El escultor gallego nos habla de la evolución de su trabajo, sus pasiones y proyectos de futuro
Jose Perozo (Vigo, 1978) acaba de presentar su última exposición “Bastións II” en el Círculo de Empresarios de Galicia. Nos encontramos con él y su colaboradora Sandra Lesta en su casa-taller de Santiago de Compostela. Allí descubro una de sus grandes aficiones secretas: los puzzles. Grandes reproducciones de más de 5000 piezas de “La joven de la perla”, “El jardín de las delicias”, “El Guernica”, “La Gioconda” y otros grandes clásicos de la historia del arte adornan las paredes. Es como si un gran museo hubiera estallado en mil pedacitos y alguien como mucha maña y paciencia volviera a reconstruir todas las obras cachito a cachito.
En el taller descansan varias de sus esculturas tras su paso por Vigo. En la mesa de trabajo hay lo que de momento parece un tosco tronco puntiagudo. Un futuro “bastión” en estado embrionario. Estrafalarios objetos de viejas escenografías ayudan a darle al lugar un cariz todavía más surrealista. Mientras tomamos un café y charlamos, el gato Maus, negro como el azabache, pasea con indiferencia entre los gigantes de madera.
P. ¿Cuándo descubriste tu vocación de escultor?
R. Pues ya de chaval, cuando vivía en Vigo, me encantaba tallar palitos y limar la corteza de pino contra el cemento para hacer formas. Aunque realmente lo que más me gustaba era dibujar. Por eso decidí meterme en bachillerato artístico. Después estudié escultura en la Mestre Mateo.
P. ¿Cómo fueron esos años de formación en la escuela de artes?
R. Mi año fue un poco complicado porque justo me tocó el cambio en el plan de estudios. Pasaron de ser 5 años a 2 años en los que dabas todo: policromía, modelado, dibujo, madera, piedra, metal… Ahora creo que está más enfocado a la creatividad pero de aquellas te decían «tú vienes aquí a aprender la técnica no a hacer tus flipadas» [risas]. Pero fue bueno ir. Aprender la técnica es necesario.
P. ¿Cómo fueron los inicios profesionales?
R. Empecé a hacer escenografía para teatro. Mi hermana estaba en un grupo de teatro aficionado y empecé a ayudarle con los decorados. Después ya pasé a cosas más profesionales en la tele y el cine con una empresa que se llama Escenoset. Allí hice decorados para cine, teatro y tele, pero ya antes los había hecho por mi cuenta. Hace unos años decidí dar un giro y empezar a crear mi propia obra escultórica.
P. Dentro del mundo de la escenografía, ¿cuál sería tu proyecto ideal?
R. Lo que me gusta del teatro es que es más fantástico que el cine. Hay más libertad creativa porque no tiene que ser realista. En el cine me encantaría hacer una peli de Tim Burton o una peli de animación stopmotion. ¡Eso sería la caña!
P. Con tu primera exposición Bastións I publicaste también un libro de ilustraciones con textos de Sandra Lesta. ¿Cómo se gestó este proyecto?
R. Pues primero se crearon la esculturas y Sandra comenzó a escribir textos inspirada por ellas. Textos fantásticos sobre historias que pasaban dentro de ellas. Apareció una editora que se interesó en el proyecto y al principio pensamos en meter fotografías de las esculturas, pero al final optamos por las ilustraciones que son menos frías.
P. ¿Cómo es el proceso de creación de una escultura? ¿Es tan fácil como decía Miguel Ángel? “Solo hay que que quitar el mármol que sobra…”
R. Ya molaba subirse a un bloque de cuatro metros y sacar el David a ojo [risas]. No, yo suelo partir de alguna imagen que veo pero el resultado final nunca es idéntico. La propia pieza a medida que la vas haciendo te va guiando hacia el resultado final.
P. ¿Cuánto tiempo puedes llegar a dedicarle a una obra?
R. Pues mira, lo tengo todo anotado ahí en aquel corcho. Una pieza grande, hablando de horas reales de trabajo sobre la pieza, pueden ser 170/180 horas fácilmente.
P. ¿Y cuánto pueden llegar a costar?
R. Las piezas pequeñas que suelen ser de cerámica rondan los 500 euros más o menos y las más grande y cara que tengo ahora mismo vale 4200. Están un poco en ese rango.
P. Tal y como está el mercado, ¿es posible vivir del arte?
R. A mí de momento no me va mal [risas]. La primera exposición fue muy bien y me dio para dedicarme por completo a preparar al siguiente. Sí que es cierto que a veces hago trabajos puntuales de escenografía u otras cosas para complementar pero de momento, aunque es complicado, me voy manteniendo. Tampoco llevo mucho. Llevo dos años centrado en esto, así que es pronto para decir nada.
P. ¿Cuáles son tus principales influencias? Sueles nombrar a Baricco y Miyazaki. También se puede adivinar a Escher…
R. Sí, hay algo de Escher también sobre todo en el tema de las escaleras. A Baricco suelo nombrarlo porque una de mis primeras obras se llama Almayer que era el nombre de una posada de Oceáno Mar, un libro de Baricco que me gustó mucho en su día. Y también hubo otra pieza que se llamó Miyazaki porque me recordaba mucho al tema del Zeppelin, el castillo en el cielo y toda esa historia. Pero también hay mucho de la arquitectura de Hundertwasser, Gaudí, la Capadocia, las casas colgadas de Cuenca… Siempre me fascinaron ese tipo de arquitecturas peculiares. Me encanta también Magritte, quizás no hay nada tangible de Magritte en mis esculturas pero creo que sí está ahí el ambiente, la idea de fondo. Bernini, Louise Bourgeois, Rebecca Horn, Anthony Gormley, Bruno Walpoth… Se me ocurren algunos más pero supongo que no hacen falta [risas].
P. Una cosa que me encanta de la escultura es la posibilidad de usar materiales con historia. Creo que para algunas de tus obras usaste vigas de “A casa encantada”, la mítica casa okupa de Santiago de Compostela…
R. Ese fue el principio de la exposición de Bastións I. Los cuatros primeros Bastiones están hechos con esas vigas. Yo iba bastante “A casa encantada” tanto a las fiestas como a hacer talleres. Cuando la tiraron en 2003 conseguí unas vigas. Son vigas con mucha historia porque aquella casa era muy vieja. Igual tenía 100 o 200 años…
P. ¿Qué evolución ha habido de Bastións I a Bastións II?
R. Realmente es una continuación. Hice la primera exposición y con las piezas que sobraron, 7 de las 24 que había, decidí seguir explotando esa línea de trabajo porque me parecía que todavía me quedaban cosas por hacer. De hecho la próxima exposición probablemente sea Bastións III.
P. ¿De dónde viene Bastións? ¿Por qué ese concepto?
R. Pues fue una palabra que se le ocurrió a Sandra, cuando escribió los textos para el libro, creo que lo dijo porque una de las obras le recordaba al Bastión de Tormentas de Juego de Tronos. Me gustó la palabra porque tiene una carga de significado. El bastión es como un lugar en el que te guareces de tus debilidades, como una especie de exoesqueleto, me pareció que tenía mucho que ver con lo que yo estaba haciendo. Suena un poco petardo decirlo así pero por ahí va la cosa [risas].
Antes de despedirnos Jose me cuenta que muy pronto podrán verse sus nuevos Bastións en la Casa das Peritas (Fisterra), Lugo y Ourense. Además ha sido seleccionado para la beca de residencia artística Eugenio Granell donde piensa desarrollar una nueva línea de trabajo. Parece que 2019 será un gran año.
Puedes ver más obras de Jose Perozo en su página web o en su perfil de Instagram.