida se debe a su autobiografía, Historia de la Monja Alférez: Doña Catalina de Erauso. Muy del gusto del momento, el libro se hizo famoso rápidamente.

A lo largo de los siglos se han publicado dos ediciones de este relato. De manos de Juan Pérez de Montalbán, discípulo de Lope de Vega, la obra ha sido adaptada al teatro, en 1629. La monja alférez marcó definitivamente al personaje.

Se desconoce el paradero del primer manuscrito de sus memorias, por lo que durante siglos se ha ido alimentando la duda de su autoría real. Todo es complejo y misterioso en torno a la historia de Erauso y hay que andar con cautela con esta figura a menudo contradictoria.

Incluso con su fecha de nacimiento, en sus memorias asegura que nació en San Sebastián en 1585. Pero su partida de bautismo de la parroquia donostiarra de San Vicente no dice eso.

La fecha que allí aparece es el 10 de febrero de 1592. Hay quien piensa que Erauso y la monja alférez no eran la misma persona y que esta última habría robado la identidad de la novicia vizcaína.

 

Su extraordinaria vida reunía todos los elementos propios de una buena novela: novicia, militar, bravucona, asesina, virgen, lesbiana y travestida.

 

Siempre fue rebelde

 

Fue hija de María Pérez de Galarraga y Miguel de Erauso, capitán y comandante del territorio vasco a las órdenes de Felipe III. Catalina era la menor de seis hermanos.

A los cuatro años, Catalina de Erauso fue internada, junto a sus tres hermanas, en el convento de las dominicas de San Sebastián el Antiguo. La trasladaron, por inadaptada y rebelde, a otro convento con normas y clausura más estrictas, el de San Bartolomé.

A los quince años se peleó con una de las monjas, quien la golpeó, razón por la cual huyó del convento. Lo hizo justo antes de tomar sus votos perpetuos para convertirse en monja. Nunca llegó a profesar. Robó ocho reales a su tía, priora del convento, unas tijeras, hilo y una aguja. Se cortó el pelo y confeccionó ropa de varón.

Sobrevivió durante tres días comiendo las hierbas del camino hasta que llegó a Vitoria. A partir de ahí vistió y vivió como hombre, trabajando en casa de un pariente lejano, que no pudo reconocerla.

Tres meses después, robó dinero a su pariente para establecerse en Valladolid, donde se convirtió en paje del secretario del rey Juan de Idiáquez. Se hizo llamar Francisco de Loyola. Comenzó un periplo que la llevaría a Bilbao, a Navarra y a San Sebastián. Durante este tiempo, en diversas ocasiones se encontró con familiares, incluida su madre, que no la reconocieron.

Después huyó a Sanlúcar de Barrameda para alistarse como grumete en un barco que partía para América. Allí empezó una nueva vida y recorrió Bolivia, Chile y Perú, entre otros territorios. Desempeñó muchísimos oficios, fue escribiente, arriero, paje y dependiente de un mercader. Pero la ocupación que marcó su leyenda fue la de soldado español.

 

A los quince años se peleó con una de las monjas, quien la golpeó, razón por la cual huyó del convento. Lo hizo justo antes de tomar sus votos perpetuos para convertirse en monja. Nunca llegó a profesar.

 

Cambió el hábito por la armadura y las aventuras sucedieron

 

Es clave comprender que la época en que Erauso se reinventa está marcada por la Contrarreforma y la Inquisición. Las definiciones sobre qué es ser mujer y qué es ser hombre eran rígidas. Erauso rompió con esos patrones.

Como hombre, fue un soldado cristiano, mató en el campo de batalla y fuera de él. Exageró constantemente su masculinidad y presumía de ella. Como mujer, mantuvo su virginidad. Resultaba ser un personaje barroco ideal, con todas sus contradicciones: virgen como mujer, violento como hombre.

Erauso vivió como varón la vida reservada a los hombres, única manera para una mujer de experimentar eso. El travestismo es uno de los aspectos de su figura que más atraen hoy en día y en su momento.

Pero no es un fenómeno actual o aislado y raro en el imaginario antiguo, medieval o renacentista. Hay una rica tradición de mujeres travestidas como Juana de Arco, Fa-Mulán, Santa Tecla, María Pérez, Axiotea, Lashenia y Agnódice.

Como apunta Maite Pizarro en Dadme otra monja alférez (2023), el travestismo femenino ha sido una práctica bastante común en nuestra historia moderna. Aporta el dato de Dekker y Van de Pol de un estudio sobre el tema. Por lo visto, hasta el siglo XIX era normal encontrar muchas mujeres muertas entre los soldados caídos en los campos de batalla europeos.

La mayoría de los casos eran mujeres que se escapaban de sus casas y se alistaban como soldados o marineros. El travestismo era una forma de escapar de la pobreza y de las limitaciones de género.

Así, Erauso fue parte de una expedición en busca de El Dorado. Participó en el genocidio mapuche. Asesinó a un montón de hombres, incluido su hermano. Tomó una hostia como rehén. Sobrevivió a dos naufragios. Tuvo amores con damas y escapó de tres matrimonios arreglados. Se comió a su caballo para cruzar los andes. Fue condenada a muerte dos veces… ¡y aun así salvó su vida!

 

«La verdad es ésta: que soy mujer, que nací en tal parte, hija de Fulano y Zutana; que me entraron de tal edad en tal convento, con Fulana mi tía; que allí me crié; que tomé el hábito y tuve noviciado; que estando para profesar, por tal ocasión me salí; que me fui a tal parte, me desnudé, me vestí, me corté el cabello, partí allí y acullá; me embarqué, aporté, trajiné, maté, herí, maleé, correteé, hasta venir a parar en lo presente, y a los pies de Su Señoría Ilustrísima». – Historia de la monja alférez escrita por ella misma.

 

Ser mujer le salvó la vida

 

Estas palabras, pronunciadas ante el obispo de Guamanga, don Agustín de Carvajal, le salvaron de una muerte segura. Después de veinte años como hombre, evitando la justicia, a menudo refugiándose en la iglesia, fue detenida en Perú.

La verdad oculta, que le había impuesto límites y la había hecho vulnerable, le salvó la vida: el hecho de haber nacido mujer. La confesión no se quedó ahí, era una virgen intacta, algo que confirmaron dos matronas.

Esto la convirtió en una celebridad, viajó por toda Europa, y fue agasajada hasta por la realeza. El monarca español Felipe IV le concedió una pensión militar anual. El Papa Urbano VIII la recibió y le concedió, entre otras muchas mercedes, la de permitirle usar el traje de hombre. A quien tachó aquella concesión de indecente, el Pontífice respondió con el mítico: “Dadme otra monja alférez, y le concederé lo mismo’”.

Fue retratada dos veces. Uno de los cuadros se perdió. El otro, muy conocido, pertenece al pintor madrileño Juan van der Hamen. La pintó como almirante de la Marina, con alzacuellos de hierro, chaleco de piel y gesto hostil. Hasta hace poco, se le atribuía erróneamente a Francisco Pacheco, suegro de Velázquez.

El final de su vida es también parte de la leyenda. Ya se hacía llamar Antonio de Erauso, cuando falleció en Cuitlaxtla, México, en 1650. Pero hasta el final hay misterio alrededor de su figura.

 

«…vino por primera vez a mi casa el alférez Catalina Erauso, viscaína, arribada de España la víspera. Es una doncella de unos treinta y cinco a cuarenta años. Su fama había llegado hasta mí en la India Oriental» – Carta de Pietro della Valle il Pellegrino a su amigo Mario Schipano.

 

Un personaje controvertido incluso en la actualidad

 

Su fama se extendió. A pesar de su cuestionable calidad humana, el personaje fascinó y cautivó la imaginación de la sociedad barroca. Tenía aspecto más bien de eunuco que de una mujer, vestía de hombre, a la española y llevaba la espada tan bravamente como la vida, dice de ella Pellegrino.

Erauso sigue cautivando por lo controvertido y sus memorias han sido interpretadas desde una perspectiva fascista, católica, nacionalista vasca, feminista y queer. La cuestión del desplazamiento de su identidad es compleja.

El filósofo Paul B. Preciado comisarió en 2022 una exposición del dúo artístico Cabello/Carceller en el Azkuna Zentroa de Bilbao. La exposición giraba alrededor del retrato atribuido a Juan van der Hamen.

Preciado afirmaba que se trataría del primer retrato trans de la historia del arte, si no fuera porque en el barroco no existía tal categoría. Helena Cabello y Ana Carceller remitieron una carta al Ayuntamiento de Donostia solicitando un cambio de denominación para la calle Catalina de Erauso.

Argumentaban que Catalina de Erauso era una persona transexual y dado que utilizó el nombre de Antonio, la calle debería llamarse Catalina/Antonio de Erauso.

El colectivo Gipuzkoa Feminista Elkartea se opuso a la propuesta. Sólo es un ejemplo de que la identidad de la Monja Alférez sigue resultando polémica más de cuatrocientos años después de su nacimiento.

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