¿No te gusta hablar de la regla? ¡Espabila!

Teresa Ferreiro Por Teresa Ferreiro
18 Min lectura
El cómic-ensayo feminista ‘El fruto prohibido’, de Liv Strömquist, resume todo lo que debes saber sobre los sistemas opresivos relacionados con el sexo femenino

Liv Strömquist (Lund, Suecia, 1978) es, además de autora de cómics, una popular locutora de radio y televisión y una firme activista en el ámbito del feminismo y las políticas de asilo de personas refugiadas.

Su libro El fruto prohibido (Reservoir Books, 2018), es un ensayo en forma de cómic sobre la historia cultural del órgano reproductor femenino. También podría decirse que esta obra funciona como un catálogo que armoniza la investigación con el humor satírico y se centra en sobre cómo nacieron y se extendieron ciertos métodos opresivos relacionados con el patriarcado.

Strömquist es capaz de reírse del absurdo de las nociones que habían impuesto o siguen imponiendo en la sociedad y, al mismo tiempo, desarrolla una un ensayo académico didáctico e informativo. El método de de la autora es un ejemplo de cómo lo «ilustrativo» y lo «esclarecedor» son palabras sinónimas.

 

 

 

Página de El fruto prohibido

 

 

 

Irónicamente, la obsesión por la vulva, la vagina y la menstruación a través de la historia ha dejado una herencia de un conocimiento científico insuficiente y basado mayormente en la opinión de los hombres. A la vez, generó una retahíla de tabúes y clichés sobre estos temas.

Este artículo se centra en aquellos temas relacionados con la historia cultural de la menstruación, con el sexo femenino, el hermafroditismo y el racismo científico.

 

 

«Limpia y segura»

 

El libro de Liv Strönquist lleva al público a leer y meditar sobre las connotaciones sociales que fueron construidas en torno a la menstruación empezando por analizar las repercusiones psíquicas de la publicidad sobre productos sanitarios para la menstruación en la actualidad.

Las palabras más recurrentes en estos anuncios son, según ella, «limpia» y «segura». Términos que implican que el mismo hecho de tener la regla te debería hacer sentir lo contrario.

La autora ofrece una explicación para el origen de estas connotaciones que tienen un origen religioso: en el Levítico del Antiguo Testamento, hay un largo pasaje sobre la menstruación. Entre varios textos, este es uno de los ejemplos:

 

 

Cuando una mujer tenga flujo, {si} el flujo en su cuerpo es sangre, ella permanecerá en su impureza menstrual por siete días; y cualquiera que la toque quedará inmundo hasta el atardecer. (…) También todo aquello sobre lo que ella se acueste durante su impureza menstrual quedará inmundo, y todo aquello sobre lo que ella se siente quedará inmundo. (…) Cualquiera que toque su cama lavará su ropa, se bañará en agua y quedará inmundo hasta el atardecer (…) Y todo el que toque cualquier cosa sobre la que ella se siente, lavará su ropa, se bañará en agua y quedará inmundo hasta el atardecer. (…) Sea que esté sobre la cama o sobre aquello en lo cual ella se haya sentado, el que lo toque quedará inmundo hasta el atardecer. (Levítico 15:19-23)

 

 

Resulta como mínimo curioso que líderes religiosos y políticos se tomaran el esfuerzo de vilipendiar un proceso natural y tan necesario para la vida. La propia Strömquist experimentó de primera mano la clase de conmoción social que causa este tema cuando uno de sus dibujos causó protestas y vandalismo en Estocolmo.

La obra en particular se titula Montaña de Sangre y muestra a una bailarina de patinaje artístico con un tutú. Hace una pose en la que eleva una pierna y el público puede ver que está manchada de sangre.

 

 

 

Página de El fruto prohibido

 

 

 

Esta imagen procede de una fotografía real de una patinadora y fue elegida para una exposición en el metro de Estocolmo e impresa en gran formato (alrededor de 5×5 metros). A Strömquist le parecía interesante que en un deporte en el que se intenta resaltar los aspectos «femeninos» de las atletas (por ejemplo con el tutú y el maquillaje) visualizar su regla debería ser la guinda del pastel en este estereotipo de la feminidad. Sin embargo, provocó extremas reacciones de vergüenza y humillación.

Ocasionó protestas, pensaron que era una ilustración asquerosa y la depredaron dos veces. Le lanzaron pintura y también se generó un debate político sobre ellas. El grupo de derechas populista de aquel país, The Sweden Democrats, escribieron un artículo en el que expresaban que estaban en contra de que se mostrase el «arte menstrual» en el espacio público.

En una crítica humorística de 1978 para la revista Ms., la feminista Gloria Steinem formuló la pregunta que tantas mujeres se han planteado: «¿Qué pasaría si, por ejemplo, de manera repentina, mágica, los hombres pudieran menstruar y las mujeres no pudieran?» ¿Su respuesta? «La menstruación se convertiría en un evento envidiable, ostentoso y masculino».

 

 

¿A qué se debe esta decisión de demonizar la regla?

 

Es necesario señalar que existe una relación muy estrecha entre los productos normalmente categorizados como «femeninos», la menstruación y el sistema político y económico.

En España, hasta el 2018, el I.V.A de productos como tampones y compresas era del 10%. Eran considerados un producto de lujo y no de primera necesidad. A finales de 2016, la Comisión de Igualdad del Congreso aprobó una proposición no de ley presentada por el PSOE para instar al Gobierno a rebajar el IVA de estos productos de primera necesidad. La iniciativa contó con el voto en contra del PP y la abstención de Ciudadanos.

El un reportaje para The Guardian en el 2015, la investigadora india Gagandeep Kaur explora las consecuencias del estigma en torno a la menstruación:

 

 

Las mujeres en ciertas partes de la India son enviadas a chozas fuera de sus aldeas durante sus períodos (…) Cada mes, la costumbre dicta que debe permanecer en la choza de paja en el borde de un bosque, a veces sola, o si tiene suerte, con otra mujer. No tienen permitido cocinar (…) Las niñas faltan a la escuela mientras están en las chozas. Aproximadamente el 23% de las niñas en la India abandonan la escuela cuando comienzan a menstruar. Muchas veces una niña que está menstruando no puede llevar a cabo sus exámenes debido a esta norma social. Lo que significa que pocas chicas de esta región siguen estudiando después de matricularse en secundaria. 1

 

 

Por supuesto, esto no sólo afecta a su educación básica sino también a la carrera profesional de estas niñas más adelante. Los periodos son y han sido la excusa con la que estigmatizar a las mujeres. A día de hoy, todavía hay gente que piensa que una mujer no debería ser presidente debido a sus periodos. Pero la ciencia ha demostrado que los cíclicos hormonales tanto en hombres como mujeres son, en efecto, muy parecidos.

El fruto prohibido expone una clara lista de casos relacionados con la opresión de género tan absurdos como tristes. Aunque el humor de la autora suaviza la narración de estas historias, es imposible horrorizarse con ejemplos concretos.

Sin ir más lejos, en la página 10, Strömquist hace una referencia a la ablación del clítoris, de 1945, en una niña de 5 años en Estados Unidos. Con el único objetivo de impedir que se lo tocase.

Estos estudios que apoyaban la extirpación del clítoris para evitar problemas físicos o psicológicos, jamás se apoyaban en las opiniones de las pacientes. Uno de estos casos es el del médico John Harvey Kellogg, también inventor de los Kellogg’s.

Kellogg afirmaba que el órgano sexual femenino estaba conectado con la nariz y, para detener los dolores menstruales, había que hacerse una rinoplastia. Sigmund Freud y su otorrinolaringólogo, Wilhelm Fliess, también creían esto posible y Fliess operó a una mujer, lo que le produjo hemorragias fatales en la nariz. Freud aseguró que su sangrado tenía un «origen histérico, causado por el deseo»2.

 

 

 

Página de El fruto prohibido

 

 

 

La morfología genital

 

También, los órganos genitales femeninos de las mujeres de color fueron una razón para intentar justificar el racismo científico. Strömquist presenta como ejemplo la historia del Barón Georges Cuvier (1769-1832).

En este caso, el barón se interesa particularmente en los de Saartjie Baartman, «mujer joisán de Sudáfrica que a principios del siglo XIX fue vendida como esclava al médico Alexander Dunlop y llevada a Londres».

En Londres, Dunlop cobraba a la gente por ver a Baartman «prácticamente desnuda». El gran interés de este espectáculo era «el gran tamaño del trasero de Baartman y el tamaño de sus enormes labios menores».

 

 

 

Página de El fruto prohibido

 

 

 

Tras la muerte de Baartman a los 26 años, Georges Cuvier «se puso rápidamente en camino para buscarla». Cuvier se hizo con su cadáver e hizo un molde de yeso del mismo, disecó ciertas partes que le interesaban y guardó su vulva y su cerebro en formol. Strömquist añade:

 

 

De las 16 páginas de su informe de la autopsia, hay nada menos que NUEVE PÁGINAS dedicadas a la vulva de Baartman, en comparación con UNA SOLA FRASE sobre su cerebro.

 

 

Liv Strömquist crea una vinculación entre la historia de Baartman y el rechazo generalizado por los labios menores grandes en la actualidad. De esta forma, señala cómo este rechazo nace de un prejuicio no sólo sobre el cuerpo femenino, pero un prejuicio racista que afecta particularmente a las mujeres de color.

La autora presenta aún otro importante ejemplo del tabú entorno al órgano sexual femenino, esta vez relacionado con su representación.

En 1972, la NASA mandó una placa de aluminio al espacio que «contenía información sobre la tierra destinada a posibles extraterrestres». En ella el hombre «muestra orgulloso su órgano sexual, mientras la mujer no tiene nada que mostrar».

En la versión original del dibujo había una línea que representaba la vulva de la mujer3. Según la interpretación de Strömquist, «es probable que borrasen la línea porque los autores tenían miedo de que la placa con la representación de la vulva no fuese aceptada por la dirección de la NASA».

 

 

 

Página de El fruto prohibido

 

 

 

Liv Strömquist mezcla y cambia el estilo de ilustración según convenga para comunicar diferentes ideas: a veces la ilustración es tipo caricaturesca, otras académica y también usa el collage con imágenes; como se puede ver en la página 79.

En esta página, ella escribe que no fue hasta 1998 cuando Hellen O’Connell descubrió que el glande del clítoris es sólo la punta del iceberg y que el órgano entero mide, en realidad, entre 7 y 10 cm. Es sorprendentemente extraño cuánto se tardó en reconocer la existencia de este órgano si se tiene en cuenta la fascinación científica que tuvo el sexo femenino.

 

 

 

Página de El fruto prohibido

 

 

 

Al mismo tiempo, incluye una de las afirmaciones escritas en la revista Playboy: «El descubrimiento del punto G liberará a los hombres de la tiranía clitoriana de Shere Hite», refiriéndose al estudio de la sexóloga alemana El Informe de Hite que reúne declaraciones de más de tres mil mujeres entre las edades de 14 a los 68 años que responden a preguntas íntimas sobre su experiencia sexual.

El informe muestra como el orgasmo es fácil y fuerte para las mujeres, dada la estimulación correcta. También, que la mayoría de las mujeres tienen orgasmos más fácilmente durante la masturbación o la estimulación del clítoris.

Según lo escrito por los redactores de Playboy, este informe fue visto como una «tiranía para el hombre», quien se vería liberado de tener que adaptarse a las correctas formas de estimulación del clítoris a través de el punto G, cuya existencia no está todavía demostrada, y que en todo caso se encontraría dentro de la vagina y no en la vulva.

 

 

Strömquist va más allá y analiza también las deficiencias e incongruencias de forzar el sistema binario de sexos en personas que han nacido con ambos órganos sexuales

 

 

Teniendo todo eso en cuenta, Strömquist va más allá y analiza también las deficiencias e incongruencias de forzar el sistema binario de sexos en personas que han nacido con ambos órganos sexuales.

En muchas ocasiones a estas personas se les extirpa tejidos de la parte genital y de sus órganos sexuales hasta que tienen el aspecto de un solo órgano, normalmente se escoge el de mujer porque les resultaba más sencillo4.

Strömquist escribe: «¡hoy en día pasa exactamente lo mismo!» y añade: «actualmente en Suecia se aplica esta praxis a la mayoría de recién nacidas con variaciones físicas visibles (…) el problema es que esta operación extirpa tejidos sensibles que la persona en cuestión podría echar de menos más adelante en su vida».

No sólo pueden perder sensibilidad en estos órganos, lo cual puede arruinar su experiencia sexual de por vida, pero también se les fuerza y limita a que se identifiquen con una identidad sexual que puede no ser la suya.

Con un amplio bagaje de ejemplos y referencias, Liv Strömquist ha construido en El fruto prohibido un brillante trabajo de investigación para que no necesites hacerlo tú. Explica la necesidad del feminismo con humor, con arte y con referencias académicas. Además se ríe en la cara del mismo concepto de tabú y a través de ese humor desarma, de forma inteligente e informada, los múltiples y escondidos mecanismos del sexismo.

 

Liv Strönquist, El fruto prohibido, Reservoir Books, 2018. 152 páginas. 18,90€

 

Referencias:

  1. KAUR, G., «Banished for menstruating: the Indian women isolated while they bleed«, The Guardian, 22 de diciembre de 2015.
  2. LUPTON, M. J. (1993): Menstruation and Psychoanalysis, University of Illinois Press, p. 22-25
  3. WOLVERTON, M. (2004): The Depths of Space, Henry (Joseph) Press, p. 79
  4. REIS, E. (2012): “Bodies in Doubt: An American History of Intersex”, John Hopkins University Press, p. 136.
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Trabaja en investigación cultural y estudia un doctorado de Bellas Artes sobre estudios de género y el medio del cómic. Es ilustradora, dibujante de cómics y DJ. Es una de las directivas de la agencia cultural y de promoción de artistas Ruido de Fondo.