Humberto Rivas: el fotógrafo de la marginación

José A. Aristizábal Por José A. Aristizábal
13 Min lectura
La muestra de Humberto Rivas, fotógrafo que retrató las calles de Barcelona, podrá verse en la ciudad hasta finales de febrero

En estos días y hasta el 28 de febrero de 2022, se expone en la galería Imaginart de Barcelona los retratos del fotógrafo Humberto Rivas (Buenos Aires, 1937–Barcelona, 2009). Premio Nacional de Fotografía 1997, es uno de los máximos exponentes de lo que en España se conoció como fotografía creativa. Un tipo de fotografía que a finales de los setenta propugnaba por su reconocimiento como obra artística.

Desde hace más de diez años la galería Imaginart apuesta por mostrar obras o autores con un marcado carácter transgresor, pero es quizás esta una de las exposición que más recupera la auténtica línea de la galería. Humberto Rivas. La alegre marginación reúne los retratos más emblemáticos que el fotógrafo realizó del mundo nocturno de Barcelona. Prostitutas, transexuales, pero también intelectuales, escritores y artistas, protagonistas de un entorno rebelde y marginal.

En palabras de Isabel Carrero, comisaria de esta muestra: «El objetivo es mostrar las vidas de estas personas. Es un homenaje que Humberto Rivas les hizo y que desde Imaginart queremos también hacer».

 

 

 

Humberto Rivas, Sin título, 1982. Gelatina de plata sobre papel baritado. 35 x 26 cm. Archivo Humberto Rivas/VEGAP

 

 

 

La importancia de Rivas en la fotografía española

 

Humberto Rivas comenzó su andadura a principios de los años sesenta en Argentina. Inicialmente como dibujante y pintor, luego como fotógrafo. Se formó trabajando como director del departamento de fotografía del icónico Instituto Torcuato Di Tella. En 1976 vísperas al golpe de Estado, se desplazó a España. Aquí sintonizó con las expectativas de un grupo de fotógrafos interesados en trascender la idea documental de la fotografía y, en cambio, proponerla como obra de arte.

Buenos Aires era, a finales de los sesenta, una ciudad cosmopolita que, a diferencia de lo que pasaba en España, contaba con importantes influencias del arte europeo y norteamericano. Esto hizo que Rivas gozara de una información privilegiada. Cuando llegó a Barcelona, ya era una persona intelectualmente formada. En su obra, aunque incipiente en aquel momento, era posible reconocer un trasfondo literario y filosófico. Pero, sobre todo, cautivó su idea de que la fotografía debía ser entendida como un medio de expresión a la par de cualquier otro, y que para conseguirlo el fotógrafo debía comprometerse en conseguir una imagen que dijera algo de sí mismo.

 

 

 

Humberto Rivas, Mónica, 1992. Gelatina de plata sobre papel baritado. 37 x 28 cm. Archivo Humberto Rivas/VEGAP

 

 

 

Hacia la madurez

 

Los retratos de Humberto Rivas sorprendieron por su sobriedad y su excelencia técnica, en un momento en que jóvenes fotógrafos catalanes como Pere Formiguera, Manel Esclusa o Joan Fontcuberta. Guiados por la revista Nueva Lente, se interesaban por la alteración del proceso técnico, los desenfoques, la intervención y el fotomontaje, para indagar en la creación artística. La propuestas de estos fotógrafos, que habitualmente terminaban en la parodia o el absurdo, pueden ser vistas como una reacción política de lo que estaba sucediendo en España con el final de la dictadura. Sin embargo, una vez iniciada la Transición, estos postulados se vieron repetitivos y agotados.

Es cuando Humberto Rivas se aleja de la rebeldía inicial, y se abre paso a algo más maduro y consolidado, acorde también con los cambios políticos y sociales. En este sentido, uno de sus más significativos aportes consistió en liderar esa etapa de maduración. Demostrar que era posible hacer una fotografía subjetiva y personal sin rehuir de los procedimientos técnicos, sino al contrario, conociéndolos y dominándolos. De un modo magistral sus fotografías comenzaron a indagar en cuestiones universales como: el territorio, el cuerpo, la muerte y la identidad.

 

 

 

Humberto Rivas, Sin título, 1977. Gelatina de plata sobre papel baritado. 31 x 20 cm. Archivo Humberto Rivas/VEGAP

 

 

 

Un artista expresivo visto en su valor documental

 

Paradójicamente, la exposición que se lleva a cabo actualmente en la galería Imaginart reivindica una vertiente documental de su trabajo, es decir, el tema son los retratados: Violeta la Burra, Mónica del Raval, Johnson el animador de El Molino del Paralelo, entre otros; en vez de indagar en las intenciones del autor. Esta es la primera vez que sucede algo así con su obra.

Quizás, con la fotografía nos damos ciertos permisos. Pero siguiendo este principio, no debería sorprendernos, que el día de mañana los paisajes de Rivas conformen una exposición sobre la historia de los barrios de la periferia de Barcelona, lugares que fotografió durante más de una década, en vez de tratar ideas poéticas como el tiempo, el olvido, el silencio o el misterio. Lo singular no es que esto pueda suceder, como tampoco lo es que sus retratos hablen de la Barcelona marginada. Sino reducirlo solo a eso.

No hay duda que Rivas buscaba que la persona fuera lo más real posible. Prueba de ello es que sus retratos los realizaba en el estudio, aislándolos de cualquier referente, muchas veces desnudos y con una luz frontal. Así que quizás en sus fotos Violeta la Burra, sea más Violeta que nunca. Pero al mismo tiempo, el fotógrafo indagaba en una imagen profundamente sugestiva, que abriera áreas de sensación distintas a la simple representación de la persona.

Entonces, aunque estos retratos nos muestren personajes reconocibles, es preciso enmarcarlos dentro de unas intenciones mucho más amplias. Porque Humberto Rivas no era, ni quiso, ni creía posible que existiera, un fotógrafo documental. Para él, si la intención del fotógrafo no se constituía de un modo claro y preciso en el mensaje principal, simplemente la foto no servía.

 

 

 

Humberto Rivas, Violeta la burra, 1978. Gelatina de plata sobre papel baritado. 25 x 25 cm. Archivo Humberto Rivas/VEGAP

 

 

 

Su interés por el mundo marginal

 

En Rivas hay un interés real por estas personas. Prueba de ello es que durante tres décadas estuvo, de manera intermitente, recurriendo a este mundo marginal de la ciudad para llevar a cabo sus retratos. Consideraba que no debían ser vistos bajo el estigma de una condición social. Así lo manifestó refiriéndose a unas fotografías de Diane Arbus: «cierto que sus personajes pueden ser marginales en algunos casos, pero ella fue la única en prestarles atención, en aproximarse a ellos, en hacerles sentir dignos de ser fotografiados» 1.

Los sujetos que retrataba Arbus y las prostitutas y transexuales que él retrataba, hacían parte de lo diferente; Rivas quería otorgarles el respeto que socialmente se les negaba. En este sentido las intenciones del fotógrafo encuentran eco en las expectativas de la muestra.

 

 

 

En el fondo buscaba aquello en donde se manifestaba la diferencia, lo que no se puede encasillar, en un sentido profundo: la fisura.

 

 

 

Pero, por otra parte, al fotografiar este tipo de modelos accedía inevitablemente a experiencias inusuales, difíciles y sufridas que se filtraban en sus rostros. Retratos que de entrada tenían una carga diferente y esto también llamaba su atención. Porque en el fondo buscaba aquello en donde se manifestaba la diferencia, lo que no se puede encasillar, en un sentido profundo: la fisura.

El travestismo, así como todo el atuendo que les envuelve, unas veces pieles y trajes seductores, otras veces, hortalizas y butifarras, le permitía dotar a la imagen de un carácter extraño y ambiguo. El hecho que el modelo no se pueda definir a simple vista como hombre o mujer, deja al espectador en un limbo, provocando una sensación de desconcierto, a la vez que da pie a imaginar otro tipo de sensualidad.

 

 

 

Humberto Rivas, Violeta la burra y su madre, 1978. Gelatina de plata sobre papel baritado. 26 x 26 cm. Archivo Humberto Rivas/VEGAP

 

 

 

Entre la extrañeza y la ambigüedad

 

En sus retratos, conceptos como la fisura, la extrañeza y lo ambiguo, aparecen de un modo recurrente. Para lograrlo, Rivas escoge a sus modelos según sus intereses, pero también los retrata de un modo particular. Por un lado, calibra el tono de la piel en un tono marmóreo, que en ocasiones lo hace parecer un maniquí, lo que se reafirma con una mirada seria y frontal. Por otro lado, el mutismo con que asumía ciertos retratos cambia, mostrando personajes provocadores y extrovertidos. En cualquier caso, hay un rostro anclado al presente que nunca cae en la anécdota. Un interés por filtrar a través del motivo moduladas sensaciones de desconcierto y de extrañeza, que nos confirman su idea del retrato como creación plástica.

En los años sesenta sus fotos encontraron eco en la búsqueda de una sexualidad diferente, manifiesta a partir de mayo del 68. Un público joven en su mayoría, que buscaba visibilizar el cuerpo humano desde perspectivas diferentes a los desnudos publicitarios, fuertemente cuestionados y criticados desde el plano filosófico y literario.

Hoy, esas mismas fotografías nos llevan a una parte importante de la historia de la ciudad, pero también, nos recuerdan el poder de la imagen que, sin dejar de hablar de su presente inmediato, puede llevarnos a emociones y sensaciones diferentes. Quizás olvidadas o nunca experimentadas. Es la ciencia del arte, descubrir en la expresión un camino de conocimiento.

 

 

 

Vista de sala de la exposición Humberto Rivas. La alegre marginación’. Galería Imaginart, Barcelona. Foto: Salvador del Carril. Cortesía de Galeries d’Art de Catalunya (GAC).

 

 

 

‘Humberto Rivas. La alegre marginación’ podrá verse en la galería Imaginart de Barcelona hasta el 28 de febrero de 2022.

 

Notas:

 

  1. Jaume Vidal Oliveras, «La mirada de la medusa», en Humberto Rivas: El fotògraf del silenci, op. cit., p. 123
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Doctor en Historia del Arte. Actualmente es profesor externo del Máster Oficial en Análisis y Gestión del Patrimonio Artístico en la Universitat Autònoma de Barcelona.