Vivian Suter: el arte de la naturaleza

Miriam Varela Por Miriam Varela
11 Min lectura
Más de quinientas obras de la artista suizo-argentina podrán verse en el Palacio Velázquez, ubicado en el Parque del Retiro de Madrid, hasta mediados de mayo de 2022

En la selva no existe el silencio. Ni la calma. Pocas son las ocasiones en las que la naturaleza se para. Los lienzos –sábanas– pintados por Vivian Suter (Buenos Aires, 1949) reflejan a la perfección este ambiente cambiante y poco estático.

Más de quinientas enormes obras coloristas están expuestas actualmente en la muestra que podemos ver en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro hasta el 2 de mayo de 2022. La exposición está organizada por el Museo Reina Sofía y comisariada por Manuel Borja-Villel.

En el montaje que nos propone la artista podemos ver piezas de los últimos treinta años. Las obras, sin bastidor en la mayoría de los casos, están colocadas por todo el espacio y forman una composición orgánica. Nos recuerda al abigarramiento del paisaje de la selva en la que fueron pintadas.

Los lienzos apilados en las paredes unos sobre otros no nos permiten apreciar en ocasiones las obras completas. No sabes dónde empieza un lienzo y donde acaba el otro, no sabemos dónde empieza un árbol y donde el siguiente.

 

 

 

Vista de la exposición de Vivian Suter en el Palacio de Velázquez. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Junio, 2021. Archivo fotográfico del Departamento de Prensa del Museo Reina Sofía

 

 

 

El proceso natural

 

Las paredes del palacio Velázquez del Retiro se llenan de colores y movimientos de pinceladas de brocha gorda. Algunos están colocados en armaduras de madera, en los que varias telas cuelgan paralelas y solo podemos observarlas de perfil. Otros están colocados directamente en el suelo. Los lienzos modifican el espacio y nos hacen pasear por un recorrido lleno de obstáculos.

No es de extrañar esta organización tan diferente, tan natural: el modus operandi de la artista no es otro que dejar intervenir a la naturaleza en sus pinturas.

Pinta sus grandes lienzos con manchas de color. Formas que parecen a veces las copas de los árboles, a veces troncos, volcanes o el propio lago de Panajachel en Guatemala, lugar en el que reside desde 1982. En otras ocasiones, las manchas informes solo nos recuerdan figuras más o menos geométricas.

Tras este primer paso, el establecimiento de la base, los deja a la intemperie para que la naturaleza haga su parte del trabajo.

Ella, la naturaleza, va depositando lentamente restos en los lienzos. Va modificando los trazos de la primera artista con sus propios materiales: la lluvia, el viento, las hojas y los animales. Los animales, sí. Porque en esos lienzos se posan moscas, arañas y pájaros o son pisados por los perros que pasean por la casa.

Todos aportan a «las sábanas». Todos hacen la obra, son coautores y le dan un carácter especial y único. Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que Vivian Suter pintaba sola.

 

 

 

Vista de la exposición de Vivian Suter en el Palacio de Velázquez. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Junio, 2021. Archivo fotográfico del Departamento de Prensa del Museo Reina Sofía

 

 

 

El viaje de ida y vuelta

 

La vida de Vivian Suter es un viaje de ida y vuelta. Hija de emigrantes suizos, nació en Argentina en 1949 pero volvió a Europa, de donde habían salido sus padres, para formarse en la escuela de Bellas Artes de la ciudad de Basilea.

En sus primeros cuadros, que podemos situar en torno a los años sesenta, vemos una tendencia a la mancha pero más ordenada y limpia de lo que vendrá en sus creaciones posteriores. Lienzos más comedidos, de menor tamaño que los actuales, que parecen contener lo que en la selva se desata.

También forman parte de este período fotografías y algunos collages que nos recuerdan a obras dadaístas. Con estas obras obtuvo su primera exposición individual en la galería Stampa de Basilea en 1971. Después de habitar en los circuitos del arte contemporáneo europeo y tras varias exposiciones en Suiza e Italia pausó su carrera.

En 1982 emprendió un viaje que le cambió para siempre. Un viaje de regreso al nuevo continente. Conoció Norteamérica y Centroamérica y se estableció en Panajachel: un pueblo guatemalteco al pie del lago Atlitlán de unos once mil habitantes. Es aquí donde sus lienzos se transforman. Sus obras se conviertieron en una continuidad del paisaje tropical, del ritmo, ruido y de la maraña de vegetación que mencionamos al principio de este texto.

Poco a poco la naturaleza empieza a intervenir. Tiene lugar un intercambio con el entorno natural que la rodea, la empapa y la lleva a crear de un modo más orgánico.

 

 

 

Vista de la exposición de Vivian Suter en el Palacio de Velázquez. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Junio, 2021. Archivo fotográfico del Departamento de Prensa del Museo Reina Sofía

 

 

 

La fuerza del ciclón

 

El clima tropical de Guatemala ha sido el detonante del estilo de Vivian Suter. Al igual que otros artistas encuentran un aliciente para girar completamente su estilo en el encuentro con una persona (pensemos en los cambios de estilo de Picasso con cada nueva mujer que se cruzaba en su vida), el giro final de esta autora también tuvo un nombre propio: Ágatha. Solo que esta vez no ha sido una persona, sino una tormenta.

El ciclón tropical llegó a las costas guatemaltecas en el año 2010. Lo que parecía una pequeña inclemencia meteorológica acabó convirtiéndose en las lluvias torrenciales con más mortalidad desde hacía más de una década.

La cantidad de agua dejada por Ágatha destruyó casas, inundó ciudades y, por supuesto, el estudio de la artista. Sus lienzos se empaparon, se modificaron y cambiaron el concepto de autoría. Y estuvo bien. Comenzó aquí una relación más procesual y orgánica con el arte. La artista encuentra en el azar de la naturaleza el punto final a sus representaciones.

Aunque decir final es arriesgado. Al tratarse de obras con componentes orgánicos, en realidad la transformación está siempre presente. La obra cambia y se transforma y a la vez se deteriora y poco a poco se va autodestruyendo también. El propio proceso es «fin y principio» que diría Szymborska.

 

 

 

Vista de la exposición de Vivian Suter en el Palacio de Velázquez. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Junio, 2021. Archivo fotográfico del Departamento de Prensa del Museo Reina Sofía

 

 

 

De la selva a la ciudad

 

Aunque, realmente nunca ha dejado de exponer desde aquella muestra en Basilea en 1971, ha sido a partir del 2011 cuando fue (re)descubierta por Adam Szymczyk, director de la Kunsthalle Basel, quién fascinado por el extraño proceso de creación –y la indiscutible peculiaridad de su forma de vida– la invitó a realizar una exposición en el Museo Tamayo de Ciudad de México en el año 2012.

A partir de este momento, los lienzos han salido de la selva para llevar un pedazo de esta naturaleza y su idiosincrasia a la ciudad: Kunsthalle de Basilea y Bienal de São Paulo en 2014; documenta 14 de Kassel y Atenas en 2017; Bienal de Taipei y The Power Plant de Toronto en 2018; The Art Institute de Chicago, The Institute of Contemporary Art de Boston, la Tate de Liverpool en 2019 y el Camden Art Centre de Londres en 2020, son algunos de los centros en los que han podido verse estas peculiares obras abstractas.

La figura de Vivian Suter y su particular hábitat también ha inspirado una pequeña pieza documental: The Vivian’s Garden (2017), dirigida por Rosalind Nashashibi. Se trata de una pieza intimista en la que las conversaciones entre Vivian y su madre (la también artista Elisabeth Wild) se entremezclan con planos de su casa, su jardín y sus obras. Todo bañado por los ruidos de la selva.

Comprendemos en él la relación de la artista con el entorno y vemos como sus obras se encuentran hacinadas en su taller o son movidas de un lugar a otro a través de los arboles sin ningún tipo de protección. Todo proceso deja huella, todo traslado, todo reposo.

Hoy vemos sus lienzos distribuidos por Palacio Velázquez pero quién sabe si pese a ser los mismos serán diferentes en su próxima exposición.

 

Vivian Suter podrá verse en Palacio Velázquez, ubicado en el Parque del Retiro de Madrid, hasta el 2 de mayo de 2022.

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Divulgadora cultural. Licenciada en Historia del Arte por la USC, máster en Escritura Creativa en Hotel Kafka. Cofundadora y coordinadora en La Roldana Plataforma.