‘Lectura fácil’: sobre elefantes y caballos o cómo escribir sin hacer literatura

Carla Carbatti Por Carla Carbatti
9 Min lectura
La obra ha sido galardonada con el 38º Premio Herralde de Novela

 

(…) por cierto, literatura es una palabra detestable – está fuera del acto de escribir.
Clarice Lispector

Motivos no faltan para que el último Premio Herralde de novela fuese otorgado al inclasificable Lectura fácil de Cristina Morales. Por todos los aspectos que se mire, ella consigue romper los cánones y ofrecer una obra no sólo novedosa sino radicalmente politizada, combativa, llena de sentido de humor, deseo y ternura.

La voz narrativa, por ejemplo, se organiza alrededor de cuatro parientas que comparten un piso tutelado y tienen “discapacidad intelectual”. La terminología médica que es problematizada al largo del texto, constituye, creo yo, la clave del libro: poner de manifiesto que la capacidad no es más que asimilación y sumisión a las normas, mejor dicho, que la idea de normalidad es un dispositivo de control social.

Angels, obesa, tartamuda y con menor grado de disfunción, se nos da a conocer su historia mediante una autobiografía redactada de acuerdo con las normas de la lectura fácil, una técnica de escritura para hacer comprensible cualquier texto, supuestamente complejo, siguiendo una serie de pautas simplificadoras del lenguaje, tipificadas en las directrices internacionales de Inclusion Europe y La Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecas e Instituciones, convertida en ley en 31 de octubre por el Parlament de Catalunya.

Morales, en uno de los trechos más brillantes del libro, ridiculiza el paternalismo y asistencialismo de ese procedimiento llevando sus reglas hasta las últimas consecuencias, cuando Angels es convocada a declarar en el proceso de solicitud de autorización para la esterilización de su prima Marga, y antes de responder a las preguntas hechas por la jueza, le pregunta si todo lo que diga se va a escribir en lectura fácil. La jueza no sabe qué es lectura fácil, de modo que la declarante se lo explica usando la metodología de lectura fácil atrapándola en un enmarañado de explicaciones inútiles.

Marga, es hiperactiva sexual, participa y pide ayuda, en un determinado momento, a un grupo okupa para la okupación de un piso en Barcelona. Acompañando tal proceso, Cristina Morales denuncia toda la burocracia, incluso prejuicios, en el interior de las prácticas libertarias, alertándonos que ningún movimiento o sujeto está exento de convertirse, como dijo Foucault, en burócratas de la revolución y funcionarios de la Verdad 1.

Patri nos llega a través de las actas que recogen sus declaraciones ante la jueza encargada de dictaminar sobre la esterilización de Marga. Nati, cuya discapacidad le sobrevino cuando estaba a punto de doctorarse, es la más discapacitada de las cuatro e igualmente la más ácida. Contestadora radical y sin concesiones, reivindica la emancipación total de los cuerpos, acciones y pensamientos, regalándonos críticas incisivas no ya a los retrógrados, sino a los bien comportados progresistas y sus cartillas moralistas y casposas. De su boca salen las acusaciones más contundentes del libro: facha, macha, facha macha, facha de izquierda, etc.

Sin embargo, la diversidad de registros que presenta el texto, no se limita a las voces de las protagonistas; se potencializa con la inclusión de fanzines anarquistas, críticas de películas, como por ejemplo, Yo, también quiero ser un macho de Patxi Pereda (el título original es Yo, también), análisis rigurosa de una entrevista a Juan Soto Ivars y un artículo de Carolin Emcke que evidencia la ideología liberal y patriarcal que sustenta sus discursos.

Por todo eso, Cristina Morales se merece todos los premios, en caso de que eso importe, salvo, como ella misma argumenta, lograr escapar del mercado laboral. No obstante, lo que me desasosiega es cómo un libro tan disidente, antisistema, manifiestamente anarquista alcanzará atravesar el mercado cultural sin dejarse atrapar o postular una referencia de cultura-valor, un patrón de traducibilidad, esto es, seguir afirmándose como disidencia e intraducibilidad. ¿Como alcanzará a extraer de aquello que llamamos cultura las ideas cuya fuerza viviente es idéntica a la fuerza del hambre? 2

En el IX Encuentro El País|Librotea: Todos los feminismos, El feminismo, que tuvo lugar en Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Callao, la escritora comenta, provocando risas nerviosas de los presentes: «es un acto excepcional para mí estar aquí, porque es la primera vez que vengo al Cortes Inglés a vender libros y no a robarlos (…) hablar de feminismo y literatura en El Corte Inglés tiene para mí una particularidad, es el orden de lo excepcional y no se puede no obviar que hay un elefante en la sala que es la propia sala».

Es un elefante porque, como ha dicho la propia Morales, las 6 plantas abajo están dedicadas a la venta de ropas, perfumería, comidas, etc., El Corte Inglés es un lugar dedicado al consumismo, de manera que, ella concluye: «estoy convencida de que el feminismo y la literatura que apela o está politizada en el sentido feminista es consciente de las condiciones materiales de su producción; creo que esta charla también responde a unas condiciones materiales, el lugar en que se produce».

Efectivamente, no se puede no obviar, teniendo en cuenta el lugar donde se produce el libro: una empresa cultural, que él es una mercancía que se vende en El Corte Inglés, en las ferias, en las librerías (en este sentido, se difunde cultura exactamente igual que Desigual, Dolce Gabbana, o cualquier otra cosa); no se puede no obviar que el libro es un producto cultural y la cultura, en tanto esfera autónoma, alejada, por lo tanto, de la vida, sólo existe en el nivel de los mercados de poder, de los mercados económicos; que la cultura produce individuos normalizados, articulados según sistemas jerárquicos, de valores y de sumisión. En definitiva, la cultura, como dijo Rafael Sánchez Ferlosio, es una herramienta de control social. ¿Cómo, entonces, rechazar todos esos modos de codificación preestablecidos, todos los modos de manipulación y dominio para construir modos de sensibilidad, creación y relación que produzcan singularidades (re)conectadas con la vida? ¿Cómo escribir sin hacer literatura?

El libro de Morales nos da una pista. Fijaos si los capacitados son aquellos que se sometieron a la normalización; los incapacitados, los que no se sometieron a la normalización, son los insumisos; o sea, la insurrección –el hambre, el deseo, fuerzas sin conciliación, fuerzas delirantes que atraviesan la escritura convirtiéndola en una fuga que escapa a su propia formalización– pasa por hacer ilegible los enunciados del negocio cultural, desaprender a leer y hablar el idioma del poder.

Tartamudear como hace Angels, o como hace la propia autora que en las entrevistas y charlas que participa, critica los modos de producción de la literatura generando un ruido, un grito (y quien grita no habla ninguna lengua, sino arroja la lengua a su punto de suspensión) en el interior del circuito del sistema literario. En este sentido, sí la sala del El Corte Inglés (y otros mercados de cambio de productos culturales) o mismo el sello Anagrama son un elefante en su obra; su obra es un Caballo de Troya infiltrado en los equipamientos y medios culturales.

 

Cristina Morales, Lectura Fácil, Anagrama, 2018. 424 páginas. 19,90€

 

  1. FOUCAULT, M. (2000): “Anti-Edipo: una introducción a una vida no-fascista” originalmente en DELEUZE, G. Y GUATTARI, F. (2000) Anti-Oedipus: Capitalism and Squizophrenia, University of Minnesota Press.
  2. ARTAUD, A. (2001): El teatro y su doble, Edhasa.
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Doctora en Estudios de la Literatura y de la Cultura por la Universidad de Santiago de Compostela. Autora del poemario 'Na cadência do caos' (Urutau, 2016).