José Ovejero: «Cada género me permite acercarme a la realidad de manera diferente»

Bego R. Orbezua Por Bego R. Orbezua
14 Min lectura
Una escritura nada convencional y que describe la vida misma. José Ovejero nos habla de su libro ‘Mientras estamos muertos’

Mientras estamos muertos (Páginas de Espuma, 2022) es el nuevo libro de relatos de José Ovejero (Madrid, 1958), aunque es mucho más que eso. Es un libro erigido sobre dos cuestiones acerca de los binomios memoria/imaginación e historia individual/historia social.

Estamos ante la narración de una parte de la historia de nuestro país a través de las vivencias de una familia de clase obrera. Una familia que va progresando en los asfixiantes años del tardofranquismo. Un hijo, una madre y unos animales (todos ellos expertos en fugas) y un padre a los que acompañamos a lo largo de una vida y varios cuentos.

Tensiones familiares, violencias silenciosas, deseo de huir de las limitaciones de clase, ternura y humor, todo cabe en estas páginas. Como en la vida misma y en la literatura. Mientras estamos muertos es un texto híbrido, más allá del relato y la novela, que mueve las fronteras y rompe las convenciones del género.

José Ovejero se siente cómodo navegando entre diferentes géneros. Ha escrito novela, poesía, teatro, cuento, ensayo y libros de viajes. Su obra ha sido premiada en numerosas ocasiones.

Ha ganado, entre otros, el Premio Anagrama de ensayo (La ética de la crueldad, 2012), el Alfaguara de novela (La invención del amor, 2013). Además, el Premio Setenil al mejor libro de cuentos del año con Mundo extraño (Editorial Páginas de Espuma, 2018). También es el autor del documental Vida y ficción. Es colaborador habitual de periódicos y revistas de España y de otros países.

 

 

 

José Ovejero, Mientras estamos muertos, Páginas de espuma
Cubierta del libro de José Ovejero, Mientras estamos muertos, 2022. Páginas de espuma

 

 

P. Ficción, autobiografía, memorias, autoficción, quizás autosociobiografía, ¿de qué hablamos cuando hablamos de Mientras estamos muertos? ¿Es Ramón tu segundo nombre y estamos ante una autoficción?

R. Sí, creo que es mi primer trabajo de autoficción (y sí, Ramón es mi segundo nombre). Lo que no significa que todo lo que escribo haya sucedido exactamente así, como se revela, por si no estaba claro, al final del libro. Al final se cuenta la misma historia con detalles diferentes, una en un tono intimista y la otra en uno esperpéntico.

La literatura nunca es reflejo de la realidad, como se pretendió un tiempo, sino aproximación. A eso se une que la memoria además de imperfecta, es engañosa, también mera aproximación. Y, por último, la memoria individual no existe, y tampoco me interesaría literariamente de existir.

Es cierto que esta vez he usado mucho más la experiencia personal que en mis demás libros. ¡Incluso más que en mis libros de poemas! Pero en realidad mi objetivo es, a través de esa experiencia, contar lo que nos rodea, las experiencias ajenas que comunican con la mía.

 

 

La literatura nunca es reflejo de la realidad, como se pretendió un tiempo, sino aproximación

 

 

P. Ni ajustes de cuentas, ni catarsis, ni terapia, ¿por qué has escrito este libro?

R. Cualquier respuesta que dé a esta pregunta sería una invención. No sé por qué escribo ni este ni ningún otro libro. Hay toda una serie de circunstancias que me pueden llevar a una historia u otra. Pero, en realidad, que me lance a escribir un determinado libro no tiene una explicación concreta.

Tampoco podría responder si la pregunta fuese «para qué». Es verdad que a veces respondo intentando dar sentido a lo que hago, siempre estamos buscando sentido a nuestra vida. Pero me doy cuenta de que en esas respuestas siempre hay un fingimiento.

P. ¿Piensas en alguien cuando escribes? ¿Te acecha la autocensura o el pudor durante o después de la escritura?

R. Por suerte, mientras escribo, pienso poco en que hay un mundo fuera del que estoy construyendo. Puede haber algún fogonazo de conciencia de que el texto se va a leer, de que va a tener un efecto en personas conocidas y desconocidas. Pero no me detengo mucho en ello. Tampoco siento pudor alguno en esa fase; al fin y al cabo, estoy a solas. Nadie me mira por encima del hombro ni puede saber nada de lo que pudiera avergonzarme.

Si se me plantea algún problema, es en el momento de entregar el libro a la publicación. Entonces, sobre todo en un libro como Mientras estamos muertos, sí puedo sentirme incómodo. Creo que durante el proceso de corrección no he eliminado nada que dé una imagen de mí que preferiría evitar. No me parecería honesto. Sí he emborronado en algún caso lo que afecta a otras personas, lo he vuelto menos reconocible.

¿Es eso autocensura? Siempre que me preguntan por la posible eliminación de pasajes por pudor o para no herir se utiliza esa palabra de connotaciones claramente negativas: remite a la cobardía. Hay casos en los que no es necesario herir a nadie y otros en los que no puedes decir la verdad sin hacerlo. Distinguir entre los dos me parece un ejercicio de honestidad.

 

 

Creo que durante el proceso de corrección no he eliminado nada que dé una imagen de mí que preferiría evitar. No me parecería honesto

 

 

P. Háblanos de esa maravillosa portada, no eres tú de niño, que parece que está trayendo alguna confusión. ¿De quién es la foto? ¿Quién la eligió?

R. La foto es de Dara Scully, una fotógrafa con una estética y un mundo algo siniestro que me atraen mucho. Ya había usado una foto suya en un libro de poemas, Caminar con los ojos vendados, y esta foto me fascinaba hace tiempo por su ambigüedad. ¿Hay culpa o reproche en los ojos del niño? ¿Ha matado él al pájaro o lo ha encontrado y muestra el pequeño cadáver? Se la propuse al editor y también a él le entusiasmó.

P. A lo largo de tu trayectoria literaria has tocado prácticamente todos los géneros. ¿Te quedas con alguno en particular?

R. Esta es una de las preguntas que con más frecuencia me hacen y nunca entiendo por qué se espera que elija. No quiero quedarme con un género concreto. Cada uno me permite acercarme a la realidad y expresarla de manera diferente, así que ¿por qué voy a limitarme? Ningún género es superior a otro.

 

 

Hay casos en los que no es necesario herir a nadie y otros en los que no puedes decir la verdad sin hacerlo

 

 

P. Cărtărescu en Nostalgia, Jon Bilbao en Basilisco, por citar dos autores actuales que rompen la frontera de los géneros y construyen textos híbridos que son relatos y no, y no son novelas y sí. Tu libro de relatos está un poco en esa línea, los relatos funcionan de forma independiente, pero juntos son algo más. ¿Fue algo buscado o totalmente casual?

R. Es cierto que muchos lectores y lectoras se refieren al libro como novela y a los relatos como capítulos. No solo se debe a que hay numerosos personajes que se repiten por aquí y por allá. Creo que la razón es también que sucede algo propio de la novela: el narrador evoluciona, también lo hacen los personajes de los que habla.

De todas formas, esa hibridación de géneros está cada vez más presente en lo que escribo. En mi novela Insurrección, utilizo distintas voces y tonos, se entremezclan poemas, el inicio de un cuento esperpéntico, un mini ensayo sobra las ballenas piloto…

P. El orden de los relatos es fundamental en este libro para que funcione como el texto híbrido que comentábamos antes. Se ve muy bien en Un elefante cae a la misma velocidad que una pluma y Todo lo que sucede a nuestro alrededor nos sucede a nosotros, por ejemplo. ¿Elegiste el orden después de escribirlos o salió solo durante el proceso creativo?

R. Lo habitual es que trabaje mucho la estructura de mis libros, también los de relatos. O quizá debería decir que era lo habitual. Tanto mi última novela, Humo, como Mientras estamos muertos los he ido escribiendo más o menos en lo que sería su orden definitivo. En este último caso es así, salvo el último relato, que lo había escrito antes de tener un proyecto de libro.

Me parecía bien que, después de tres o cuatro relatos que parecen indicar que todo el libro va a ser autobiográfico, y muy en la tradición del género, se diese un giro para abrirlo a relatos que parecen ajenos, también a una reflexión sobre el hecho autobiográfico, para luego cambiar el tono y las técnicas narrativas de los siguientes.

 

 

Muchos lectores y lectoras se refieren al libro como novela y a los relatos como capítulos

 

 

P. Empezar con Matar a un perro, ¿es una declaración de intenciones?

R. Sencillamente, es la primera historia que se me ocurrió o recordé, esa que me permitió ir tirando del hilo y sacar las demás. Al acabar el libro me pareció que era una buena manera de empezar porque encerraba los conflictos que luego se irían presentando.

P. En Mientras estamos muertos hay algunos relatos realmente literarios y muy bellos, como «Do you love me? (like I love you?)», «Él, ella», «Maneras de empezar una historia». ¿Cuál es tu favorito?

R. Pues creo que has nombrado los tres que más me interesan literariamente. Otros pueden ser más intensos o más divertidos o más… lo que sea. Pero en estos tres fondo y forma encajan tan bien, y quizá de maneras inesperadas, que me han dejado muy satisfecho. Si tuviese que elegir entre los tres, probablemente me quedaría con «Él, ella».

 

 

Esa hibridación de géneros está cada vez más presente en lo que escribo

 

 

P. En «Do you love me? (like I love you?)», leemos: «Déjame ser la sombra de tu sombra, la sombra de tu mano, la sombra de tu perro». Tengo que preguntártelo, ¿con qué versión de Ne me quitte pas te quedas?

R. Aunque me gusta mucho la versión de Nina Simone, me sigo quedando con la de Brel. No solo con la grabada, también con este directo, que es un absoluto exceso melodramático, pero confieso mi debilidad por él.

P. ¿Qué no te han preguntado aún en ninguna presentación ni entrevista y deseas contar?

R. La verdad es que respondo a las preguntas porque creo que debo hacerlo. Y a menudo las conversaciones con periodistas son interesantes porque me obligan a reflexionar sobre lo que escribo, pero yo no deseo contar nada. En serio, preferiría no contar nada. Dejar hablar solo al libro. Pero me temo que hoy no es posible ser un nuevo Salinger, un autor silencioso que se niega a conversar.

 

José Ovejero, Mientras estamos muertos, 2022. Páginas de espuma. 133 páginas. 16,50 €

ETIQUETAS:
Compartir este artículo