La obsesión cristiana en ‘True Detective’: ¿qué busca un Detective de (la) Verdad?

José Luis Vila Por José Luis Vila
13 Min lectura
En la serie, ideas claves del cristianismo y su simbología vertebran el guión y su estética

Hay crucifijos en las paredes de las casas de True Detective. Casi nadie habla de ellos, pero ahí están, como las panorámicas del paisaje de Louisiana o Arkansas (protagonistas también silenciosas de la primera y tercera temporada, únicas de las que hablaremos). Dos atmósferas: interior-crucifijo y exterior-panorámica; un único terror generalizado: el sur de Estados Unidos.

Sur cristiano, pedófilo, pobre, racista, machista, homófobo, corrupto, paleto, incestuoso y atrasado. Paisajes, banda sonora y lentos zoom in y zoom out lo atestiguan: una desgracia habita esas tierras. No la trama pedófilo-satánica o el secuestro y tráfico de niños: ese sur es la gran desgracia. «Es como si la gente de aquí ni siquiera supiera que existe el mundo exterior«, dice Rust Cohle (Matthew McConaughey) a los 14 minutos de la serie.

 

True Detective, 1ª temporada, capítulo 1

 

Sondear territorios que anuncian tanta mierda truculenta demanda una buena cantidad de esfuerzo. Demanda que alguien se hunda hasta la garganta recorriendo carreteras que bordean pantanos, párquines de caravanas, chatarrerías, iglesias abandonadas, fábricas, bares de carretera, desguaces, jardines de colegios o conventos. Todos ellos sumidos en la misma pobreza en la que creció Nic Pizzolatto, creador de la serie, y con el mismo ambiente irrespirable sedimentado a lo largo de los años. Demanda alguien capaz de coger aire allí, un tipo muy particular de investigador: el True Detective. Rust Cohle en la primera temporada, Wayne Hays en la tercera (Mahersala Ali). La serie cuenta cómo entregan sus vidas a una búsqueda que les arrastra y a la que arrastran con ellos a quien se les ponga por delante.

 

True Detective, 3ª temporada, capítulo 1

 

La búsqueda obsesiva de la verdad es el nervio central de True Detective. En un escrito reciente comenté otra búsqueda, aunque distinta, vinculada a los procesos judiciales. Allí se trataba de hurgar en la «verdad interior», de profundizar en las consecuencias de confesarse uno mismo culpable. El problema de Brendan Dassey en Making a Murderer ponía a jugar otras cartas, pero su fondo es parecido al de las paredes y otros rincones inopinados del sur de Estados Unidos. Se trata de buscar la verdad, de buscarla de verdad: no hay True Detective sin esto.

Es una búsqueda cristiana. No solo por la actitud obsesiva ya mencionada, sino también por el papel de los niños en la narración. Ellos son la bisagra religiosa que divide los dos tipos de cristianismo en los que ahonda la trama. En la primera y tercera temporada sobrevuelan la pedofilia, los secuestros y los abusos. Mediante ellos Pizzolatto hace una crítica salvaje al cristianismo sureño apuntando a la corrupción policial y política. La «clase alta» se dedica, literalmente, a follar, secuestrar y matar a los hijos de la población del sur. Esta es la parte terrible e insoportable de ese cristianismo, pero aún así hay otra que no se explicita ni critica, el otro lado de la bisagra, la que probablemente cuajó en la infancia de un Pizzolatto criado en Nueva Orleans e hijo de una familia católica italiana.

 

 

True Detective, Introdución de la 1ª temporada

 

Rust Cohle atraviesa en la primera temporada todas las jodiendas habidas y por haber (peleas, alucinaciones, tiroteos en plano secuencia, recuerdos atormentados de su hija muerta…) hasta «iluminarse». Su pesimismo se esfuma y comprueba, contemplando el cielo, que la luz está ganando a la oscuridad. La primera temporada de True Detective tiene muchos atractivos, pero uno de ellos, que toca los resortes emocionales profundos del espectador, es el ascenso de su protagonista desde las tinieblas a la luz. Cohle-McConaughey experimenta la redención.

Pizzolatto no nos lo tira a la cara cada cinco minutos, pero la crisis interna no deja de asomarse: «¿Cuál crees que es el coeficiente intelectual medio de esta gente? (…) Veo una propensión a la obesidad, a la pobreza, unas ganas enormes de cuentos de hadas, gente metiendo el poco dinero que tiene en cestos de mimbre que pasan de uno a otro (…). ¿Qué puede decirse de una vida en la que tienes que contarte historias que violan todas las leyes del universo solo para superar cada maldito día?«. Marty Hart (Woody Harrelson) responde a Cohle-McConaughey: «Cuando empiezas a hablar de ese modo pareces angustiado«. Y plano a la cara de Cohle. Como si escondiese algo, como si sus análisis punzantes, fríos y asépticamente ateos estuviesen empapados de amargura existencial.

 

True Detective, 1ª temporada, capítulo 4

 

De esa amargura se libera Cohle. Al final de la primera temporada presenciamos la redención de quien cura su fractura interna y transita a otro plano espiritual. Porque Cohle odia la religión de los paletos y los desprecia, pero desde su propia espiritualidad superior filo-cristiana. Lo sabemos también a los 14 minutos de la serie, en la ya clásica escena de la conversación del coche.

En ella se hace una declaración de intenciones con un Schopenhauer resucitado hablando por la boca de Cohle: «Creo que la conciencia humana fue un paso en falso en la evolución, nos hemos vuelto demasiado conscientes de nosotros mismos. La naturaleza creó un aspecto separado de sí. Somos criaturas que no deberían existir por ley natural«. Todo esto como contestación a una pregunta de Marty-Harrelson: «Eres cristiano, ¿no?«. La respuesta de Cohle, clave, es directamente: «No«. La contrarréplica: «¿Entonces para qué tienes una cruz en tu apartamento?».

 

True Detective, 3ª temporada, capítulo 4

 

Cohle responde que simplemente es una forma de meditación, de contemplación de «la idea de permitir tu propia crucifixión». Si nos quedásemos con la literalidad de la respuesta podríamos creer que ni Cohle, ni Pizzolatto, ni True Detective hablan de religión. Nos equivocaríamos: este es precisamente el estrato de «cristianismo superior» que ofrece la serie y viene a negar el de los paletos.

Pocas cosas hay más profundamente cristianas que meterte en la piel de Cristo meditando sobre tu propia crucifixión para acabar por liberarte. Cohle-McConaughey lo hace a través de un océano de oscuridad profunda y amorosa, de Dios visto como la nada, de la experiencia cercana a la muerte como el vacío de cualquier atributo. En esa oscuridad cálida están su hija y su padre; gracias a ellos, se da cuenta de que todo se trataba de una historia, la más antigua de todas (se evita decir «bien» y «mal»): «la luz contra la oscuridad». Ese es el momento en el que la moral cristiana entra a todo trapo y sin disimulos, justo antes de que Cohle afirme que la luz va ganando y el cielo sea el objeto de la última toma de la temporada.

 

True Detective, 1ª temporada, capítulo 8

 

Un detective auténtico busca la luz-verdad, pelea contra la oscuridad. Por eso es obsesivo y cristiano: no descansa en su batalla contra el mal. Por si eso fuera poco es también el guardián de una intuición que lo separa del resto.

Cohle-McConaughey tiene visiones, es una especie de narcodetective místico-alucinógeno de inteligencia brillante; Hays-Mahershala también las tiene, pero en plan abuelete senil que porta un olfato extrasensorial puesto a prueba en la guerra. Los dos investigan de la manera delirante reservada al loco o el desequilibrado: su verdad es la del elegido que vive en intimidad con lo milagroso. Cohle lo dice abiertamente: «Sí, por aquel entonces tenía visiones. La mayor parte del tiempo estaba convencido de que se me iba la cabeza. (…) Pero otras veces sentía que estaba alineado con la verdad secreta del universo«.

 

True Detective, 1ª temporada, capítulo 2

 

La reflexión espiritual de True Detective culmina con el tiempo. Esta es la última y gran obsesión de la serie y Pizzolatto. Reiteradamente, y como en Galveston, el tiempo lo atraviesa todo. Personajes, diálogos y estructura narrativa se someten a él: «Vivimos en el tiempo y estamos hechos de tiempo», dice Amelia (Carmen Ejogo) para apuntar después: «Te separas de algo cuando le pones nombre (…) y no podemos estar separados del tiempo«.

La filo-cristiandad de la tercera temporada aparece cuando Hays-Mahershala charla con ella y subraya lo inefable del pasaje literario que comentan: «Creía que decía que [el tiempo] era como el nombre de Dios (…). Se supone que los hebreos no podían decirlo«. No es el único lugar donde sucede esto. Ya en el primer capítulo se lee el mismo pasaje (y vuelve a aparecer la luz junto al tiempo, así como el énfasis en las historias): «Cuéntame una historia. Haz que sea una historia de grandes distancias y luz estelar. El nombre de la historia será tiempo, pero no debes decir su nombre«.

Ese mismo pasaje se repetirá a veinte minutos del final, cuando una Amelia alucinada se le presente a Hays y le revele una historia que parece resolver la trama. Vemos en una ensoñación a la niña desaparecida; su nombre: Mary. Está en un convento leyendo en alto Alicia en el país de las maravillas: «Si conocieras el tiempo tan bien como yo, dijo el Sombrerero, no hablarías de desperdiciarlo«. Mary es una monja, benévola como otras compañeras suyas que tienen marcas en la cara y que, como en la redención de Cohle de la primera temporada, viene a representar el estrato superior del cristianismo que vence al corrupto que abusa de los niños.

 

True Detective, 3ª temporada, capítulo 8

 

Dos atmósferas, habíamos dicho: interior-crucifijo y exterior-panorámica. A menos de media hora del final de la tercera temporada las dos se unen. A veces el cristianismo de True Detective no es muy sutil, ni muy interior (recordemos la última toma al cielo). En un único plano se reconcilian lo interno y lo externo, la cruz y la panorámica.

La serie calla algo en ellas, lo mismo que en su obsesión por la luz, la verdad, las historias y el tiempo. ¿Qué es? ¿Qué busca un Detective de (la) Verdad? A Dios. True Detective sería un «God Detective» camuflado. Lo buscaría sin tener que decir apenas nada sobre Él. No hace falta: está colgado de las paredes, Su ojo panorámico contempla el terror generalizado del sur de Estados Unidos. Basta con la luz, la verdad, las historias o el tiempo. Basta con saber una cosa: que no debemos decir su nombre.

 

True Detective, 3ª temporada, capítulo 8
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Doctorando de Filosofía, Licenciado en Psicología e Historia y Ciencias de la Música. Trabajando en investigación política y científica sobre drogas. Docente y tallerista de Filosofía y Cine.