Hablamos con la escritora, profesora y guionista Isabel Alba Rico sobre su nueva novela, ‘La ventana’
Isabel Alba Rico (Madrid, 1959) vuelve a las librerías cuatro años después de ‘La danza del sol’. Esta entrega, publicada también por Acantilado, lleva por título ‘La ventana’, uno de los incuestionables símbolos que dejó la pandemia.
Licenciada en Filosofía, Isabel es guionista, fotógrafa y feminista, algo que se percibe claramente en su escritura y la enriquece. Ha trabajado como guionista de radio, cine y televisión (La bola de cristal, Barrio Sésamo).
Desde 1994 vive en San Sebastián, donde ha formado parte de la Asociación Profesional de Guionistas de Euskal Herria, que presidió entre 1999 y 2002.
‘La ventana’ es un breve y poético libro sobre la pandemia vista desde los ojos de una ilustradora treintañera en paro. La protagonista, cuyo nombre desconocemos, observa el mundo desde la ventana de su diminuto piso de protección oficial.
Durante el principio de la pandemia, recoge en un cuaderno sus sentimientos y reflexiones mediante collages, incapaz de narrarlos de otra forma. Una vez acabado el confinamiento, observa cómo la gente retoma su vida, pero ella no puede. El dolor y el miedo han anidado en su interior.
Acompañada de Emily Dickinson y con un bellísimo estilo, el lector se desliza por sus páginas, seguramente reviviendo algún recuerdo pandémico. Expone sobre el tapete las grietas que ya tenía nuestra sociedad, pero que la pandemia exhibió del todo.
De esta manera, Isabel Alba Rico reflexiona sobre nuestras carencias individuales y colectivas. Con un gusto por la belleza y el detalle, la autora hace un duro repaso de nuestro mundo y de todo aquello que pertenece ya al pasado, a un tiempo que no volverá.
P. ¿Cómo te definirías como escritora?
R. Creo que lo que mejor te define como escritora es qué te hace escribir. En mi caso son dos cosas: una necesidad y una obsesión. La necesidad está ligada a que, si no tengo en marcha un proyecto creativo, siento mi vida vacía. Pero no siempre la cubre la escritura, a veces pinto, hago fotografías o cualquier otra actividad de carácter artístico.
En cuanto a la obsesión, y esto sí es específico de la escritura, soy una persona extraordinariamente curiosa y observadora. Esa curiosidad se centra en lo pequeño, en el detalle, es decir, en lo que habitualmente permanece invisible. Me obsesiona la idea de que si todas las cosas, situaciones, personas y sentimientos que voy descubriendo minuto a minuto, a mi alrededor, cada día, no las pongo en el papel, se perderán para siempre. Por eso tengo que escribirlas.
Mi medio de expresión ha sido siempre la literatura
P. ¿Cómo y cuándo empiezas a escribir?
R. Siempre he escrito, desde niña. Aunque mi primera novela no la publiqué hasta el año 2001, el primer cuento apareció muchos años antes, siendo muy joven, en la revista Quimera.
Me he pasado toda la vida escribiendo, trabajé durante muchos años como guionista y profesora de cine. Sin embargo, para mí el guion no era un medio de expresión sino de supervivencia. Con el trabajo de profesora tenía una relación muy vocacional, me encantaba dar clases. Pero mi medio de expresión ha sido siempre la literatura.
La mejor frase no es la más larga ni la más compleja, sino la que es capaz de sugerir y señalar algo de forma certera con muy pocas palabras
P. Eres licenciada en Filosofía, además de fotógrafa y guionista. ¿Qué aportan estas disciplinas a tu escritura?
R. La filosofía me enseñó que la imaginación, que es algo muy caótico, solo puede dar frutos cuando adquiere un orden. Gracias a la filosofía fui capaz de organizar mi caos interior. El guion me dio herramientas para no encontrarme indefensa frente al papel en blanco. Tanto el trabajo audiovisual como la fotografía han hecho que mi escritura sea muy visual, recurra a imágenes, imágenes muy concretas.
También me han enseñado que la mejor frase no es la más larga ni la más compleja, sino la que es capaz de sugerir y señalar algo de forma certera con muy pocas palabras. Eso supone un continuo proceso de reelaboración de cada línea.
Comencé ‘La ventana’ sin tener prácticamente idea de lo que iba a escribir, en ese sentido sí fue un proceso catártico
P. ¿Cuándo escribes esta novela? ¿Cómo surge? ¿Es una especie de catarsis?
R. La ventana ha seguido un proceso muy diferente a cualquiera de las anteriores. Yo siempre he trabajado mis libros en la cabeza, nunca tomo notas ni apunto nada. Pero durante meses e incluso años antes de empezar a escribir, voy elaborándolos. Cuando me siento ante el ordenador tengo una idea bastante precisa del libro, aunque luego pueda variar durante el propio proceso de escritura.
Justo antes del confinamiento estaba inmersa en una novela, pero durante aquellos días tan duros que nos tocó vivir, fui incapaz de continuar. No podía escribir. Tuve que recurrir a la pintura y al collage como herramientas creativas de supervivencia. La ventana surgió de forma repentina un año después, durante la primavera de 2021. La comencé sin tener prácticamente idea de lo que iba a escribir, en ese sentido sí fue un proceso catártico.
Nunca había escrito una novela de esta manera. Mientras iba surgiendo, yo misma me sorprendía
P. ¿Cómo fue el proceso de creación? ¿Cuánto tiempo te llevó? ¿Eres de mapa o de brújula?
R. Sin duda soy una escritora de mapa, pero eso no significa que mis novelas estén cerradas del todo al empezar a escribir. Uso el mapa como punto de partida, después dejo que mis personajes sean libres para buscar su propio camino. Eso sí, es muy raro que el título o el final cambien a lo largo de este proceso.
La ventana, ha resultado ser un libro de brújula. Nunca había escrito una novela de esta manera. Mientras iba surgiendo, yo misma me sorprendía. Soy una escritora lenta, me cuesta escribir, a veces tardo dos o tres años, incluso más, en terminar un libro. Pero en este caso sucedió lo contrario, el texto se impuso en tan sólo tres meses de dedicación continua e intensa.
Hubo, además, otro elemento novedoso para mí en el proceso de escritura. Fue el hecho de que no sólo iba introduciendo en la novela acontecimientos de 2020. También los que se producían en el 2021 según escribía, reflejados en noticias, canciones, lecturas, etc.
Mi temprano descubrimiento, siendo muy joven, de Carson McCullers fue esencial en mi vida literaria. También, posteriormente, Virginia Woolf y Marguerite Duras
P. Tu estilo, repleto de recursos poéticos, ¿de dónde viene? ¿Cuáles son tus referentes?
R. No sabría decirlo con claridad. Mis libros combinan recursos poéticos con otros descriptivos, muy visuales, creo que estos últimos proceden de mi relación con el cine. Los otros, los poéticos, aunque pueda resultar extraño, los relaciono mucho más con algunas de mis novelistas favoritas que con poetas.
Mi temprano descubrimiento, siendo muy joven, de Carson McCullers fue esencial en mi vida literaria. También, posteriormente, Virginia Woolf y Marguerite Duras. Han sido las tres autoras que más me han influido. En la actualidad, la escritora que me resulta más afín es Ali Smith. Siento las cuatro muy diferentes. Tienen en común que se permiten combinar recursos, experimentar con nuevas formas, se enfrentan al texto con valentía y ganas de crear algo nuevo. Eso me estimula mucho.
Cuando escribí la novela, aunque la visualizaba nítidamente, no pude darle un nombre, todos me resultaban incómodos
P. La protagonista de La ventana no tiene nombre. ¿A qué se debe?
R. Cuando escribí la novela, aunque la visualizaba nítidamente, no pude darle un nombre, todos me resultaban incómodos, ajenos a ella, así que se quedó en «ella». Analizándolo después, pienso que tal vez no quise que fuera nadie en particular. Que «ella» representara a todas aquellas personas que han quedado invisibilizadas durante esta pandemia.
Individualmente no hemos salido ni mejores ni peores. Hemos salido dañadas y dañados
P. Tocas muchos temas que se vivieron durante el confinamiento: la soledad, el miedo, la pérdida de seres queridos, la salud física y mental, etc. ¿Cómo lo ves ahora con perspectiva? ¿Hemos salido mejores?
R. No, creo que no. Individualmente no hemos salido ni mejores ni peores. Hemos salido dañadas y dañados, tanto quienes son conscientes del sufrimiento padecido como quienes, por puro instinto de supervivencia, han intentado borrarlo o negárselo.
Colectivamente se ha perdido una oportunidad de construir una sociedad futura mejor. La pandemia dejó a la vista todas las grietas del sistema. En lugar de mejorar lo que estaba fallando, fortalecer la sanidad pública, avanzar en derechos sociales, se ha profundizado en la destrucción del bienestar común y de los servicios públicos.
Colectivamente se ha perdido una oportunidad de construir una sociedad futura mejor
P. ¿Estás trabajando en algún texto ahora?
R. Sí, estoy terminando la novela que dejé a medias en 2019. Está siendo un proceso costoso porque el mundo de entonces y el de hoy ya no tienen nada que ver. Da vértigo pensar cuánto ha cambiado todo, y cuánto hemos cambiado, en tan poco tiempo.
P. ¿Qué estás leyendo ahora mismo?
R. Acabo de terminar Lengua ajena de Julia Rendón Abrahamson y estoy inmersa en Gallinas de Jackie Polzin. Ambos interesantes. Me gustan las novelas que me llevan más allá del texto. Las que me fuerzan a hacerme preguntas, que me obligan a cambiar de perspectiva, o incluso a descubrir otras nuevas. Y hace ya varios años que me sucede mucho más a menudo con escritoras que con escritores. Por eso, leo principalmente autoras.
Isabel Alba Rico, La ventana, 2022. Acantilado. 128 páginas. 14 €