Arthur Schopenhauer: correspondencia y humanidad

David Lorenzo Cardiel David Lorenzo Cardiel
11 Min Lectura
En ‘Correspondencia escogida’ nos adentramos en la vida íntima y familiar del filósofo Arthur Schopenhauer

Hablar del filósofo Arthur Schopenhauer (Dazig ,1788–Fráncfort, 1860) significa adentrarse en el alma misma del pensamiento, de acariciar las entrañas de la filosofía.

No sólo por las implicaciones que su obra ha tenido para la posteridad. El filósofo alemán vivió (cómo no) tiempos convulsos para Europa y los estados alemanes.

Asimismo, y de ánimo pesimista ya por naturaleza –las cartas de su madre así lo revelan–, buscó respuestas, o nuevas preguntas, más allá de occidente. Lo hizo con ironía, desparpajo y con una brillantez inaudita.

El mejor Schopenhauer es, en mi consideración y como suele suceder con todo autor, el que deambula por sus más breves escritos. La mirada despojada del deseo de dejar un legado pomposo suele conducir a la sinceridad, y la sinceridad, al enriquecimiento de quien lo lee.

De esta manera, si no lo ha hecho ya, recomiendo al lector sumergirse en su serie El arte de…. Desde sobre cómo envejecer hasta cómo tratar a las mujeres, cómo insultar, cómo ser feliz y el imprescindible sobre cómo tener razón.

Leer a Schopenhauer es como mezclar a Cicerón, Voltaire y Søren Kierkegaard, con la brevedad y la concisión de estoicos como Séneca el Joven. Tanto el versado como el profano se enfrentan al placer de una lectura que jamás les dejará indiferentes.

Sin embargo, el más personal de sus libros, el que revela el contexto en el que se tejió su filosofía, es su Correspondencia. Editorial Acantilado publica en castellano Correspondencia escogida (1799-1860), donde se recopilan setecientas sesenta y seis páginas de diversas cartas de diversos periodos vitales.

¿Qué se esconde tras las candilejas de este libro atractivo y singular?

 

 

 

Retrato de Arthur Schopenhauer, por Ludwig Sigismund Ruhl, 1815

 

 

 

Juventud y familia

 

Lo primero que el lector se encuentra al hacerse con el libro es un ejemplar voluminoso, pero no por ello incómodo. En este caso, la edición en tapa blanda es un acierto. La lectura se hace soportable, se amolda a las necesidades de cada lector.

También considero un detalle agradable que a los libros de autores preeminentes se les dote de pocos textos auxiliares. Es, de nuevo, el caso.

El doctor en Filosofía Luis Fernando Moreno es el traductor de la correspondencia del filósofo de Gdansk y el artífice del prólogo. Esta es la única pieza ajena que aparece en el libro.

Yendo al contenido, las primeras cartas reunidas están fechadas en 1799, cuando el pensador alemán tenía once años.

Se trata de una correspondencia casi unilateral: sus padres, Heinrich y Johanna, vigilaron de cerca la educación que recibía su hijo en Inglaterra.

El joven Schopenhauer ya presentaba su genio pesimista y una incipiente ironía. Estos rasgos perturbaron a sus padres, que no dudaron en manifestar su disgusto, mientras le exigieron dedicación hacia el estudio de idiomas.

Si bien la correspondencia familiar se mantuvo a lo largo de su vida fue especialmente intensa en la juventud del filósofo. Con la muerte de su padre y tras alcanzar su madurez, la relación con su madre quebró. Ella le reprochaba su pesimismo; él no terminaba de encajar en el tapiz social de su progenitora.

 

 

 

Schopenhauer
Retrato de Arthur Schopenhauer de 1845. Daguerrotipo

 

 

 

Dificultad y prosperidad

 

Heinrich Schopenhauer falleció en 1805. Johanna y Adele, hermana del erudito alemán, depositaron la fortuna familiar en manos de la banca Muhl.

En 1819, el banco quebró y las dos mujeres aceptaron recuperar el 30% de sus bienes, la cantidad por la que podía responder la entidad.

Pero el filósofo se negó a aceptar un trato semejante. Los sibilinos intentos de persuasión de la banca fracasaron: cuando volvió a contar con capital, Schopenhauer exigió la totalidad de su dinero, recuperándolo por completo.

Este hecho demuestra cómo enfrentó la adversidad la dividida familia Schopenhauer. La vida adulta del filósofo alemán se curtió en una Europa consumida por las guerras napoleónicas y la inestabilidad de una nueva era.

El Estado burgués se alzaba imparable. La revolución recorría, susurrante, las calles de las urbes de todo el viejo continente. Y en medio de ese caos llegó una de las grandes obras del pensador alemán: El mundo como voluntad y representación.

La correspondencia de madurez resulta muy curiosa y rica. Por un lado, por la cantidad de personajes que desfilan en las cartas, desde amistades y familiares hasta personas desconocidas y alguna amante.

Pero, ante todo, por los recovecos de su vida diaria. En las cartas aparece un Schopenhauer fascinado por autores como Goethe o Fichte, de quien tomó clases de este último.

Schopenhauer fue un joven inquieto que cambió los estudios de Economía por los de Medicina, y éstos por las clases de Filosofía.

El mundo como voluntad y representación fue la gran obra en la que depositó sus esperanzas. La ilusión que aparece reflejada en las cartas se enfrenta a su desilusión ante el fracaso en ventas y en alcance del público.

Mientras tanto, su rival, Hegel, se convertía en el filósofo por excelencia de Alemania.

 

 

 

Retrato de Schopenhauer coloreado. J. Schäfer, 1859

 

 

 

Éxito, vida sencilla y senectud

 

Finalmente, el filósofo prusiano acabó por instalarse en Fráncfort huyendo de una epidemia de cólera. Allí pasaría los últimos 28 años de su vida.

La correspondencia de este periodo es, quizá, la más dialogante de todas las etapas. Por un lado, aparece un Schopenhauer más sereno, doblegado, probablemente, por su fracaso.

Se centró en cultivar el placer erudito y por la vida apacible, haciendo gala plena de su carácter misántropo y crítico.

Es en este periodo cuando escribe con mayor libertad. Y también cuando se dedica a sumergirse con mayor entusiasmo en el estudio del budismo y el brahmanismo, de la tradición oriental y asiática.

Más próximo al mundo alemán fue su entrega al aragonés Baltasar Gracián, a quien llegó a considerar su maestro. Oráculo manual de la prudencia y El Criticón aparecen en las páginas nombradas como algunas de sus obras de cabecera. De hecho, para poderlas leer y traducir Schopenhauer aprendió castellano. Su mirada filosófica y su destreza literaria aún se curtió más de la mano de este esfuerzo intelectual.

La correspondencia seleccionada nos permite acompañar al autor en su época más libertina, cuando escribió con mayor placer y sin esperar grandes recompensas.

Igualmente, sus logros al presentar trabajos a distintos premios en países como Suecia y obtener gratos resultados.

No obstante, su trabajo, su karma, le daría un grato resultado con su obra Parerga y Paralipómena. Él mismo los subtituló como «escritos filosóficos menores», pero resultaron los más agradables para el lector medio.

La clave aparente, la brevedad, al estilo de Gracián, de Marcial, de Marco Aurelio. La verdadera, la profundidad que obliga la práctica del aforismo, no al alcance de cualquiera.

Con esta mordaz y afilada obra obtuvo, por fin, la atención necesaria que merecían el resto de sus anteriores libros.

 

 

 

Arthur Schopenhauer - Correspondencia escogida
Cubierta del libro

 

 

 

Un retrato íntimo y familiar

 

Para quienes nos hemos embebido con fruición en la obra de Schopenhauer, Correspondencia escogida ofrece un encuentro único.

De alguna manera es imposible no sentirse un intruso en la vida ya no de una persona, sino de una familia. Se trata del tributo a pagar al leer las cartas de una persona, viva o muerta, célebre o desconocida para el público general.

Toda obra literaria, incluida la filosófica, es íntima por naturaleza. ¿Cómo no van a serlo las cartas que se escribieron no con afán de recopilarse, sino de que se desapareciesen una vez leídas?

Considero que Correspondencia escogida resultará de gran agrado también al lector que no desee encaminarse por demasiados vericuetos del pensamiento. Ante ustedes palpitan unos textos accesibles a cualquier persona alfabetizada, con un nivel de estudios básico y que sepa balbucear al menos la lengua española.

Además, la selección y traducción de Luis Fernando Moreno resulta acertada e impecable, en un orden cronológico que aporta una definitiva pulcritud al texto final.

Y, ante todo, es un libro que aporta placer, que es lo que debe aportar toda clase de obra escrita. La edición de Acantilado es perfecta, en alta calidad y mesurada, lo que aún facilita más una experiencia cautivadora.

Disfrutarán, se entretendrán y conocerán mejor a una de las grandes mentes de la historia universal. No se pierdan este exquisito libro que, sin la menor duda, no podrán dejar de leer.

 

 

Arthur Schopenhauer, Correspondencia escogida (1799-1860), 2022. Acantilado. Edición, notas y traducción de Luis Fernando Moreno Claros. 832 páginas. 34 €

 

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Filósofo y escritor. Columnista y crítico literario. A través de sus libros y artículos compagina reflexión y pensamiento desde una mirada filosófica y crítica.