La alucinante obra del artista japonés refleja los grandes cambios culturales en la historia de Japón
Cuando vi por primera vez la obra de Keiichi Tanaami no pude más que impresionarme y dejarme llevar por la sobreinformación con el respeto que se merece. Ver sus cuadros es casi como leer un libro. Caóticos disparadores de preguntas, absolutamente alucinantes. ¿Qué le ha pasado a este chico?
Keiichi Tanaami nació en 1936 en el barrio de Kyōbashi en Tokio, en plena Segunda Guerra Mundial. Su infancia ha sido marcada por el bombardeo de Tokio que empezó en 1942 y forzó a que su familia se desplazara a la casa de su abuelo en el distrito de Meguro.
Desde allí, hasta el final de la guerra en el 45, Tanaami ha sido testigo de la brutal masacre provocada por los aliados en más de un centenar de bombardeos. Ese era el principio de la respuesta a mi pregunta.

Aviones americanos en el cielo, la ciudad en llamas, caos y destrucción por todas partes. El entorno ha contribuido mucho para que su trabajo fuera así, pero el observador también ha tenido que poner de su parte.
Tanaami cuenta que las luces de las bombas hacían reflejar a un pez dorado deformado que tenía su abuelo en un tanque. Esa imagen, acompañada de la experiencia de la guerra, ha quedado marcada para la toda la vida como una ilusión más intensa que cualquiera de sus alucinaciones.

Tanaami considera que su iniciación en el mundo del arte también está relacionada a esta etapa de la infancia. En una ciudad totalmente destrozada, los espectáculos de kamishibai –muy populares en los años 20 y que consistían en historias contadas a través de ilustraciones muy detalladas que se iban cambiando en una caja– le dieron la vida. El pequeño Keiichi Tanaami esperaría por horas para poder sentarse en primera fila junto con otros niños.

La cultura de los vencedores acabó por sobreponerse. En los años posteriores, Tanaami frecuentó a diario un cine donde tan solo ponían pelis B americanas. La imagen, la ilusión y la ficción han sido sus verdaderos refugios en aquella etapa, y quedan reflejadas hasta hoy en su obra más reciente.
El joven Tanaami decidió contrariar a sus padres y estudiar arte. Su vida profesional empezó a despegar ganando concursos, trabajando para revistas y agencias de publicidad, y vinculándose posteriormente al movimiento neodadaísta japonés en los años sesenta sobre todo en lo que a la juerga se refiere.
Para él eso ha sido una verdadera liberación estética. La influencia del neodadaísmo era el polo opuesto al arte comercial al que se estaba dedicando y que siguió haciendo mella en su trabajo: los cómics americanos, el Pop Art, el manga, los iconos de la música y del cine.

Las animaciones y las películas vinieron a fines de los sesenta y en la década de los setenta. Entre las películas experimentales, el debut en la dirección de cine y animaciones pop de temática erótica, todo indica que el Tanaami adulto se lo ha pasado muy bien.
En los ochenta, su estilo de vida ha pasado factura y estuvo hospitalizado debido a una inflamación en los pulmones; gracias a la medicación, el artista ha sufrido alucinaciones diarias. Según él, todo eso se ha convertido en una gran fuente de inspiración y energía para seguir siendo creativo.

Las exposiciones en solitario empezaron en los años noventa por todo Japón. En 2006, el artista es finalmente introducido en el circuito internacional de Bellas Artes.
De ahí en adelante, acompañamos una obra marcada por una intensa experiencia de vida: la obsesión con los sueños, la batalla entre la vida y la muerte, las imágenes caóticas tan destructivas cuanto libertadoras, la imaginación de lo real y la realidad de la imaginación. El capitalismo entrando para quedarse sin apenas resistencia. Todo eso es Keiichi Tanaami.
https://www.youtube.com/watch?v=Cyp60lG0_bE





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